"Un periodista argentino explica su experiencia en la UB.
El escritor y periodista argentino Bruno Bimbi, (Avellaneda, 1978),ha escrito un artículo en Ctxt
titulado “¿Cómo se dice xenofobia en catalán?” en el que cuenta su
experiencia como alumno de un curso de la Universidad de Barcelona. “El
fanatismo, la xenofobia y hasta la falta de gentileza gobiernan
Cataluña”, afirma.
Bimbi, que es activista en favor de los
derechos del colectivo LGTBI y ha escrito también artículos criticando a
la derecha española, explica que la profesora se negó a dar las clases
en español a pesar que la mayoría de los estudiantes eran
latinoamericanos y orientales. (...)" (e-notícies, 01/12/20)
Aquí el artículo en el que unos alumnos extranjeros son despreciados por su profesora, por el simple hecho de no saber catalán en un curso en el que se matricularon porque se daba en castellano:
"–Disculpe, profesora, ¿este grupo no es en español? –pregunta una alumna asiática en la primera clase online, luego de entender que no va a entender.
–No, no, no. Mis clases son en catalán –responde la profesora.
–Pero este grupo es en español –interviene otro alumno, latinoamericano–. En el listado que la Universidad de Barcelona publica en la web y todos consultamos antes de hacer la matrícula, dice que es en español. Es uno de los únicos...
–No, es un error –lo corta la profesora.
La disciplina es obligatoria para todos los grados de la facultad, de modo que hay nada menos que once grupos con diferentes días, horarios, profesores y lenguas para elegir, o al menos eso promete la universidad a sus alumnos.
De los once, nada menos que nueve son en catalán. Diez, dice la inmersión lingüística.
–Yo no entiendo catalán –dice la alumna oriental.
–Lo lamento, pero yo no doy clases en español. Si pusieron eso, se equivocaron. No es culpa mía –dice la profesora, y agrega: –Ustedes deberían esforzarse para entender, no lo están intentando... Es una lengua muy parecida.
–Eu não sei de quem é a culpa –dice el latinoamericano–, mas eu fui ver agora, de novo, no site da universidade e lá diz que este grupo é em espanhol. O único que a gente está pedindo é pra senhora cumprir o que a universidade prometeu. Aliás, só tem dois grupos pros hispano-falantes; os outros nove são em catalão.
–No entendí –dice la profesora.
–A senhora deveria se esforçar para entender. O português também é uma língua muito parecida –dice el latinoamericano.
Los hispanohablantes nacidos de este lado del océano se callan, pero algunos avisan, en privado, que mejor no te metas en líos, porque te van a acusar de no sé cuántas cosas, yo sé lo que te digo, es un tema tabú...
–Yo no hablo catalán –insiste la alumna oriental.
–Está bien –dice la profesora–, hoy daré la clase en español, pero es un error.
Sin embargo, poco después, otra alumna pide reabrir la discusión. Lo pide en catalán y, a partir de entonces, comienza una asamblea del procés. Un grupo de alumnos se refiere con cierto desprecio a esos dos extranjeros, levantando una barrera lingüística que los deja afuera de la discusión. El resto se calla y mira para otro lado.
–¿Les parece bien hablar de nosotros en un idioma que no entendemos ni podemos usar para responderles? –pregunta el latinoamericano.
La profesora, empoderada, entre banderas imaginarias, anuncia:
–Voy a dar mi clase en mi lengua. Y al que no le guste...
–¿Alguno de ustedes no habla español? –pregunta el latinoamericano.
–Todos lo hablamos, pero no es eso –responde una alumna.
La oriental ya no habla más, quizás se haya ido.
Según los resultados de 2018 de la Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población, realizada por el Instituto de Estadística de Cataluña, el castellano es la lengua inicial del 52,7% de los catalanes de más de 15 años, mientras que el catalán lo es del 31,5%. El 48,6% usa el castellano como lengua habitual y el 46,6% se identifica con él como su lengua, porcentajes que caen al 36,1% y 36,3% para el catalán.
El 6,9% se identifica con ambas lenguas y el 7,4% las usa habitualmente sin distinción. Cuando están en casa, a solas con su familia, sin ninguna bandera observándolos, la mayoría habla en castellano: el 37,7% solo usa sólo ese idioma, el 10,1% usa más el castellano que el catalán, el 7,8% ambas lenguas, el 5,6% más el catalán que el castellano y apenas el 27,2% usa sólo el catalán.
Y, si bien el 94,4% entiende la lengua obligatoria en las aulas universitarias, sólo el 81,2% la habla, el 85,5% la lee y apenas el 65,3% la escribe, contra 97,6% que escribe en castellano, 98,5% que lo lee, 99,5% que lo habla y 99,8% que lo entiende. En Barcelona, donde está el edificio en el que los alumnos discuten con la profesora, el 50,6% de la población se identifica con el español y sólo un 31% con el catalán.
