26/6/23

Dos familias de la Barcelona de toda la vida, un Trías y un Maragall, se repartían la pesca y no se hable más. Se acababa el oprobio de los aspirantes y la ciudad volvería a ser lo que nunca dejó de ser: una ventana al mar para contemplar desde los barrios altos. Sin interferencias foráneas que afectaran a la identidad y la lengua, por más que los salidos del arrabal habían hecho esfuerzos para que los herederos del sentimiento de pertenencia no se vieran afectados ni en el corazón ni en el patrimonio... A Junts (Trías) y a Esquerra Republicana (Maragall) se les ha ido la joya de la corona que ya tenían apalabrada. Era el símbolo de un poder declinante, pero potente aún, sumido en la recuperación del tiempo perdido... A Jordi Pujol debe Barcelona y el Principado entero, sin excluir Andorra por supuesto, el haber construido una supuesta sociedad civil sobre las vigas maestras de una sociedad subalterna, dependiente del Estado fallido de la Generalitat para robar y lucrarse (Gregorio Morán)

 "El pescado estaba vendido. Dos familias de la Barcelona de toda la vida, un Trías y un Maragall, se repartían la pesca y no se hable más. Se acababa el oprobio de los aspirantes y la ciudad volvería a ser lo que nunca dejó de ser: una ventana al mar para contemplar desde los barrios altos. Sin interferencias foráneas que afectaran a la identidad y la lengua, por más que los salidos del arrabal habían hecho esfuerzos para que los herederos del sentimiento de pertenencia no se vieran afectados ni en el corazón ni en el patrimonio. Lo querían todo, empezando por quitarle ese aire chabacano que el espíritu de Ada Colau impregnaba la ciudad. Pero no pudo ser.

La Barcelona de los señores había ganado las elecciones, Trías había sido el candidato más votado, pero ese hábito reciente de las urnas no cualificadas, donde los propietarios cuentan lo mismo que los precarios, se les torció en la última hora. Pasaban de las cinco de la tarde, ese momento crucial de la fiesta prohibida de los toros, y ante la perspectiva del descabello, los Comunes admitieron que puestos a matar mejor que sea el torero que no el morlaco. Los veladores de la corrida, desde la tribuna de honor, decidieron que entre votar con el PP o buscar trabajo, no había color. Todavía sonaba en el aire la arrebatada voz de Jordi Martí, el albacea de Ada Colau, perjurando en arameo que nunca, nunca, se sumarían a una iniciativa del PP. Pero la vida sin el sol de la plaza se convierte en tristura para quienes llevan años soleándose en la arena del albero.

 Cataluña es un país que ha dado pocos humoristas de fuste; no así cínicos sobrevenidos; tantos que incluso algunos crearon escuela. Se achaca al Mediterráneo, pero lo cierto es que aquí explicar las cosas no es costumbre, pero adecentar la incoherencia constituye un ejercicio intelectual muy valorado. Por eso no es frecuente la verdad desnuda, ni siquiera en las estatuas. El Partido Popular provocó el zafarrancho en la Plaza Sant Jaume. Algo tan insólito que ningún participante en la hazaña osa mencionarlo, menos aún describirlo. Estaba fuera de la norma establecida. El relato para uso de colegiales -se incluye desde el parvulario- establece que los “populares” no son un partido de Cataluña sino una excrecencia foránea que en las ocasiones que amenaza al cuerpo social de la catalanidad institucional debe ser omitido. (...)

 A Junts (Trías) y a Esquerra Republicana (Maragall) se les ha ido la joya de la corona que ya tenían apalabrada. Era el símbolo de un poder declinante, pero potente aún, sumido en la recuperación del tiempo perdido. La jactancia sobre la inmarcesible sociedad civil de Cataluña se reduce a una falacia construida, como tantas otras, sobre la pluma de empleados a sueldo; de ahí su inconsistencia. A Jordi Pujol debe Barcelona y el Principado entero, sin excluir Andorra por supuesto, el haber construido una supuesta sociedad civil sobre las vigas maestras de una sociedad subalterna, dependiente del Estado fallido de la Generalitat para robar y lucrarse. Lluis Prenafeta, el mediador, y el Palau de la Música, fueron como panales de rica miel que engolosinaron a esas empoderadas familias que constituían la corrupta sociedad incivil que pagaba sus mordidas del 3%. Aunque sea improbable, confío que Jordi Amat, conocedor de primera mano del paño y hoy portavoz del equilibrio mediático, nos desgranará un día su experiencia en ese territorio nada virgen pero aún por oxigenar."                 ( , Vox Populi, 24/06/23)

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