"(...) "A muchos, que pueden haberse dado cuenta de que no es viable la
independencia, les costará cambiar sus actitudes. Por eso crean otro
discurso", subraya Verónica Benet-Martínez, investigadora de la Pompeu
Fabra (UPF): "Los estudios en disonancia cognitiva han mostrado que
cambiar el comportamiento para hacerlo acorde a la información es
difícil para muchas personas, de forma que lo resuelven de otra forma:
la gente se cuenta mentiras para no cambiar su comportamiento". (...)
En la Diada de 2015, cientos de miles de personas
llenaron cinco kilómetros de la avenida Meridiana de Barcelona y
abrieron un pasillo en mitad de la calle por donde un grupo de
voluntarios portó una flecha gigante que marcaba "el camino a la
independencia".
"No sé si hay un guionista del procés. Pero, si lo hay, es un crack
en la construcción simbólica: de las escenografías, del ritualismo, de
la innovación permanente... Todo ello consigue que la gente participe en
algo que cala en sus vivencias. Configuran una identidad muy potente",
subraya Serrano, sobre una de los principales apuestas del
independentismo.
Desde un principio, sus líderes supieron que parte de
su estrategia debía pasar por la configuración de unos símbolos que
aglutinaran. No solo banderas —como las miles que se colgaron en las
fachadas de Cataluña—, sino también lemas, carteles o pancartas, como
las que ANC ofrece en su web para que el usuario se las descargue e
imprima en casa.
Y en este contexto, según indican los expertos en
Psicología Política, la lengua y la cultura catalana jugaron otro papel
básico como símbolos. "Tendemos a pensar en los símbolos como algo que
sirve para que los demás vean quiénes somos y en qué creemos. Pero los
símbolos también se usan para activar ciertos sentimientos dentro de uno
mismo y autoreafirmar nuestras creencias. Se usan para sentirte de una
forma específica.
Para recordarte a ti mismo quién eres y en quién
crees", continúa Benet-Martínez, que insiste en que "mucha gente"
renuncia a este tipo de instrumentos porque esta "autoformación no les
es necesario".
Una herramienta usada en ambos bandos, como añade la
profesora: "El catalán lo utilizan como símbolo algunos no secesionistas
para decir ‘yo también hablo catalán y no soy independentista".
Hasta tal punto jugaron estos personajes un
papel clave, según José Manuel Sabucedo, catedrático de la Universidad
de Santiago de Compostela, que fueron quienes plantearon "una oferta para satisfacer la demanda
de movilización provocada por la crisis [económica]". Porque este
proceso no se explica sin ampliar el foco y echar una mirada al
contexto. "En 2015, con el 15-M, el Govern y la élite estaban
atemorizados.
Aquello acabó por canalizarse [en otra dirección]",
apostilla Serrano, que destaca la "peculiaridad" del procés.
"La mayoría de movimientos de carácter emancipador o crítico se
desarrolla en ambientes hostiles, donde quienes ostentan el poder
tienden a reprimir. Aquí, en cambio, hay una simbiosis entre el
movimiento y las élites", remacha el profesor de la UB, que insiste en
que ese fenómeno se observa en las listas para el 21-D: "Con los Jordis, por ejemplo. Hay un trasvase entre movimiento y partidos". (...)
Un sentimiento de mártir
"La identificación con el propio grupo y la
percepción de que está siendo tratado injustamente pueden activar un
sentimiento de obligación moral que lleve [a los líderes], incluso, a
sacrificarse por el grupo", relata Sabucedo, que destaca:
“Pero no todos
los autosacrificios deben merecer la misma valoración social. No es lo
mismo quién lucha por lograr la igualdad entre todas las personas, como
fue el caso del movimiento de derechos civiles en EE UU, que el que lo
hace justamente por lo contrario".
"El sacrificio se explica también por
la interiorización de la trascendencia —asumir que está en juego la
supervivencia de un pueblo—, pero, en la práctica, todo es muy prosaico.
De ahí la aceptación del 155 y cierta autocrítica", concluye Serrano." (J. J. Gálvez, El País, 03/12/17)
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