"(...) Nos han contado todos los cuentos, nos han querido mecer con ellos. Todos les vale... pero no todo vale. (...)
Nos han llamado bestias con rostro humano. También murcianos y andaluces, hombres (o mujeres) a medio hacer.
Siguen
hablando de xarnegos y, cuando no les oímos y hablan en su intimidad,
de catalanes de segunda o tercera. O, ras i curt, de no catalanes.
Plagiando a Luis XIV: Cataluña son ellos, sólo ellos.
Han tildado a nuestro padres de colonizadores lingüísticos.
Han
pretendido que nos avergonzáramos de nosotros mismos. De nuestra lengua
materna, de nuestros orígenes, incluso de nuestros nombres y apellidos.
Han
intentado que poetas nuestros, poetas catalanes de lengua catalana, se
alejen de nosotros. Propiedad (excluyente) de ellos; suyos, no nuestros.
Han
llegado a decir que otros poetas, poetas también de todos, Antonio
Machado por ejemplo, eran poetas extranjeros, de otra cultura, una
cultura colonizadora, extraña a la suya, a la verdadera cultura
catalana.
Hablan, si hablan, de la diversidad de España (para
ellos: estado español o Madrid) pero apenas nunca de la diversidad de
Cataluña.
Han tratado y siguen tratando al castellano (casi) como
una lengua extranjera, impropia, algo así como el inglés (peor en
ocasiones). Y no sólo la Generalitat, también muchos consistorios. (...)
Para ellos, para muchos de ellos, somos un cero a la izquierda. ¡Que nos vayamos!, dicen en ocasiones.
Nos
expulsaron del ágora ciudadana en septiembre y octubre de 2017. No ha
sido la única vez. Pretenden que seamos mero adorno, que no contemos
para nada.
Octubre de 2017 fue un mes de completa soledad para
todos nosotros. Apenas nadie nos apoyó, casi nadie estuvo a la altura de
nuestras difíciles circunstancias.
Han mentido -con alevosía y
conocimiento de causa- sobre las balances fiscales y el expolio al que
les somete España, a ellos, a su Cataluña, una de las comunidades con
mayor renta media per cápita y, a un tiempo, con más desigualdades
sociales (observen los apellidos de los más desfavorecidos… y de los más
favorecidos).
El “agresor” del pueblo, el Síndic de Greuges, uno
de los suyos, formuló hace pocos días una de las afirmaciones
hispanofóbicas a las que ya nos tienen acostumbrados sin que la
izquierda (en sentido amplio) haya pedido ni siquiera su dimisión. ¿Se
imaginan, nos imaginamos, al Defensor del Pueblo español, o de cualquier
otra comunidad española, hablando, en los términos en que habló don R.
R., de los ciudadanos catalanes y del robo a su sanidad? (...)
Han hablado de ADN’s especiales o de la incapacidad española para
comprender determinadas reflexiones político-históricas por su “densidad
democrática”. (...)
Han querido y siguen queriendo convertir la guerra civil española en una guerra de España contra Cataluña.
Han
sacado pecho, llegaron a hablar del gobierno de los mejores, por ser
los “avanzados” en recortes sociales, en la destrucción del Estado
asistencial (enseñanza, sanidad) y en la ofensiva contra los sectores
más desfavorecidos e indefensos. De eso alardearon.
Descalificaron
al movimiento del 15M diciendo que ensuciaban las calles de la ciudad y
que se fueran a orinar a Madrid, mientras usaban su policía, los
Mossos, para desalojar salvajemente y sin miramientos (esta vez sí) la
plaza de los indignados, la plaza de Cataluña. (...)
Achacan de catalanofia al resto de España (afirmación que sigue
distante, en términos generales, de cualquier descripción verdadera) al
tiempo que cultivan sin reparo una hispanofobia sistemática. (...)
No han sido capaces de comprender, no han querido comprender lo que
para millones y millones de personas significó la emigración no
voluntaria, el destierro, el dejar a los suyos, sus oficios y sus
tradiciones, y llegar a una tierra de la que apenas sabían nada y en la
que han trabajado como nadie.
Convirtieron al gran manipulador y
defraudador en un molt honorable idolatrado, en un referente
indiscutible, venerado y adorado por todo el país, por el verdadero
país. Estatuas y calles llevan su nombre.
Han generado un
movimiento cuyo objetivo máximo no sólo supone la construcción de un
nuevo muro-estado sino la hegemonía de unas clases y grupos políticos
siglos-luz alejados de cualquier valor relacionado con la izquierda o
con los movimientos socialistas. (...)
Han intentado penetrar en barrios y ciudades obreras con cuentos e
historias sesgadas, intentando romper las raíces sociales y familiares
de muchos ciudadanos.
Todo lo anterior, todo lo apuntado (me olvido de mil cosas, ustedes las conocen) nos ha dolido, nos ha dolido mucho.
Pero
hay algo que duele más, mucho más: la manifiesta y permanente
incomprensión de la izquierda, de la española (en su conjunto) y de la
catalana (en particular). No quieren oírnos, no se paran a escuchar
nuestras razones.
Repiten consignas, lemas y argumentos gastados.
Confunden conjeturas con axiomas, principios con losas, la revolución
del 17 con la revolució dels somriures y de la exclusión. No están
dispuestos a revisar sus posiciones, no quieren pensar con su propia
cabeza.
Lo peor tal vez: también para ellos somos en ocasiones unos
españolistas de m. Parecen estar más cerca de “nuestros nacionalistas”, o
incluso de Junqueras, que de nosotros. Actúan muchas veces como si no
fuéramos de los suyos. Les molestamos, se avergüenzan en ocasiones de
nosotros. (...)" (Salvador López Arnal, Rebelión, 28/12/19)
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