30/11/20

¿Debe censurar CTXT esta conversación?: –Yo no entiendo catalán –dice la alumna oriental. –Lo lamento, pero yo no doy clases en español. Si pusieron eso, se equivocaron... y agrega: –Ustedes deberían esforzarse para entender, no lo están intentando... Es una lengua muy parecida. –Eu não sei de quem é a culpa –dice el latinoamericano–, mas eu fui ver agora, de novo, no site da universidade e lá diz que este grupo é em espanhol. –No entendí –dice la profesora. –A senhora deveria se esforçar para entender. O português também é uma língua muito parecida –dice el latinoamericano...

"Un periodista argentino explica su experiencia en la UB. 

El escritor y periodista argentino Bruno Bimbi, (Avellaneda, 1978),ha escrito un artículo en Ctxt titulado “¿Cómo se dice xenofobia en catalán?” en el que cuenta su experiencia como alumno de un curso de la Universidad de Barcelona. “El fanatismo, la xenofobia y hasta la falta de gentileza gobiernan Cataluña”, afirma.

Bimbi, que es activista en favor de los derechos del colectivo LGTBI y ha escrito también artículos criticando a la derecha española, explica que la profesora se negó a dar las clases en español a pesar que la mayoría de los estudiantes eran latinoamericanos y orientales. (...)"     
       (e-notícies, 01/12/20)

Aquí el artículo en el que unos alumnos extranjeros son despreciados por su profesora,  por el simple hecho de no saber catalán en un curso en el que se matricularon porque se daba en castellano: 

 

 "–Disculpe, profesora, ¿este grupo no es en español? –pregunta una alumna asiática en la primera clase online, luego de entender que no va a entender.

–No, no, no. Mis clases son en catalán –responde la profesora.

–Pero este grupo es en español –interviene otro alumno, latinoamericano–. En el listado que la Universidad de Barcelona publica en la web y todos consultamos antes de hacer la matrícula, dice que es en español. Es uno de los únicos...

–No, es un error –lo corta la profesora.

La disciplina es obligatoria para todos los grados de la facultad, de modo que hay nada menos que once grupos con diferentes días, horarios, profesores y lenguas para elegir, o al menos eso promete la universidad a sus alumnos.

De los once, nada menos que nueve son en catalán. Diez, dice la inmersión lingüística.

–Yo no entiendo catalán –dice la alumna oriental.

–Lo lamento, pero yo no doy clases en español. Si pusieron eso, se equivocaron. No es culpa mía –dice la profesora, y agrega: –Ustedes deberían esforzarse para entender, no lo están intentando... Es una lengua muy parecida.

Eu não sei de quem é a culpa –dice el latinoamericano–, mas eu fui ver agora, de novo, no site da universidade e lá diz que este grupo é em espanhol. O único que a gente está pedindo é pra senhora cumprir o que a universidade prometeu. Aliás, só tem dois grupos pros hispano-falantes; os outros nove são em catalão.

–No entendí –dice la profesora.

A senhora deveria se esforçar para entender. O português também é uma língua muito parecida –dice el latinoamericano.

Los hispanohablantes nacidos de este lado del océano se callan, pero algunos avisan, en privado, que mejor no te metas en líos, porque te van a acusar de no sé cuántas cosas, yo sé lo que te digo, es un tema tabú...

–Yo no hablo catalán –insiste la alumna oriental.

–Está bien –dice la profesora–, hoy daré la clase en español, pero es un error.

Sin embargo, poco después, otra alumna pide reabrir la discusión. Lo pide en catalán y, a partir de entonces, comienza una asamblea del procés. Un grupo de alumnos se refiere con cierto desprecio a esos dos extranjeros, levantando una barrera lingüística que los deja afuera de la discusión. El resto se calla y mira para otro lado.

–¿Les parece bien hablar de nosotros en un idioma que no entendemos ni podemos usar para responderles? –pregunta el latinoamericano.

La profesora, empoderada, entre banderas imaginarias, anuncia:

–Voy a dar mi clase en mi lengua. Y al que no le guste...

–¿Alguno de ustedes no habla español? –pregunta el latinoamericano.

–Todos lo hablamos, pero no es eso –responde una alumna.

La oriental ya no habla más, quizás se haya ido.

