"(...) La última masacre coincidió en Barcelona con la investidura de un
nuevo presidente de la Generalitat, Quim Torra. Los puntos de vista que
Torra manifestó por escrito sobre los españoles sonaron tan extremos que
llevaron a un comentarista simpatizante moderado del independentismo
catalán, Antoni Puigverd, a decir: “no creo que Torra sea nazi”, aunque
el nuevo President, “se inspira en el mecanismo que permitía a los nazis
actuar como lo hicieron: bestializando a los judíos”.
Eso mismo hacen
hoy los propios israelíes con los palestinos, confirmando que un pueblo
victimizado en el pasado puede ser, perfectamente, el peor verdugo
cuando pierde toda mesura y todo sentido de la realidad.
El problema de Israel, “no es Benjamin Netanyahu, es la nación o por lo menos la mayor parte de ella”, escribía hace poco en Haaretz
el veterano periodista israelí Gideon Levy, aludiendo a la popularidad
que el racismo y el supremacismo contra los palestinos tiene en la
sociedad de su país.
“Si el problema estuviera solo en Netanyahu y su
gobierno sería de fácil solución”, continuaba. “La verdadera calamidad
es el hecho de que toda manifestación de humanidad en Israel es un
suicidio político”, constataba Levy, influido por los coros de júbilo
que la macabra puntería de los tiradores de elite de su ejército
suscitan entre los asistentes al espectáculo.
A la ceremonia del lunes en Jerusalén asistió Sheldon Adelson, el
magnate de Las Vegas. Artur Mas cortejó a ese financiador de Trump y de
los asentamientos en territorios ocupados al que quería convencer para
que instalara su Eurovegas en el Prat, magnífica receta pujolista para
salir de la crisis del ladrillo y el latrocinio en las pocas tierras de
cultivo que le quedan a Barcelona. Entonces el President hablaba del
“eje Barcelona-Massachusetts-Tel Aviv”. Ahora ya podría cambiar Tel Aviv
por Jerusalén con la bendición de Trump.
El sucesor de Mas saludó desde Berlín el aniversario de Israel, sin
mencionar el pecado original de ese país y con la moreneta a su lado y
luego condenó la masacre para acallar murmullos.
Y el sucesor del sucesor
es un tipo del que hay que decir, “no creo que sea un nazi” porque en
sus declaraciones ha empleado con los españoles fórmulas como las que
los israelíes manejan para deshumanizar a los palestinos y como las que
los alemanes emplearon en su día con los propios judíos, mientras los
partidarios del personaje son incapaces de ir más allá del: “¿y qué?, también en España se oyen cosas así de los catalanes”.
Parafraseando a Gideón Levy podría decirse que la verdadera calamidad
es que cualquier manifestación de sentido común o de escepticismo hacia
el quimérico procés y su república imaginaria, es hoy un suicidio político en Catalunya. Por ahí pasa un eje Catalunya-Jerusalén." (Rafael Poch, 19/05/18)
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