11/10/23

"Los segmentos más privilegiados de la ciudadanía catalana eran los que apoyaban mayoritariamente la secesión, mientras que la ciudadanía más pobre y desprotegida estaba claramente en contra". De manera que todos los datos apuntan a la conclusión de que el desafío secesionista fue, en realidad, "una rebelión de las personas más ricas y bien situadas", según se deduce del estudio "Rebeldes privilegiados: un análisis longitudinal de los rasgos económicos distintivos del secesionismo catalán"

 "Factores económicos: una revuelta de "privilegiados"

(...) existen otros relacionados con la economía. Estos fueron analizados por los catedráticos universitarios Josep Maria Oller (UB), Albert Satorra (UPF) y Adolf Tobeña (UAB),  en un estudio de finales de 2019, titulado (en inglés) Rebeldes privilegiados: un análisis longitudinal de los rasgos económicos distintivos del secesionismo catalán.

Sus hallazgos revelaron que "los segmentos más privilegiados de la ciudadanía catalana eran los que apoyaban mayoritariamente la secesión, mientras que la ciudadanía más pobre y desprotegida estaba claramente en contra". De manera que todos los datos apuntan a la conclusión de que el desafío secesionista fue, en realidad, "una rebelión de las personas más ricas y bien situadas".        (

Privileged Rebels: A Longitudinal Analysis of Distinctive Economic Traits of Catalonian Secessionism.

 Abstract

 Durante la última década, el desafío secesionista catalán provocó una crisis crónica en la política española que no ofrece indicios de un arreglo viable. Las demandas de secesión que aumentaron rápidamente corrieron casi en paralelo con la acentuación de la recesión económica que siguió a la interrupción del sistema financiero mundial en 2008-2010. Tales reclamos de secesión alcanzaron máximos durante 2012-2014, alcanzando niveles de apoyo de casi el 50% de la ciudadanía a favor de la independencia. 

Posteriormente, estas cifras disminuyeron un poco, pero se mantuvieron cerca de ese nivel hasta hoy. A pesar del curso coincidente, estudios previos habían demostrado que el impacto de las dificultades económicas no fue un factor importante para explicar las urgencias de la segregación, conectándolas en cambio con desencadenantes relacionados con las luchas políticas internas en la región: Litigios duros que resultaron en una polarización abrupta entre nacionalistas. características en amplios segmentos de la población. 

En este análisis longitudinal basado en las respuestas de 88.538 personas a través de una serie regular de 45 encuestas oficiales, en el período 2006-2019, mostramos que los factores económicos jugaron un papel en la ola secesionista. Nuestros hallazgos mostraron que la principal segmentación idiomática (catalán vs. español, como idioma familiar) interactuó con segmentaciones económicas al inducir variaciones en los sentimientos de identidad nacional que resultaron en erosiones de la identidad dual CatSpanish.  

Además, nuestros hallazgos también mostraron que los segmentos más privilegiados de la ciudadanía catalana eran los que apoyaban mayoritariamente la secesión, mientras que la ciudadanía más pobre y desprotegida estaba claramente en contra. Todos los datos apuntan a la conclusión de que el desafío secesionista fue, en realidad, una rebelión de las personas más ricas y bien situadas.

 5. Conclusiones  

 Para recapitular, nuestros hallazgos muestran que los segmentos más privilegiados de la ciudadanía catalana fueron los que apoyaron la secesión de manera más consistente, utilizando diferentes medidas económicas. También muestran que estos segmentos alinearon abruptamente su identidad nacional hacia el sentimiento excluyente “solo catalán”, con alta intensidad y partiendo de puntos reconocibles durante el empuje secesionista. 
 
Esa tendencia fue particularmente importante en la fracción de la ciudadanía que utiliza el catalán como lengua familiar. Por otro lado, la ciudadanía catalana más pobre, frágil y menos protegida (utilizando el castellano, principalmente, como lengua familiar) estaba mayoritariamente en contra de la secesión. Presentaron también perfiles menos polarizados o variaciones abruptas en las medidas de identidad nacional. Todos los datos apuntan a la conclusión de que el desafío secesionista catalán fue, en realidad, una rebelión del pueblo rico, bien situado y predominantemente bien protegido.

1. Introducción  

El secesionismo catalán adquirió relevancia en la política española a partir de 2010. Antes de eso, el activismo social y los partidos políticos que buscaban la secesión eran un tema menor. Las fuerzas secesionistas ganaron tres elecciones autonómicas y mantuvieron gobiernos por ínfimas mayorías en el Parlamento Autonómico en este período. Se organizaron dos consultas anómalas sobre autodeterminación y alrededor de 2 millones (38% del censo de población) apoyaron la secesión de España.  

El 27 de octubre de 2017 se proclamó una “Declaración de Independencia”, sin ninguna consecuencia jurídica o práctica. Tal medida resultó en la suspensión total de la autonomía, sancionada por el Parlamento español, que se prolongó hasta mediados de 2018. Los partidos secesionistas renovaron su liderazgo en las últimas elecciones autonómicas (27 de diciembre de 2017). El Gobierno español decidió adelantar elecciones tanto para calmar la crisis como para acabar con la suspensión de la autonomía. 

