21/12/18

El «procés» no está muerto. Lo más probable es que se avance en la línea de una creciente división del trabajo: unas «fuerzas de choque» dedicadas a crear el caos y acosar a la población refractaria, y una mayoría «pacífica» dedicada a tareas de apoyo logístico y a hacer continuas exhibiciones de victimismo. Es una fórmula bien acreditada por la experiencia vasca: unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces... el «procés» no ha terminado porque su esencia consiste precisamente en eso: en «proceder», durar... consiste simplemente, con muertos o sin ellos, en la tarea sadomasoquista de no vivir ni dejar vivir...

"(...) los líderes del «proceso» por antonomasia, el «procés» que nos lleva por la calle de la amargura (una calle sin final visible) a los habitantes de Cataluña, dieron en adjudicar ese nombre al delito continuado contra la convivencia que vienen perpetrando, como mínimo, desde la última década del siglo XX. (...)

Pues bien, la eclosión que estamos viviendo en el último lustro y pico, en la medida que tiene las espaldas bien cubiertas por un entramado institucional bien engrasado y con unas dimensiones y unas competencias sin precedentes en la historia de Cataluña, puede resistir sine die, aun a costa de engañarse con un remedo del negriniano «resistir es vencer».

Lo único cierto en esos prematuros diagnósticos de enfermedad terminal es que, si bien la history del «procés» no tiene visos de acabarse, sí puede afirmarse que últimamente estamos viviendo otra story distinta de la del período 2012-2016. Cabría decir, haciendo honor a la jerga de los informáticos, que hemos pasado del «procés» 1.0 al «procés» 2.0. Del «procés» de las sonrisas al de las hostias (de momento, incruentas).

No sólo los escuadristas de los CDR hacen todo lo que pueden para amedrentar a los discrepantes (esa plebe de «fascistas» en que parece haberse convertido, de la noche a la mañana, el 51% de la población de Cataluña), sino que sus insignes guías espirituales les animan a llevar su celo purificador hasta las últimas consecuencias: una pila más o menos alta de muertos (sin que quede claro quién ha de ponerlos, si los zelotes amarillos o los otros).

Hay optimistas que piensan, o quieren pensar, que la radicalización de las mesnadas esteladas comportará inevitablemente la reducción de sus efectivos. Está por ver.  (...)

 Lo más probable es que se avance en la línea de una creciente división del trabajo: unas «fuerzas de choque» dedicadas a crear el caos y acosar a la población refractaria, y una mayoría «pacífica» dedicada a tareas de apoyo logístico y a hacer continuas exhibiciones de victimismo. 

Es una fórmula conocida y bien acreditada por la experiencia vasca: unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces. El resultado de conjunto es aquello tan viejo de «tirar la piedra y esconder la mano» (técnica en la que Oriol Junqueras, por ejemplo, es consumado maestro).

A esa división del trabajo en el interior hay que añadir el inapreciable apoyo exterior de derechistas xenófobos varios (particularmente belgas, alemanes e italianos) e izquierdistas desnortados que parecen creer en la eternidad del franquismo y se consuelan de su incapacidad para movilizar a la población trabajadora en defensa de sus derechos sociales sumándose a una movilización nacionalista que, por el mero hecho de ser masiva, les parece progresista a ellos, que a duras penas, cuando lo intentan, logran movilizar a cuatro gatos.

No, el «procés» no está muerto. Y, suponiendo que lo estuviera, lo que vendría ahora no sería un entierro, sino una «noche de los muertos vivientes».  (...)

En definitiva, el «procés» no ha terminado porque su esencia consiste precisamente en eso: en «proceder», durar, extenderse en el tiempo. Porque a estas alturas parece claro que, no conseguida la independencia, que era el programa máximo, ahora toca desarrollar ad infinitum el programa mínimo, que consiste simplemente, con muertos o sin ellos, en la tarea sadomasoquista de no vivir ni dejar vivir."                    

(Jaume Darrer. Escritor. Militante de IZQUIERDA EN POSITIVO, Crónica Popular, 15/12/18)

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