Piden que al menos un grupo –¡de once!– use la lengua que habla la mayoría.
Apenas uno, aunque la universidad informa que hay dos.
Al latinoamericano le encantaban las canciones del Nano en catalán y decía que le gustaría aprenderlo para cantarlas, pero ya le sacaron las ganas. Cada vez que tiene que hacer un trámite en la Generalitat y se niegan a responderle en una de las lenguas oficiales del país, haciéndole ver que le seguirían refregando en la cara que es extranjero si no estudia el idioma con el que se identifica apenas el 31% los habitantes de la ciudad donde vive, hasta Pare y Seria fantàstic le gustan menos. Y esto no es una discusión sobre el procés, o sobre los presos –que el latinoamericano cree que deberían estar libres–, sino sobre el fanatismo, la xenofobia y hasta la falta de gentileza que gobiernan Cataluña.
Existe un debate legítimo sobre la inmersión lingüística en las escuelas, como forma de preservar el catalán como patrimonio cultural de Cataluña, garantizando que pase a las próximas generaciones. El maximalismo que ha tomado ambos lados del conflicto soberanista, que ya perciben como enemigo no sólo al otro, sino también a su lengua, tal vez haya impedido explorar otras alternativas, como la enseñanza bilingüe, o algún modelo que garantice pluralidad y derecho a decidir.
Pero esa discusión, que puede tener mucho sentido cuando hablamos de la escuela, lo pierde en el caso de la universidad, donde estudian personas ya adultas, que superaron hace muchos años el período crítico de adquisición del lenguaje a partir de la mera exposición a un entorno lingüístico. Si quieren que aprendamos catalán en la universidad, nos tienen que convencer, seducir –lo que están haciendo es exactamente lo contrario– y, sobre todo, facilitar la tarea. En vez de imponerlo por la fuerza, yo comenzaría ofreciendo clases gratuitas.
–Lo mejor es que te cambies de grupo –dijo la profesora.
Esa misma tarde, el extranjero recibió un email de la directora de estudios de la facultad: “Puesto que tiene tantos problemas para seguir la asignatura, solicite, por favor, a la Secretaría de la Facultad un cambio de grupo”, decía. Los problemas, claro, eran suyos, al igual que la culpa.
Ya sin ánimo de discutir, pidió que le confirmaran si el otro grupo que en la web de la universidad dice que es en español realmente lo era. No le respondieron. Hecho el cambio en la Secretaría, llegó a su segunda primera clase y, claro, era en catalán. Esta vez, no dijo nada. Más tarde, envió un email a la nueva profesora, explicando la situación. Resaltó nuevamente que había otros diez grupos en catalán.
¡Once!, gritó la inmersión lingüística.
La única solución a la que llegaron fue que el extranjero no fuera más a clase y leyera la bibliografía de forma autónoma para los exámenes.
–Profesor, el día del examen, ¿es posible que haya una versión con las preguntas en castellano? –le preguntó el extranjero a otro docente de una disciplina que ni siquiera simula tener grupos en español, a pesar de que también hay muchos.
El profesor respondió en catalán, sin que se le cayera la cara de vergüenza.
Respondió en catalán esa pregunta.
El alumno no entendió nada.
–Ok, gracias.
"Leo con estupor el acto de contricción de Mónica Andrade, Vanesa Jiménez y Miguel Mora, director y directoras adjuntas del semanario digital CTXT, con motivo de la publicación de un artículo de opinión sobre la discriminación del castellano en la Universidad catalanas ("¿Cómo se dice xenofobia en catalán?", de Bruno Bimbi).
Me constaba que se había montado cierto revuelo a cuenta del mencionado artículo; pero reconozco que no lo había leído y tan solo me había percatado de algunos titulares que comentaban el acoso en redes al autor. Sabía, sí, que el tema era la denuncia de que en un curso de una Universidad catalana ninguno de los muchos grupos que se ofrecían incluía docencia en castellano, pese a que se había publicitado que sí habría docencia en ese idioma.
No conocía, sin embargo, nada más y ni siquiera sabía de qué cursos hablaban o a qué Universidad se refería el artículo. Sin embargo, cuando llegó a mis manos el enlace a una tribuna que comenzaba afirmando "Por qué CTXT no debió publicar la tribuna "Cómo se dice xenofobia en catalán" ya no pude resistir la tentación de entrar en el tema.
No será una sorpresa para quien haya llegado hasta aquí que le comparta que nada más lejos de mi intención que ayudar con una suscripción a una publicación que es capaz de incurrir en una rectificación tan humillante y perversa, tan contraria a lo que deberían ser las exigencias y comportamientos de un periodista." (Rafael Arenas García , El jardín de las hipótesis inconclusas,01/12/20)
CTXT novela el por qué debió censurar un texto en el que un colaborador relata su experiencia... no le acusa de mentir... le acusa de no ser politicamente correcto, de que la discriminación por lengua es algo perfectamente asumible:
"Por qué CTXT no debió publicar la tribuna ‘Cómo se dice xenofobia en catalán’, que ha generado un alud de insultos al autor en Redes Sociales.
