8/6/18

El poso que ha dejado el terrorismo es el espacios de opresión contra lo no nacionalista, contra lo español, es incesable y más en lugares en los que creen tener menos oposición... como en Alsasua

"(...) Ahora bien, no se puede generalizar afirmando que este pueblo, que duplicó su población entre 1.950 (3.500 habitantes) y 1.980 (7.250 habitantes) gracias a una industria que atrajo a inmigrantes en su mayoría extremeños, sea un pueblo agresivo. 

Lo son las personas del grupo responsable de la agresión y quizás también las que rodearon a las víctimas para que no hubiera que tomarse la molestia de perseguirlas. Quizás también (vale, un poco menos) los promotores del movimiento ”Ospa Mugimendua”, activistas por la desaparición de las Fuerzas de Seguridad en Navarra y quienes participan (incluido el Gobierno Navarro) en las concentraciones, marchas y manifestaciones que defienden a los agresores y quienes insultaron a Consuelo Ordóñez cuando con otras tres personas defendieron a los agredidos en la plaza del pueblo.

No ha sido un crimen espantoso, pero tampoco una simple paliza. Un grupo de 40 contra cuatro personas, dos de ellas mujeres. Lo de la violencia de género aquí ni se menciona. Imaginemos que esas cuatro personas hubieran sido de raza negra. O peor aún, que en cualquier pueblo de España 40 personas agredieran a 4 abertzales.

El poso que ha dejado el terrorismo, el trabajo que aún se toma el mundo abertzale por ampliar espacios de opresión contra lo no nacionalista, contra lo español, es incesable y más en lugares en los que creen tener menos oposición. ETA dejó su actividad, pero sus seguidores no han dejado la suya.

¿Qué decir de un pueblo que permite todas esas pancartas en el pueblo, todos esas manifestaciones, todos esos gritos,…? ¿Y esas voces que dicen “no es para tanto” o “ahora esto pasa menos que antes” o “esto se irá normalizando”? Puede que tengan razón, pero no será por ellos. Esos lánguidos comentarios en boca de bienintencionados políticos avalando la normalidad en una tierra de raíces enfermas es más de lo mismo.

“No fue una situación aislada. De nuevo dos guardias civiles, de nuevo borrachos y agresivos, provocando y en nuestro terreno”. Dicen los del grupo ”Ospa Mugimendua”.  

Otro guardia civil (retirado), Sebastián Arroyo González, trabajador en la fábrica de guantes de caucho Igartex en Alsasua fue tiroteado cuando iba del trabajo a casa el 8 de enero de 1980, murió al día siguiente. Su nombre no aparece en la flamante web “Altsasu memoria”. (...)

Surrealismo. Entiendo que habita entre nosotros desde hace tiempo: abramos bien el periódico de hoy mismo. Quizás la primera experiencia piloto fue (aún hoy es) el País Vasco donde los master gratuitos en experiencias surrealistas han ido convirtiendo a una mayoría a la indolencia, al relativismo. 

Tan inmersos estamos en ese surrealismo que empezamos a no distinguir lo sensato, lo lógico… no digamos el bien del mal. La hipocresía y el victimismo son herramientas cotidianas. Niños y mayores, pudientes y parados, hombres y mujeres, políticos y votantes. Nada tan interclasista.

Lo hemos visto muchas veces por aquí: un vecino mata a otro empujado por el aliento colectivo. Otro vecino lo ve y no hace nada por impedirlo ni denunciarlo, eso exime las culpas personales. La vida sigue.

El debate de los defensores de los agresores navarros se centra ahora en que la condena puede ser desproporcionada (“propia de un Estado fascista”) en caso de que se les considere culpables. La justicia no tiene por qué gustarnos a todos ni siempre por igual y es imposible satisfacer a quienes se merecen castigo. 

Que se lo digan a las más de trescientas familias de asesinados por ETA que desconocen la identidad de los autores. Recordemos que solo fue condenada una persona, y a un año de prisión menor, por el asesinato de Sebastián Arroyo. En Alsasua.

La blanca nieve les hizo solidarios: hasta lo son con un tipo de agresores."                (Iñaki Arteta, La Razón, 15/04/18)

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