Los resultados, sin embargo, confirmaron el estancamiento aunque la formación de un nuevo Gobierno Regional tuvo que esperar hasta mediados de 2018, tras varios intentos de reinstalar en el poder a los líderes rebeldes que habían huido al exilio o estaban encarcelados. Estos intentos fallidos fueron bloqueados por disposiciones legales dictadas por la Audiencia Nacional española. En junio de 2018 se formó un gobierno de izquierda en España, que contó con el apoyo inicial de los nacionalistas catalanes y vascos. 

Esto parecía abrir una oportunidad para explorar nuevos arreglos, pero las conversaciones entre el Gobierno central y el gobierno catalán secesionista no condujeron a ningún avance. En las elecciones generales españolas del 28 de abril de 2019, los partidos de izquierda renovaron su liderazgo, aunque sin alcanzar una mayoría estable. La formación de un nuevo gobierno tuvo que esperar hasta enero de 2020, luego de unas nuevas elecciones generales, en noviembre de 2019, que finalmente dieron lugar a una coalición de izquierda aparentemente viable.  

El 14 de octubre de 2019, el Tribunal Supremo español1 dictó sentencias de varios años de prisión a nueve líderes secesionistas, declarándolos culpables de sedición por su papel en la fallida campaña independentista de 2017. La oleada de demandas independentistas apremiantes ha perdurado así, con leves vaivenes, desde 2010. Dos elecciones autonómicas (septiembre de 2015; diciembre de 2017), dos referéndums de autodeterminación ilegales en los que solo los secesionistas acudieron a las urnas (9 de noviembre de 2014 ; 1 de octubre de 2017), y una serie de encuestas sistemáticas tanto del CEO (agencia oficial de encuestas del Gobierno Regional)2 como del CIS (agencia oficial de encuestas del Gobierno Central)3, pusieron de manifiesto la existencia de una división política en dos mitades sobre el tema de la secesión. 

Durante los últimos cinco años la pregunta “¿Quieres que Cataluña sea un estado independiente?” (serie de CEO de "barómetros políticos") recibió 45% a 48% de respuestas "SÍ" a "NO" respuestas de 44% a 48%, y 5-10% remanentes de "NO SABE/NO RESPONDE". Los resultados de las elecciones regionales del 21 de diciembre de 2017 revelaron una sociedad casi perfectamente dividida: la participación alcanzó una marca histórica del 79,1%; los partidos secesionistas obtuvieron 2.079.330 votos (47,33%), mientras que los partidos no secesionistas obtuvieron 2.227.421 votos (50,71%). Un estrecho margen de 150.000 votos distanció a los unionistas de los secesionistas. 

 Los unionistas catalanes (alrededor de tres millones, de un censo de 5,5 millones dentro de una población de 7,5 millones) no se sumaron a la aventura secesionista. La mayoría de ellos tienen vínculos familiares, afectivos y económicos con España. Son heterogéneas aunque predominan en las conurbaciones costeras de Barcelona y Tarragona, así como en otras ciudades de tamaño medio (Lepic 2017; Maza et al. 2019). Se mantuvieron expectantes a lo largo de la oleada secesionista, pero durante octubre de 2017, en las semanas previas a la “Declaración de Independencia”, el activismo sindicalista aumentó en medio de la escalada de tensiones (Barrio y Field 2018; García 2018).  

Desplegaron manifestaciones en el centro de Barcelona que competían con las enormes que los secesionistas habían montado en repetidas ocasiones (Barrio y Field 2018; Coll et al. 2018; Crameri 2014, 2015; Garcia 2018; Tobeña 2017a, 2017b). La principal consecuencia social de la sostenida campaña secesionista ha sido la excavación de una profunda división política entre dos grandes fracciones de la ciudadanía catalana, secesionistas y unionistas, que estaba ausente ante las precipitadas demandas de segregación de España (Amat 2015; Elliott 2018; Ucelay- de Cal 2018). 

 La falta de una mayoría social detrás de la vigorosa pero fallida aventura secesionista abrió aprensiones y fricciones que antes eran mayoritariamente desconocidas. Vecinos, compañeros e incluso amigos y familiares que habían compartido sentimientos de pertenencia tanto a Cataluña como a España (en diferentes grados) como parte de sus apegos y valores, ahora están divididos sobre el tema de la secesión y deben soportar la convivencia en medio de una tensión no resuelta ( García 2018; Morel 2018; Coll et al. 2018; Oller et al. 2019a, 2019b).

El movimiento secesionista dedicó, desde un principio, grandes esfuerzos a convencer al mundo de que estaba profundamente arraigado en una aspiración espontánea y ampliamente difundida de alcanzar la soberanía que procedía de todos los rincones y estratos sociales de la ciudadanía catalana. Es decir, sin distinciones que puedan sugerir el funcionamiento de una agenda política sesgada por intereses económicos, territoriales o culturales/de ascendencia. Debe reconocerse que ese tipo de discurso obtuvo una buena acogida (Crameri 2014, 2015; Minder 2017; Dowling 2018; Cardenal 2020), aunque hubo cautelas que señalaron la influencia concomitante de mecanismos de arriba hacia abajo enraizados en una dura lucha política entre formaciones secesionistas para liderar la región (Barrio y Field 2018; Elliott 2018). (...)"

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