26/4/19

'Pero era tal la vergüenza que me daba hablar con mi aita y con mi ama en castellano ante el resto de compañeros habiendo ganado aquel campeonato en uno de los templos del euskara, era tal el complejo que tenía de falta de pedigrí, que aquel día preferí renegar de ellos y rechazarles el saludo'

"(...) Mi vida en cierta manera está ligada a Errenteria. Fue en 1989, en ese pueblo, cuando rechacé a mi padre y a mi madre en el campeonato de bertsolaris jóvenes Xenpelar Saria. Yo, fruto de las nuevas escuelas de bertsolaris de la época, era un bertsolari atípico, hijo de emigrantes llegados de Extremadura y Zamora, ‘bertsolari in vitro’, diferente y poco ortodoxo en la estética y el lenguaje. 

Nací en 1972, en pleno conflicto político en una familia de emigrantes, del que era el primer vascoparlante. Pero era tal la vergüenza que me daba hablar con mi aita y con mi ama en castellano ante el resto de compañeros habiendo ganado aquel campeonato en uno de los templos del euskara, era tal el complejo que tenía de falta de pedigrí, que aquel día preferí renegar de ellos y rechazarles el saludo. He llegado a hacer cosas tan feas como esa, lo reconozco públicamente.

Eran tiempos en blanco y negro. Español malo, vasco bueno. Estereotipos y clichés. Tu ahí y yo aquí. No sabía gestionarlo. Es así como yo, en vez de sentirme orgulloso de ellos, yo, fruto de su esfuerzo de integración, llego a rechazar en Errenteria a mis padres en un contexto histórico concreto y como consecuencia de un conflicto identitario interno mío, pero colectivo y extendido en todo el territorio vasco.

Pongámonos en perspectiva histórica para darnos cuenta de la envergadura de nuestra tarea y del logro que supone la convivencia actual en Errenteria. Cientos de miles de emigrantes llegaron de Andalucía, Extremadura, Castilla, Galicia y demás pueblos del Estado a tierras vascas en muy pocos años.

Llegaron a miles en trenes, autobuses, sin orden alguno, sin estrategia integradora alguna. Al contrario, los obstáculos para la integración eran de todo tipo: identitarios, políticos, culturales, clasistas, urbanísticos... Llegaron a un pueblo en el que su cultura y todas sus expresiones, su idioma, eran perseguidos, mancillados, humillados, castigados y desprestigiados, hasta tal punto que muchos de los aquí nacidos, en un alarde de clasismo y acomplejamiento lingüístico, lo rechazan y se burlan de aquellos que hablan mal el castellano y huelen a caserío.

Nuestros padres y nuestras madres llegaron a un autentico Gernika cultural que hoy en día todavía estamos en plena fase de reconstrucción. Miles de familias como la mía, «maketos», «mantxurrianos», «coreanos», «belarrimotzas», «hezurbeltzas» que se instalaron en auténticos guetos para emigrantes, barrios periféricos… verdaderas chapuzas sociales que el dictador Franco gustaba de inaugurar. Sitios llamados «Casas baratas», «Mantxurria», «Mundo mejor», «Poblado», «Katanga» y demás nombres despectivos.  (...)"                  (Jon Maia,  Bertsolari, Naiz)

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