Según los resultados de 2018 de la Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población, realizada por el Instituto de Estadística de Cataluña, el castellano es la lengua inicial del 52,7% de los catalanes de más de 15 años, mientras que el catalán lo es del 31,5%. El 48,6% usa el castellano como lengua habitual y el 46,6% se identifica con él como su lengua, porcentajes que caen al 36,1% y 36,3% para el catalán.

 El 6,9% se identifica con ambas lenguas y el 7,4% las usa habitualmente sin distinción. Cuando están en casa, a solas con su familia, sin ninguna bandera observándolos, la mayoría habla en castellano: el 37,7% solo usa sólo ese idioma, el 10,1% usa más el castellano que el catalán, el 7,8% ambas lenguas, el 5,6% más el catalán que el castellano y apenas el 27,2% usa sólo el catalán. 

Y, si bien el 94,4% entiende la lengua obligatoria en las aulas universitarias, sólo el 81,2% la habla, el 85,5% la lee y apenas el 65,3% la escribe, contra 97,6% que escribe en castellano, 98,5% que lo lee, 99,5% que lo habla y 99,8% que lo entiende. En Barcelona, donde está el edificio en el que los alumnos discuten con la profesora, el 50,6% de la población se identifica con el español y sólo un 31% con el catalán.

Piden que al menos un grupo –¡de once!– use la lengua que habla la mayoría.

Apenas uno, aunque la universidad informa que hay dos.

Al latinoamericano le encantaban las canciones del Nano en catalán y decía que le gustaría aprenderlo para cantarlas, pero ya le sacaron las ganas. Cada vez que tiene que hacer un trámite en la Generalitat y se niegan a responderle en una de las lenguas oficiales del país, haciéndole ver que le seguirían refregando en la cara que es extranjero si no estudia el idioma con el que se identifica apenas el 31% los habitantes de la ciudad donde vive, hasta Pare y Seria fantàstic le gustan menos. Y esto no es una discusión sobre el procés, o sobre los presos –que el latinoamericano cree que deberían estar libres–, sino sobre el fanatismo, la xenofobia y hasta la falta de gentileza que gobiernan Cataluña.

Existe un debate legítimo sobre la inmersión lingüística en las escuelas, como forma de preservar el catalán como patrimonio cultural de Cataluña, garantizando que pase a las próximas generaciones. El maximalismo que ha tomado ambos lados del conflicto soberanista, que ya perciben como enemigo no sólo al otro, sino también a su lengua, tal vez haya impedido explorar otras alternativas, como la enseñanza bilingüe, o algún modelo que garantice pluralidad y derecho a decidir.

Pero esa discusión, que puede tener mucho sentido cuando hablamos de la escuela, lo pierde en el caso de la universidad, donde estudian personas ya adultas, que superaron hace muchos años el período crítico de adquisición del lenguaje a partir de la mera exposición a un entorno lingüístico. Si quieren que aprendamos catalán en la universidad, nos tienen que convencer, seducir –lo que están haciendo es exactamente lo contrario– y, sobre todo, facilitar la tarea. En vez de imponerlo por la fuerza, yo comenzaría ofreciendo clases gratuitas.

–Lo mejor es que te cambies de grupo –dijo la profesora.

Esa misma tarde, el extranjero recibió un email de la directora de estudios de la facultad: “Puesto que tiene tantos problemas para seguir la asignatura, solicite, por favor, a la Secretaría de la Facultad un cambio de grupo”, decía. Los problemas, claro, eran suyos, al igual que la culpa.

 Ya sin ánimo de discutir, pidió que le confirmaran si el otro grupo que en la web de la universidad dice que es en español realmente lo era. No le respondieron. Hecho el cambio en la Secretaría, llegó a su segunda primera clase y, claro, era en catalán. Esta vez, no dijo nada. Más tarde, envió un email a la nueva profesora, explicando la situación. Resaltó nuevamente que había otros diez grupos en catalán.

¡Once!, gritó la inmersión lingüística.

La única solución a la que llegaron fue que el extranjero no fuera más a clase y leyera la bibliografía de forma autónoma para los exámenes.

–Profesor, el día del examen, ¿es posible que haya una versión con las preguntas en castellano? –le preguntó el extranjero a otro docente de una disciplina que ni siquiera simula tener grupos en español, a pesar de que también hay muchos.

El profesor respondió en catalán, sin que se le cayera la cara de vergüenza.

Respondió en catalán esa pregunta.

El alumno no entendió nada.

–Ok, gracias.