No es agradable escribir estas líneas. No por el mea culpa que contienen. Nos equivocamos lo suficiente como para sabernos falibles. La razón es que tenemos que hablar del artículo de un colaborador de CTXT, y colocarle aún más en el centro de la polémica. Como premisa, les pediríamos que cambiemos el foco.
En las últimas horas, hubo miles de mensajes en las redes sociales insultando al autor del artículo ¿Cómo se dice xenofobia en catalán?, un periodista latinoamericano y activista gay, llamándolo “puto”, “lacra”, “sudaca” y diciéndole que se vaya a “su país”. No fueron comentarios aislados, sino un torrente de ataques en el que participaron numerosas cuentas anónimas y bots, pero también personas reales.
Para todos los que hacemos CTXT, esto es inadmisible, más allá de las críticas legítimas que puedan hacerse al artículo. Por otra parte, la responsabilidad de lo que se publica en la revista es solo nuestra: del director y, en ausencia de éste, de las dos directoras adjuntas. Y, en este caso, fue un error de la dirección de la revista publicar el artículo. (...)
Los periodistas vivimos con la tentación de llevar a los titulares aquello que nos pasa a nosotros. Algunas veces hemos aceptado testimonios personales en la revista. La mayoría, debemos asumirlo, de escaso valor informativo. Pero aquí el asunto nuclear era el uso del catalán en la universidad, y no supimos ver la importancia que tiene este tema, ni lo sensible que es para nuestras y nuestros lectores y suscriptores (Catalunya es, tras Madrid, la Comunidad donde más se lee CTXT y donde más socias y socios tenemos).
Los colaboradores de la revista trabajan con total libertad. Salvo en contadas ocasiones no avisan del asunto sobre el que van a escribir. No tenemos costumbre de censurar a nadie, nunca lo hemos hecho. No es una excusa, pero en este caso resulta evidente que fue un error no rechazar el artículo.
Es cierto que Bimbi escribe su texto desde una óptica
distinta a la habitual, la de un alumno extranjero que espera recibir
una clase en castellano y se siente engañado, marginado y maltratado.
Pero el valor informativo de su pieza es cuestionable en tanto se trata
de una opinión y de un caso particular, el suyo, que narra un hecho
concreto del que siempre es aventurado extrapolar una realidad. Si
realmente estábamos hablando de una denuncia de una mala práctica
universitaria, la buena praxis periodística habría obligado a pedirle al
autor la concreción que le faltaba al relato, el cuándo pasó, el cómo
pasó, en qué Facultad, qué curso...
No les contaremos aquí los debates internos sobre el artículo. Solo añadirían ruido al estruendo generado. Lo cierto es que la tribuna se publicó el sábado 28 de noviembre, con un título y un subtítulo totalmente desafortunados (los editores debimos cambiar ambos, pero no lo hicimos, aunque modificamos el subtítulo una vez se había publicado), y, para colmo, ilustrada con una foto de la UAB, que nada tenía que ver con el artículo. Una penosa cascada de fallos y errores.
De forma casi inmediata, la pieza suscitó algunas quejas por correo electrónico, además del violento ataque contra el autor en las redes sociales, que ha incluido, ironías de la vida, el uso abundante de insultos xenófobos. Pero hubo también muchos comentarios de gente sensata que, a través de tuits, correos y mensajes respetuosos dirigidos a la redacción, cuestionaban la publicación del artículo. Gracias a todos y todas por intentar elevar un debate que había nacido defectuoso.
Hasta ahora hemos hablado más de las formas que del fondo. Para
hablar del fondo del artículo nos remitimos a la réplica que publicamos
horas después, firmada por José Luis Martí, profesor de Filosofía del
Derecho de la Universidad Pompeu Fabra. Martí aporta su amplia
experiencia y muchos datos. En su artículo La riqueza lingüística de la Universidad catalana
concluye que “no existe un problema general con/para el castellano en
Cataluña. Y tampoco existe un problema particular con/para el castellano
en las universidades”.
La réplica no oculta la realidad: nos equivocamos y pedimos disculpas a nuestras lectoras y suscriptoras por la publicación del primer artículo. CTXT nació para abrir todos los debates posibles, con la única línea roja de los derechos humanos. Y por supuesto nuestra línea editorial defiende, como ha quedado patente en nuestros editoriales desde hace seis años, la riqueza lingüística y la plurinacionalidad del Estado español. Siempre hemos intentado fomentar esas ideas publicando artículos fundamentados en hechos, argumentos y datos. Intentaremos seguir haciéndolo. (...)"
(Carta a los lectores, Mónica Andrade / Vanesa Jiménez / Miguel Mora, CTXT, 30/11/2020)
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