9/7/21

La deriva fascista 'a la hungara' del nacionalismo catalán: 'El gran conflicto de los próximos tiempos será entre quienes son de un lugar, como Viktor Orbán, y los que no quieren ser de ninguna parte, como Justin Trudeau. Los catalanes. Los catalanes de toda la vida, que ya no son la mayoría y no pueden integrar a nadie- aspiran, como siempre tarde y mal, a una soberanía como la que Hungría se esfuerza por mantener

Roger “Four Freedoms” Senserrich @Egocrata

En el fondo, nada que no hubiera escrito Torra antes.
 
"Un fantasma vuelta por Europa, el fantasma del euroescepticismo. 
 
En las últimas elecciones al Parlamento de la UE, en 2019, se calcula que unos 240 escaños, de un total de 705, se pueden considerar ocupados por representantes de varios partidos que no comulgan con la dogmática de Bruselas. Nacionalpopulistes es el término más amable con la que los califican los medios alineados con la UE, que son la mayoría. TV3 ya ve una amenaza totalitaria. 
 
El Reino Unido se ha ido y no parece que se haya hundido como la Atlántida, a pesar de los vaticinios en contra; John Carlin llegó a decir que el Brexit era "la victoria de la ignorancia, el populismo y la estupidez total". Ahora son Polonia y Hungría que sienten invadida su soberanía por las intromisiones de la Europa comunitaria. Los temas más conflictivos son la política demográfica y la ideología de género. La idea clave la ha formulado el presidente semestral de la UE: "Sólo podemos estar juntos en esta unión si compartimos y defendemos los mismos valores." Parecía una unión basada en la defensa de los intereses comunes, pero ahora nos hablan de valores. 
 
 ¿Quién decide cuáles son estos valores ?, porque por sufragio universal no los han determinado. ¿Y quien cree que son tan buenos para imponerles, mediante chantaje económico, a los demás? La cuestión es, como siempre, el que manda.
 
 El sábado 26 de junio el gobierno de Hungría, presidido por Viktor Orbán, puso un anuncio de plana en el diario ABC para manifestar su desacuerdo con lo que llama "el imperio europeo". Hungría en el siglo XIX logró transformar el imperio austriaco en el imperio austrohúngaro, y al XX pasó casi medio siglo sometida al imperio soviético: una cierta sensibilidad por estas cuestiones bien debe tener. Rechazan el proceso de crear una "unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa", como establece el artículo primero del Tratado sobre la UE; creen que las decisiones las deben tomar dirigentes electos, no "ONG internacionales" que no responden ante nadie, y proponen "aumentar el papel de los parlamentos nacionales".
 
 Se adivina una visión de Europa confederal, contraria a la Europa federal unitaria que ahora se está imponiendo; en este modelo alternativo, cada estado tendría la última palabra en los asuntos que le conciernen y las soberanías se mantendrían como las hemos conocidas desde la Paz de Westfalia. Así, el gobierno húngaro actual -al menos hasta que las maniobras europeístas no consigan derribar-lo- tiene la idea de mantener una Hungría húngara, de no renunciar a una política demográfica propia, de rechazar la imposición de cuotas de inmigrantes, de declinar la apología del hermafroditismo y del transformismo sexual que está haciendo estragos esta temporada.
 
 Los catalanes -los de toda la vida, que ya no son la mayoría de los habitantes de Cataluña y no pueden integrar a nadie- aspiran, como siempre tarde y mal, a una soberanía como la que Hungría se esfuerza por mantener y que estados más importantes se han resignado a descuidar; por ejemplo, el Canadá tal como lo entiende su primer ministro Justin Trudeau: "No hay una identidad central, ni una corriente cultural dominante en Canadá. Hay valores compartidos: apertura, respeto, compasión ... Estas cualidades son las que nos hacen ser el primer estado posnacional. " Renunciar a la propia identidad a cambio de esta palabrería no parece un buen negocio.
 
 Pero en cambio los catalanes, quizá por pereza de pensar en ello, se tragan todas las novedades de la globalización y dan por buenas las consignas que llegan de la UE y de más cerca. Todo el mundo sabe que con una natalidad próxima a la extinción, sin poder recuperar la potencia industrial de otros tiempos, con unas cargas impositivas hiperbólicas, unos políticos que parecen complacerse a expulsar empresas y un orden público camino de Mad Max, no se llega ninguna parte; todo el mundo lo sabe pero prefiere no hablar de ello. Incluso está mal visto constatar que el catalán de los medios de comunicación se ha convertido casi un dialecto del castellano.
 
 El gran conflicto de los próximos tiempos será entre quienes son de un lugar, como Viktor Orbán, y los que no quieren ser de ninguna parte, como Justin Trudeau. La aspiración extenuante a un estado nacional y la aceptación de las imposiciones que llevan directamente a un horizonte posnacional es una contradicción manifiesta que explica por qué nadie espera que Cataluña tenga ningún papel en este conflicto."                (Manuel Castaño, El Punt Avui, 08/07/21)

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