Pronto, falei."                        (Bruno Bimbi, CTXT, 28/11/20)

 

 "Leo con estupor el acto de contricción de Mónica Andrade, Vanesa Jiménez y Miguel Mora, director y directoras adjuntas del semanario digital CTXT, con motivo de la publicación de un artículo de opinión sobre la discriminación del castellano en la Universidad catalanas ("¿Cómo se dice xenofobia en catalán?", de Bruno Bimbi).

 Me constaba que se había montado cierto revuelo a cuenta del mencionado artículo; pero reconozco que no lo había leído y tan solo me había percatado de algunos titulares que comentaban el acoso en redes al autor. Sabía, sí, que el tema era la denuncia de que en un curso de una Universidad catalana ninguno de los muchos grupos que se ofrecían incluía docencia en castellano, pese a que se había publicitado que sí habría docencia en ese idioma. 

No conocía, sin embargo, nada más y ni siquiera sabía de qué cursos hablaban o a qué Universidad se refería el artículo. Sin embargo, cuando llegó a mis manos el enlace a una tribuna que comenzaba afirmando "Por qué CTXT no debió publicar la tribuna "Cómo se dice xenofobia en catalán" ya no pude resistir la tentación de entrar en el tema.

La tribuna comienza repasando los insultos sufridos por el autor del artículo, un periodista latinoamericano y activista gay al que, según explican el director y directoras adjuntas de CTXT, fue calificado de "puto", "lacra" y "sudaca", no solo desde cuentas anónimas, sino también personas reales.
 
 Realmente una muestra de intolerancia mezclada con homofobia y xenofobia debería, a mi juicio llevar a una condena rotunda y a una cierta reflexión sobre cómo es posible una reacción como esa en una sociedad abierta, moderna y tolerante. Sobre todo -y me coloco ahora en la posición en la que podrían colocarse los responsables de CTXT- en el marco de un medio claramente progresista e identificado con los valores que asume la denominada izquierda (el presidente de honor del consjeo editorial de CTXT es Noam Chomsky). La tribuna de Mónica Andrade, Vanesa Jiménez y Miguel Mora, sin embargo, despacha todo esto en una frase de nueve palabras: "Para todos los que hacemos CTXT, esto es inadmisible". "Esto" es el "torrente de ataques" sufridos por Bruno Bimbi como consecuencia del artículo publicado. 
 
Como puede apreciarse, los responsables del medio han optado quizás por la condena más liviana posible a tales ataques; pero no contentos con ello la hacen seguír de una locución preposicional que -diría- cumple la función de una conjunción adversativa ("... es inadmisible, más allá de las críticas legítimas que puedan hacerse al artículo"). A continuación se indica que fue un error publicar la contribución de Bruno Bimbi.

O sea, que el artículo puede ser objeto de críticas legítimas, tantas que el director y directoras adjuntas admiten que no debería haberse publicado; aunque eso no quita que sea inadmisible calificar al autor de "puto", "lacra" y "sudaca".
 
No hemos pasado del primer párrafo de este escrito de penitencia y ya la náusea invade al lector mejor predispuesto ante el ejercicio de hetero y autohumillación que se está desplegando ante él. (...)
 
Me llama la atención que en  la tribuna de flagelación propia, y también de escarnio del señor Bimbi, se indique que el artículo de este era una columna de opinión que relataba una vivencia personal y hacía consideraciones subjetivas. Esto es importante, porque en los siguientes párrafos se critica esta aproximación y el equipo directivo de CTXT incide en la necesidad de que los periodistas no se centren en sus vivencias personales, cuestiona el valor informativo de la pieza y plantea que Bimbi debería haber concretado cuándo pasó lo que denuncia, en qué Facultad, en qué curso, etc.
 
Supongo que el señor Bimbi no debería tener grandes dificultades en detallar esos datos; pero mi extrañeza va más allá, puesto que lo que se estaba valorando no era una noticia, sino un artículo de opinión. Que se cuestione que en los artículos de opinión se viertan apreciaciones subjetivas me parece bastante llamativo.
 
 No soy periodista, pero la distinción entre información y opinión creo que forma parte de la cultura general. Cualquier lector de periódicos sabe que en las columnas de opinión se vierten apreciaciones subjetivas y que no es infrecuente que tales columnas comiencen con una anécdota personal. Soy lector de columnas de opinión desde que era niño y recuerdo algunas de Umberto Eco en las que incluía recurdos de su servicio militar; me viene a la cabeza otra de Vargas Llosa donde relata un viaje a no sé que isla exótica y para qué hablar de las de Javier Marías en El País cada domingo, donde tantas anécdotas personales son punto de partida para reflexiones que nos cautivan.
 
