"Al final llegaremos a las manos por los lazos
amarillos. Este viernes, en el Parlament, sospecho que ya ha ido de un
pelo. Como aquellos parlamentos de tierras ignotas o remotas que acaban a
tortazos: Uganda, Taiwan, Ucrania.
Hasta el propio Síndic de Greuges -siempre alineado
con el proceso- ha tenido que recordar que “las plazas y calles son de
todos” y que todas las ideologías “se deben de poder expresar” pero que
“hay que respetar las ordenanzas de civismo y convivencia"
Mientras que el Departamento de Territorio también ha advertido que se necesita autorización para plantar cruces en las playas. Ya sé que, de momento, la conselleria está gestionada por la pérfida España pero es que la legislación dice lo que dice.
Desde luego, cada uno puede colgar lo que quiera en su balcón o en su solapa. Sólo faltaría. Excepto la bandera negra del Daesh. Pero otra cosa es el espacio público. Y el espacio público, en efecto, tendría que ser sagrado.
A mí lo de plantar cruces en una playa me da mal fario. No me parece la manera ideal de eixamplar la base social, que dicen. Al fin y al cabo es el símbolo de la muerte. Pobres turistas. Tropezar con un cementerio -aunque sea simulado- no es la mejor manera de empezar las vacaciones.
Pero hay otras tres cosas más preocupantes del último pleno. Primero el papelón del presidente, Roger Torrent, que ha perdido un poco más de autoridad moral. Éste era el hombre que, tras su toma de posesión, admitió la necesidad de "recoser" Catalunya por dentro.
Ha visto como el portavoz de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, se lo ha toreado no una sino hasta seis veces. Y no me extraña porque no sé si estaba en condiciones de exigir. Al final como no le hacía ni caso ha tenido que suspender el pleno.
Había trampa. No es lo mismo colocar un lazo amarillo en un escaño de un diputado que en los escaños del Govern. Y hacerlo delante de Ciudadanos era casi una provocación. Aquello de situarlos en el bloque del 155.
Han conseguido entre todos que la camára casi se convierta en "una olla de grilos o un patio de escuela". Ambas expresiones son del propio Roger Torrent. Entre camisetas, sandalias, cartelitos y lazos la cosa se va degradando.
Segundo, la reacción de la CUP, que ha colocado un cartel con la inscripción “stop fascismo” frente al grupo parlamentario de Ciudadanos. Es una manera sutil de llamarles fascistas. A ellos y a sus 1,1 millón de votantes.
Sin que por cierto, el presidente Torrent les llamara al orden ni Carlos Carrizosa -o Inés Arrimadas- protestara. A la CUP, que se creen los buenos de la política catalana, se le consienten demasiadas cosas.
Pero lo peor todavía estaba por llegar. Ha sido el tuit de apoyo del presidente Torra: “El llaç groc representa avui més que mai el Govern de Catalunya”. Está diciendo que el gobierno catalán es sólo el gobierno de los partidarios de los lazos amarillos. Está excluyendo, automáticamente, a más de la mitad de los catalanes.
Esto es muy peligroso. Los irlandeses del Ulster decidieron en un momento determindado que no se sentían representados por el nuevo gobierno irlandés y decidieron permanecer con el Reino Unido.
A pesar de que los irlandeses del sur habían ideado una bandera con tres colores como muestra de hermandad: verde por Irlanda, blanco por el Vaticano y orange por los protestantes. La división de Irlanda continua casi cien años después de su independencia.
Hay que terminar esta espiral como sea. O, como se dice en catalán: prendrem mal." (Xavier Rius, director de e-notícies, 25/05/18)
Mientras que el Departamento de Territorio también ha advertido que se necesita autorización para plantar cruces en las playas. Ya sé que, de momento, la conselleria está gestionada por la pérfida España pero es que la legislación dice lo que dice.
Desde luego, cada uno puede colgar lo que quiera en su balcón o en su solapa. Sólo faltaría. Excepto la bandera negra del Daesh. Pero otra cosa es el espacio público. Y el espacio público, en efecto, tendría que ser sagrado.
A mí lo de plantar cruces en una playa me da mal fario. No me parece la manera ideal de eixamplar la base social, que dicen. Al fin y al cabo es el símbolo de la muerte. Pobres turistas. Tropezar con un cementerio -aunque sea simulado- no es la mejor manera de empezar las vacaciones.
Pero hay otras tres cosas más preocupantes del último pleno. Primero el papelón del presidente, Roger Torrent, que ha perdido un poco más de autoridad moral. Éste era el hombre que, tras su toma de posesión, admitió la necesidad de "recoser" Catalunya por dentro.
Ha visto como el portavoz de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, se lo ha toreado no una sino hasta seis veces. Y no me extraña porque no sé si estaba en condiciones de exigir. Al final como no le hacía ni caso ha tenido que suspender el pleno.
Había trampa. No es lo mismo colocar un lazo amarillo en un escaño de un diputado que en los escaños del Govern. Y hacerlo delante de Ciudadanos era casi una provocación. Aquello de situarlos en el bloque del 155.
Han conseguido entre todos que la camára casi se convierta en "una olla de grilos o un patio de escuela". Ambas expresiones son del propio Roger Torrent. Entre camisetas, sandalias, cartelitos y lazos la cosa se va degradando.
Segundo, la reacción de la CUP, que ha colocado un cartel con la inscripción “stop fascismo” frente al grupo parlamentario de Ciudadanos. Es una manera sutil de llamarles fascistas. A ellos y a sus 1,1 millón de votantes.
Sin que por cierto, el presidente Torrent les llamara al orden ni Carlos Carrizosa -o Inés Arrimadas- protestara. A la CUP, que se creen los buenos de la política catalana, se le consienten demasiadas cosas.
Pero lo peor todavía estaba por llegar. Ha sido el tuit de apoyo del presidente Torra: “El llaç groc representa avui més que mai el Govern de Catalunya”. Está diciendo que el gobierno catalán es sólo el gobierno de los partidarios de los lazos amarillos. Está excluyendo, automáticamente, a más de la mitad de los catalanes.
Esto es muy peligroso. Los irlandeses del Ulster decidieron en un momento determindado que no se sentían representados por el nuevo gobierno irlandés y decidieron permanecer con el Reino Unido.
A pesar de que los irlandeses del sur habían ideado una bandera con tres colores como muestra de hermandad: verde por Irlanda, blanco por el Vaticano y orange por los protestantes. La división de Irlanda continua casi cien años después de su independencia.
Hay que terminar esta espiral como sea. O, como se dice en catalán: prendrem mal." (Xavier Rius, director de e-notícies, 25/05/18)
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