"Mi exjefe y sin embargo amigo Antonio Galeote me dijo ya hace años
que esto del poceso era supremacismo. Al menos entre las clases
dirigentes. Creo que entonces reaccioné con estupor, casi con indignación. Debí responderle con una expresión coloquial: “¡Antonio, cómo te pasas!”
Más o menos la misma que dije mi colega Manuel Trallero el día que me auguró que esto acabaría en violencia. No me cabía en la cabeza que un pueblo culto, avanzado, maduro y demócrata como el catalán pudiesen caer en ambas cosas.
Me temo que transcurrido el tiempo he cambiado de opinión. Al primero
ya le he dado la razón. Al segundo espero no tener que dársela. Porque el último tuit de Núria de Gispert confirma mis peores presagios. Con el agravante además de que ha habido más. Muchos más.
La Vanguardia tenía la gentileza de publicar el pasado viernes una recopilación.
No dejaba títere con cabeza.
Pablo Casaso no es que sea tonto, es que es “retonto”.
José Zaragoza es “patético y miserable”.
El ministro del Interior en funiones, Fernando Grande-Marlaska, también era “tonto o se lo hace”.
Enric Millo es un “mayordomo".
Inés Arrimadas “inepta e igonorante”.
La misma Vanguardia era una “miseria”.
A Cayetana Álvarez de Toledo le recomenbada que “no abra la boca”.
Mira quién habla.
Arrimadas -volvía al ataque- es “una choni de diez” o una “mona de Pascua”.
La ministra Batet, también en funciones, “sigue ladrando”.
La alcaldesa de l’Hospitalet, Núria Marín, “una miserable”. Extensible “en especial” a Miquel Iceta y Pedro Sánchez.
¿Pero saben qué es lo peor?
El silencio ensordecedor
No he oído nadie del campo indepe criticarla, condenarla, cuestionarla. ¡Ni los tertulianos de TV3!
Tampoco su propio partido, Demòcrates de Catalunya. Siguiendo con el resto: JxCat, la Crida, el PDECAT, ERC. Bueno sí los de Esquerra lo han criticado por lo bajini.
El presidente del Parlament, Roger Torrent, decía al final de una entrevista en La Vanguardia el domingo: “Me parecen tuits muy inapropiados y no los comparto. Pero no me compete a mí decidir sobre ello.”
Y Pere Aragonés afirmaba el mismo día, en este caso en El Periódico,
el mismo día: "Las suyas son unas declaraciones injustificadas que no
comparto. Torra es el 'president' y conoce mi opinión y la de ERC.
Cualquier decisión que tome nos parecerá bien".
Mientras que la consellera de Salut, Alba Vergés, afirmaba el viernes
en TV3 que "es más allá de desafortunado y creo que no debería darse
este tipo de mensajes nunca” pero que había sido decisión del presidente
de la Generalitat, Quim Torra.
Mentira. Y gorda.
Las creus de Sant Jordi las aprueba el Govern. Todo el Govern.
¿Qué hace Esquerra? ¿Lo critica puertas afuera pero luego calla en
las reuniones del Consell Executiu? ¿Quién manda en ERC? ¿Ni siquiera
saben ver que esto es un patinazo como una catedral?
¡Jordi Graupera todavía se ufanaba en twitter de tenerla en la lista!
“En esta candidatura prima la libertad de decir. Sin consignas, sin órdenes jerárquicas”.
Ahora insultar al rival político es libertad de expresión.
Acaso no dijo Torra que los españoles eran “bestias con forma humana”.
Que “evidentemente, vivimos ocupados desde 1714".
Que "los españoles en Catalunya son como la energía: no desaparecen, se transforman".
Que "si seguimos aquí algunos años más corremos el riesgo de acabar tan locos" como ellos.
Que “vergüenza es una palabra que los españoles hace años que han eliminado de su vocabulario".
Que "oir hablar a Albert Rivera de moralidad es como oír a los españoles hablar de democracia".
Entre otras sutilezas. Precisamente por eso llego al cargo.
Seguramente es lo mismo que piensa Carles Puigdemont, Elsa Artadi, Laurà
Borràs, Eduard Pujol, Francesc de Dalmases, Josep Costa y el resto de
los que ahora mueven el cotarro.
Sólo hay que oirles en las ruedas de prensa.
¿De verdad se extrañan de la Creu de Sant Jordi a Núria de Gispert?. Pero si es una de los nuestros.
Sí, Antonio, tenías razón: es supremacismo." (Xavier Rius, director de e-notícies, 06/05/19)
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