Vamos, que lo de que una columna de opinión queda desacreditada porque se vierten opiniones subjetivas y porque se parte de anécdotas personales es, me parece, un absurdo. Además, que quien encuentre razones para defender la columna sea alguien completamente ajeno a la publicación como soy yo, y que quien se invente las razones para criticar con dureza dicha publicación sean el director y las directoras adjuntas, debería sorprender a cualquier observador.
 
Demos un paso más: resulta que de lo visto hasta ahora resulta que la columna de opinión queda desacreditada porque parte de una experiencia personal, sin que la revista que lo ha publicado encuentre razones para defenderlo. Es más, los responsables de la revista se adhieren a la réplica publicada "horas después" (sic) por José Luis Martí. Estas son las palabras de la tribuna que comento: "Hasta ahora hemos hablado más de las formas que del fondo. Para hablar del fondo del artículo nos remitimos a la réplica que publicamos horas después, firmada por José Luis Martí, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pompeu Fabra. Martí aporta su amplia experiencia y muchos datos".
 
¡Maravilloso! Esta pieza de Martí sí que debe ser un buen artículo objetivo y no basado en experiencias personales y, por tanto, anecdóticas. Ahora bien, si lo leemos nos encontramos con que el propio Martí dice cosas como éstas: 
 
"escribo y firmo este artículo como profesor de una universidad catalana y como ciudadano, no lo hago desde mi posición de vicerrector de dicha universidad, y no hablo en nombre de nadie más que de mí mismo". "He tenido el privilegio de impartir docencia (de diverso tipo) en cinco universidades catalanas distintas, tanto públicas como privadas. Nunca, NUNCA, ninguna de estas universidades me ha pedido u obligado a utilizar el catalán como idioma de docencia". "Yo imparto algunas de mis clases en catalán, otras en castellano y otras en inglés". "Tras 20 años de impartir docencia en universidades catalanas, no me he encontrado nunca con problemas serios de convivencia lingüística". Me parece que es claro que el señor Martí nos está trasladando su propia experiencia -así lo hace explícito- trufada de afirmaciones que no veo sustentadas en ningún dato objetivo. Así por ejemplo:
 
"El caso más habitual es precisamente el contrario, que asignaturas que están anunciadas en catalán acaben impartiéndose en castellano". Me imagino que no habrá estadísticas de esto que afirma el Sr. Martí o, al menos, no las aporta. Supongo que es una impresión personal suya que quizás hasta pueda compartir, pero que no pasaría ningún filtro que controlara las fuentes utilizadas para apoyar las afirmaciones que se hacen en el texto.
 
"Los profesores solemos ser flexibles permitiéndoes que de facto asistan a las clases del grupo que mejor se acomode a sus necesidades o preferencias". Bueno, discrepo. En mi experiencia no es así; pero, como digo, lo importante no es que sea más o menos cierto lo que dice el señor Martí, sino que se trata de impresiones personales que, sin embargo, en este caso son dadas por buenas mientras que la dirección de CTXT las rechaza de manera sangrante cuando se trata del artículo del señor Bimbi.
 
Creo que será difícil encontrar un ejemplo más acabado de argumentación sesgada y tramposa que la tribuna que firman Mónica Andrade, Vanesa Jiménez y Miguel Mora. Como hemos visto, hacen pasar a una columna de opinión por los filtros por los que debería pasar una noticia y, además, la contraponen a otra columna de opinión que presenta las mismas características que la criticada. 
 
Si una se basa en una experiencia personal la otra no pretende ser otra cosa que también el relato de experiencias personales. En ambas se encuentran datos objetivos que dan cobertura a algunas de los argumentos y otros que descansan simplemente en apreciaciones subjetivas. ¿Por qué una es duramente criticada y la otra alabada?
 
Bueno, es claro, porque una cuestiona algunos de los elementos de la política nacionalista en Cataluña y la otra, en cambio, se adscribe al argumentario nacionalista que pretende que no existe conflicto lingüísitico en Cataluña y que quienes hablan de tal conflicto son unos provocadores que no merecen más destino que el silencio impuesto.
 
