18/1/22

Aires de superioridad.. El catalanismo de los años 30 ya diferenciaba "la cívica y letrada Cataluña frente a la bárbara y analfabeta España”

 "Si la historia se repite -y eso dicen- el libro del profesor David Martínez Fiol (Barcelona, 1962) demuestra que muchos de los tics del proceso se produjeron también durante la Generalitat republicana.

El profesor asociado de la UAB y colaborador de la UOC publicó en el 2019 “Leviatán en Cataluña” (Editorial Renacimiento) y tengo la sensación que el libro ha pasado relativamente desapercibido.

Si hubiera dado otra visión de la historia de Catalunya seguramente lo habría entrevistado Xavier Graset en su programa de TV3 y habría tenido más eco en medios oficiales.

Al fin y al cabo la historiografía catalana siempre de debate entre Ferran Soldevila y Rovira i Virgili por una parte y Vicens Vives o John Elliott, por otra. El libro, como reza en la portada, describe en efecto “la lucha por la Administración de la Generalitat Republicana” entre los diferentes partidos.

Por ejemplo, algo que probablemente les sonará: “De siempre, el catalanismo había resaltado la fuerza moral de Cataluña respecto al resto de España en el terreno cultural, la cívica y letrada Cataluña frente a la bárbara y analfabeta España”.

El nacionalismo catalán de los años 30 se nutrió, en parte, de comerciantes y botiguers “que aspiraban a servir a la Catalunya Lliure prometida por Macià”.

El propio Macià -que acabó decepcionando a los sectores más radicales por su evolución “autonomista y pactista- consideraba a “sus seguidores, simpatizantes y fieles como los ‘nuestros’”.

Esquerra consiguió su hegemonía durante ese período -frente a la Lliga o el Partido Republicano Radical- invocando la “solidaridad nacional” ante el “peligro exterior catalán”.

También explica que el propio gobierno catalán, como en la actualidad, primó el sector de la educación: “los profesores numerarios de los institutos escuela de la Generalitat recibían una gratificación de 7.000 pesetas anuales".

Describe igualmente la profesionalización de los intelectuales republicanos -muchos de los cuales se hicieron funcionarios- o como hubo ascensos profesionales sociales por razones políticas. “Los intelectuales fieles a la República alcanzaron la categoría de empleados de la Generalitat”, explica el autor.

“En el último término -añade-, la revolución republicana de la primavera de 1931 reabrió muchísimas expectativas de promoción, pero no sólo para los intelectuales-profesionales, sino para todos”.

Como la obra abarca todo el período republicano -incluido el 6 de octubre y la Guerra- tampoco esquiva otros temas puntiagudos como la indisciplina de las columnas anarquistas durante el conflicto. “Cada columna hacía lo que quería y no se coordinaba con otras. Las asambleas de milicianos constituían una jaula de grillos”.

También se detiene en la Generalitat tras el 6 de octubre. Como el general Domingo Batat rechazó el cargo tras la aplicación del 155 de la época y este fue desempeñado sucesivamente por su subordinado, el coronel Jiménez Arenas; luego por Pich y Pon y finalmente Portela Valladares.

O las deslealtades de la Generalitat durante la guerra como la creación de una consejería de Defensa -para la que no tenía competencias, según el Estatut- o la sindicación obligatoria, que disparó el número de miembros de UGT y CNT.

Martínez Fiol, profesor asociado de la UAB y profesor colaborador de la UOC, tiene una amplia biografía sobre la participació catalana en la Primera Guerra Mundial, la Semana Trágica o la Generalitat de los años 30. En algún caso con el también historiador Joan Esculies."    (Xavier Rius, e-notícies, 19/11/21)

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