10/5/19

La euskaldunización de adultos fue un infierno para muchas personas que no siendo nacionalistas, tuvieron que pasar por el aro de aquel adoctrinamiento abertzale, más allá de las legítimas pretensiones de capacitación lingüística... un ejemplo de la pedagogía del odio

"(...) En esta ocasión he seleccionado un testimonio reflejado en el el Diario El País en 1994, publicado el 25 de septiembre, que revela claramente lo que durante los primeros años de la euskaldunización de adultos se produjo en muchos barneteguis (internados para aprender euskera de forma intensiva).

El autor de dicho reportaje fue el periodista Iñaki Martín. No parece que ese diario sea un representante de la prensa llamada de “derechas”.

La transcripción del relato es suficientemente clarificadora como para emplear pocas palabras respecto a lo que fue un infierno para muchas personas que no siendo nacionalistas tuvieron que pasar por el aro de aquel adoctrinamiento o socialización abertzale, más allá de las legítimas pretensiones de capacitación lingüística, con el dinero de todos. A pesar de su extensión merece la pena reproducirlo íntegramente:

“[…] Durante hace unos años se reúnen durante la temporada estival grupos de unas 25 personas por barnetegis en distintas localidades de Euskadi. A estos grupos se les adoctrina mediante una pedagogía militante que no se publica ni se indica en los trípticos de las campañas de mercadotecnia, en los programas académicos para los estudiantes ni al solicitar subvenciones públicas.

El tríptico informativo prometía seriedad en la organización, aprendizaje intensivo (siete horas diarias), metodología moderna, vídeos, cintas y un modelo de interacción entre estudiantes y profesores que convertía al euskera en práctica cotidiana, en una convivencia de 30 días. Las personas habían sido seleccionadas por su nivel, aspiraciones y deseos en el aprendizaje del euskera… Todas estas promesas se incumplieron.

La charla de dos ancianas y el sonido de maletas arrastradas me despertaron antes de llegar. Desorientado descendí del autobús y me encontré con un grupo de entre 18 y 30 años que parecían estaban en la misma situación que yo. Acudí a ellos interrogándoles sobre el paradero de una estación de tren abandonada donde, se suponía, debíamos concentrarnos los estudiantes. Allí encontré a un grupo de unas 25 personas depositando su equipaje en la entrada. Varios individuos llevaban la voz cantante y nos reunieron alrededor de una fuente, formando un holgado circulo.

Me di cuenta de que la acción se estaba representando en un lugar donde se erigía un monumento de mármol, en reconocimiento de la labor de un miembro fallecido de ETA, con una inscripción que evocaba el homenaje del pueblo al nombre y a los hechos heroicos del gudari.

Tras esta primera representación, una de las profesoras intervino ante el grupo diciendo: ‘Ahora vamos a jugar a un juego. Se trata de maullar ante una persona escogida al azar e intentar hacerla reír, si se consigue, ocupa el puesto propio y continúa el juego con otras personas hasta que consiga librarse de hacer el gato’

Durante esta segunda escena se creó un ambiente artificial de humor, con este juego concebido para romper el hielo entre personas que se acaban de conocer apenas cinco minutos antes.

Tras el juego de Katu gixajua dos profesores invitaron al grupo para que volviera a formar un círculo, a una de ellas inició su discurso diciendo ‘Nosotros somos una ameba, ¿qué es una ameba? La ameba es una célula como nosotros y nuestro grupo debe estar unido y funcionar como tal en cualquier momento, en cualquier actividad, todos juntos, todos a una, somos una ameba.’

Nadie dice nada, ha transcurrido una hora desde que llegué y seguí fuera de juego pensando que aquello no podía ser un barnetegi.

La profesora continuó ‘la ameba requiere que peguemos nuestros cuerpos lo más posible, para no separarnos, ¿a dónde va la ameba?’ pregunta a los estudiantes; respuesta, ‘al barnetegi’.

Toda personalidad o el individuo debe queda fuera del barnetegi, sus fines competen a todos los presentes, y el juego de la ameba al individualismo en cualquiera de sus manifestaciones dinamitaría el barnetegi metaforizado por el susodicho microbio.[…]

Primero se presentan dos profesoras, y luego solicitan a los estudiantes que hagan igual. Explicamos uno a uno nuestro nivel de estudios, actividades profesionales y situación laboral, entre otros temas. La mayoría del grupo revela que su actividad preferencial es ser parranderua (juerguista), y que han ido al barnetegi ‘porque quieren vivir y aprender el euskera porque somos vascos y euskaldunes’

Una vez tuvimos que elaborar, en grupos de a dos, un crucigrama de manera que luego el resto de los grupos intentaran adivinarlo. En uno de ellos se preguntaba ‘¿Qué valen los españoles?’ respuesta ‘cero’ ‘¿qué seremos un día?’ respuesta ‘independientes’ ‘¿de qué van los partidos políticos?’ respuesta ‘de demócratas’ ‘¿qué conseguiremos?’ respuesta al unísono, ‘la revolución’.