Algo de esto se deduce de la columna que comento. En ella hay un punto especialmente tenebroso. Transcribiré unas líneas de la columna: "Los colaboradores de la revista trabajan con total libertad. Salvo en contadas ocasiones no avisan del asunto sobre el que van a escribir. No tenemos costumbre de censurar a nadie, nunca lo hemos hecho. No es una excusa, pero en este caso resulta evidente que fue un error no rechazar el artículo".
 
¿Se han fijado? No censuramos, en esta ocasión no lo hemos hecho, no pretendemos que este rechazo a la censura sea una excusa, aunque en este caso deberíamos haberla practicado.
 
No creo que puedan interpretarse de otro modo las líneas que he reproducido.
Hay opiniones que no deben salir a la luz.
 
Pero no solamente opiniones, porque el artículo que la propia revista que lo ha publicado cuestiona, fundamentalmente lo que relata es una experiencia personal que no tenemos razones para pensar que sea inventada. ¿Por qué algo que es cierto ha de ser callado? Será más o menos relevante y los lectores juzgarán pero ¿rechazarlo de plano? ¿por qué? ¿porque no encaja con determinado relato?
 
Es cierto que aparte de la anécdota personal el señor Bimbi aprovecha para extraer una conclusión (o adelantar una hipótesis), la de la pretendida voluntad de excluir el castellano de las universidades. Bien, es una opinión que podrá ser cuestionada o no, pero ¿ha de silenciarse? ¿por qué? ¿es una herejía, un anatema, atenta contra derechos fundamentales?
Más allá de eso ¿es falsa?
 
El caso es que si se conoce un poco la realidad de la Universidad en Cataluña nos daremos cuenta de que hay una política expresa de promoción del catalán que implica cosas como, por ejemplo, que en determinadas titulaciones los trabajos de fin de grado deban realizarse obligatoriamente en catalán o que los correos institucionales sean siempre en catalán.
 
Y toda política de promoción del uso de una lengua supone una minoración de las otras lenguas con las que compite la que se potencia. 

El artículo del profesor Martí aporta en este sentido un dato significativo: en los estudios de grado de las Universidades catalanas el catalán tiene una presencia del 75.6% y el castellano de un 14%. El número de catalanes que tienen el castellano como lengua materna es de un 53%, mientras que solo el 32% de los catalanes tienen el catalán como lengua materna. ¿Cómo es posible que, habiendo plena libertad para elegir la lengua que se utiiza en la enseñanza, la proporción de materias en catalán y en castellano se aleje tanto de la presencia de ambos idiomas en la sociedad?
 
Pues por cosas como las que ejemplifica la tribuna que escriben el director y las directoras adjuntas de CTXT: si cuestionas las políticas de promoción del catalán los insultos que recibas no merecerán más reproche que el que se consideren "inadmisibles", aunque a renglón seguido se recordará que al fin y al cabo tu escrito podía ser objeto de críticas legítimas y, en realidad no debería haberse publicado. Tus experiencias personales serán calificadas de anécdotas irrelevantes y serán contrapuestas a las que presenten quienes te critican. Estas últimas experiencias, las de tus críticos, ya no serán anécdotas sino categorías sabias y sensatas.
 
Como colofón, sin ningún reparo, se reconocerá que contigo debería haberse ejercido la censura.
 
Esto es en lo que nos hemos convertido.
 
Leyendo tanto la tribuna del equipo directivo de CTXT como los artículos a los que se refiere ésta me he encontrado con múltiples invitaciones a suscribireme al medio.
 

No será una sorpresa para quien haya llegado hasta aquí que le comparta que nada más lejos de mi intención que ayudar con una suscripción a una publicación que es capaz de incurrir en una rectificación tan humillante y perversa, tan contraria a lo que deberían ser las exigencias y comportamientos de un periodista."                   (   , El jardín de las hipótesis inconclusas,01/12/20)

 

 CTXT novela el por qué debió censurar un texto en el que un colaborador relata su experiencia... no le acusa de mentir... le acusa de no ser politicamente correcto, de que la discriminación por lengua es algo perfectamente asumible:

"Por qué CTXT no debió publicar la tribuna ‘Cómo se dice xenofobia en catalán’, que ha generado un alud de insultos al autor en Redes Sociales.

 No es agradable escribir estas líneas. No por el mea culpa que contienen. Nos equivocamos lo suficiente como para sabernos falibles. La razón es que tenemos que hablar del artículo de un colaborador de CTXT, y colocarle aún más en el centro de la polémica. Como premisa, les pediríamos que cambiemos el foco.

 En las últimas horas, hubo miles de mensajes en las redes sociales insultando al autor del artículo ¿Cómo se dice xenofobia en catalán?, un periodista latinoamericano y activista gay, llamándolo “puto”, “lacra”, “sudaca” y diciéndole que se vaya a “su país”. No fueron comentarios aislados, sino un torrente de ataques en el que participaron numerosas cuentas anónimas y bots, pero también personas reales. 

Para todos los que hacemos CTXT, esto es inadmisible, más allá de las críticas legítimas que puedan hacerse al artículo. Por otra parte, la responsabilidad de lo que se publica en la revista es solo nuestra: del director y, en ausencia de éste, de las dos directoras adjuntas. Y, en este caso, fue un error de la dirección de la revista publicar el artículo. (...)

Los periodistas vivimos con la tentación de llevar a los titulares aquello que nos pasa a nosotros. Algunas veces hemos aceptado testimonios personales en la revista. La mayoría, debemos asumirlo, de escaso valor informativo. Pero aquí el asunto nuclear era el uso del catalán en la universidad, y no supimos ver la importancia que tiene este tema, ni lo sensible que es para nuestras y nuestros lectores y suscriptores (Catalunya es, tras Madrid, la Comunidad donde más se lee CTXT y donde más socias y socios tenemos). 

Los colaboradores de la revista trabajan con total libertad. Salvo en contadas ocasiones no avisan del asunto sobre el que van a escribir. No tenemos costumbre de censurar a nadie, nunca lo hemos hecho. No es una excusa, pero en este caso resulta evidente que fue un error no rechazar el artículo. 

Es cierto que Bimbi escribe su texto desde una óptica distinta a la habitual, la de un alumno extranjero que espera recibir una clase en castellano y se siente engañado, marginado y maltratado. Pero el valor informativo de su pieza es cuestionable en tanto se trata de una opinión y de un caso particular, el suyo, que narra un hecho concreto del que siempre es aventurado extrapolar una realidad. Si realmente estábamos hablando de una denuncia de una mala práctica universitaria, la buena praxis periodística habría obligado a pedirle al autor la concreción que le faltaba al relato, el cuándo pasó, el cómo pasó, en qué Facultad, qué curso...

No les contaremos aquí los debates internos sobre el artículo. Solo añadirían ruido al estruendo generado. Lo cierto es que la tribuna se publicó el sábado 28 de noviembre, con un título y un subtítulo totalmente desafortunados (los editores debimos cambiar ambos, pero no lo hicimos, aunque modificamos el subtítulo una vez se había publicado), y, para colmo, ilustrada con una foto de la UAB, que nada tenía que ver con el artículo. Una penosa cascada de fallos y errores. 

De forma casi inmediata, la pieza suscitó algunas quejas por correo electrónico, además del violento ataque contra el autor en las redes sociales, que ha incluido, ironías de la vida, el uso abundante de insultos xenófobos. Pero hubo también muchos comentarios de gente sensata que, a través de tuits, correos y mensajes respetuosos dirigidos a la redacción, cuestionaban la publicación del artículo. Gracias a todos y todas por intentar elevar un debate que había nacido defectuoso. 

Hasta ahora hemos hablado más de las formas que del fondo. Para hablar del fondo del artículo nos remitimos a la réplica que publicamos horas después, firmada por José Luis Martí, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pompeu Fabra. Martí aporta su amplia experiencia y muchos datos. En su artículo La riqueza lingüística de la Universidad catalana concluye que “no existe un problema general con/para el castellano en Cataluña. Y tampoco existe un problema particular con/para el castellano en las universidades”.

 La réplica no oculta la realidad: nos equivocamos y pedimos disculpas a nuestras lectoras y suscriptoras por la publicación del primer artículo. CTXT nació para abrir todos los debates posibles, con la única línea roja de los derechos humanos. Y por supuesto nuestra línea editorial defiende, como ha quedado patente en nuestros editoriales desde hace seis años, la riqueza lingüística y la plurinacionalidad del Estado español. Siempre hemos intentado fomentar esas ideas publicando artículos fundamentados en hechos, argumentos y datos. Intentaremos seguir haciéndolo.  (...)"                 

(Carta a los lectores, Mónica Andrade / Vanesa Jiménez / Miguel Mora, CTXT, 30/11/2020)

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