Cuando los estudiantes respondieron ‘la revolución’, la profesora matizó: ‘No conseguiremos la revolución, sino que la haremos’, diferenciando el verbo lortu (conseguir) de egin (hacer), haciendo hincapíe en que ‘conseguir la revolución (iraultza) tiene menos peso y fuerza que hacerla’

Es importante destacar que éste y otros ejercicios didácticos incluían expresiones de vinculación con Herri Batasuna y sus extensiones JARRAI o la organización armada ETA,[…]

Dentro del barnetegi los estudiantes vestían camisetas con la insignia de Herri Batasuna, Jarrai o con lemas políticos ‘independentzia’, ’iraultza’, ’anmistia’ o ‘intsumisioa”.

Pero su intsumisioa está en las antípodas del movimiento pacifista que se ha generado en Europa y en Euskadi. Consiste básicamente en oponerse a todo lo que represente el Estado español o a España, pero sin negar su apoyo público a la violencia armada de ETA, o de cualquier organización o ejército de corte izquierdista, obedeciendo a la consigna ‘ el servicio militar, en ETA militar’

También era normal que todas las alhajas que portaban los estudiantes de ambos sexos fueran símbolos de su ideología, la estrella roja de Jarrai, los pendientes con la insignia de herri Batasuna o el hacha y la serpiente […]

Abundaban las pegatinas con el concentrado de símbolos ideológicos o con las pretensiones políticas, por ejemplo ‘ETA bietan Jarrai’ (ETA continúa, sigue en dos frentes de lucha, la política y la armada), ‘iraultza ala hil’ (revolucióno muerte), ‘ independentzia’ (independencia).

De lo que se trataba era de transmitir por medio de juegos de rol, una doctrina revolucionaria. En estos juegos los estudiantes se dividían en grupos que defendían y adoptaban el mejor método para afianzar una decisión política.

Para ello unos enfrentábamos entre nosotros en cada ejercicio, abandonando la ficción del juego para reiterar un nosotros vasco nacionalista radical, que insistía en la ideología personal, cuya apoyatura era en mi barnetegi la interpretación marxista leninista.

Ejemplo es ‘tu eres el empresario y quieres que tus empleados metan horas extras, ¿cómo les obligarías?’[…]

A partir de la primera semana de estancia en el barnetegi, el grupo de estudiantes dejó de relacionarse conmigo por un incidente ocurrido en el transcurso de una cena mientras me servía un plato de puré y una profesora me acusó, señalando el plato de ‘no tener conciencia colectiva’. Al parecer me había echado tal cantidad que le provocó la alucinación dialéctica en virtud de la cual la cantidad deviene en cualidad.

Traté de explicarle que el puré era sólo puré y que no tenía nada que ver con la conciencia colectiva. Acto seguido añadí que era un concepto ajeno a los alimentos, pero que, si me hubiera preguntado por la cantidad servida, a su parecer demasiado generosa, le hubiera respondido que no iba a comer segundo plato y que, habiéndose servido el resto del grupo –yo había llegado cinco minutos tarde- no me parecía cantidad exagerada.

Afectado por el ambiente reinante en el barnetegi incluí en el discurso una disertación sobre los usos y costumbres del concepto conciencia colectiva. La tranquilicé diciendo que regímenes como los de Stalin, Castro, Hitler, Franco o Mussolini ya habían hecho un uso similar del término. Añadí a esa lista a Herri Batasuna.

La cosa se puso seria cuando comenté a los contertulios que tuvieran cuidado con la dieta cárnica del segundo planto, pues acababa de descubrir que tenía propiedades como la conciencia colectiva, rica en proteínas ideológicas totalitarias y en complejos vitamínicos de culpa.

Tras estos comentarios el ambiente se enfrió algo más que el puré. Hubo actos relevantes a los que no fui invitado; no me regalaron la lectura de informes y teorías de acciones sociales que Jarrai distribuyó entre sus simpatizantes del barnetegi, ni me propusieron asistir a las manifestaciones de Herri Batasuna el día de la Salve en San Sebastián, otra que se celebró en Bilbao. Tampoco contaron conmigo durante mi estancia en el barnetegi dejándome de hablar los profesores y alumnos.

Cuando decidieron que un buen ejercicio de euskera sería mandar unas cartas a los presos de ETA que estaban en distintas cárceles, no me pidieron que enviara una misiva, pero vi como la chica que tuvo el descuido con Fidel, leía la Critica de la economía política de k. Marx y metía párrafos de ese texto en su carta a los presos mencionados.

Un profesor me comunicó ‘para nosotros estás en la hoguera, y que lo que más le costaba era clasificarme, pues no parecía pertenecer a partido político alguno.

Tras mi estancia, reflexioné sobre algunos puntos y descubrí fenómenos dignos de mención, como el cambio de ETA en sus relaciones con las sociedades totalitarias, estrechando nuevos lazos con Irán y el islamismo, desvinculándose por razones presupuestarias, que no ideológicas, de sus hasta ayer socios de la extinta ex Unión Soviética, y en las paradojas y debilidad de la democracia, pues en ella pueden surgir maneras de destruirla. Por ejemplo, dejando dinero público a barnetegis como este mismo.” (...)"

(Ernesto Ladrón de Guevara, La tribuna del País Vasco, 23/01/19)

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