13/11/17

¿No les conmueve pensar que esos chavales pudieron ser humillados en un clima emocional poco propicio para la ecuanimidad­ pedagógica? Eso no sucedería y no sucede en la escuela laica más sólida: la de la República Francesa

"(...) Varios padres de La Seu d’Urgell denunciaron ante un juez que sus hijos sufrieron “humillaciones, insultos e incluso agresiones” tras los comentarios de docentes sobre los desmanes policiales del 1-O y ocho de ellos tuvieron que prestar ayer declaración por un posible delito de “incitación al odio”. Algunos de estos padres disconformes son guardias civiles.

Hablamos de niños. De niños.

La justicia esclarecerá los hechos y determinará si la denuncia era infundada o no. Si hubo escarnio colectivo, si fueron señalados y humillados por ser hijos de guardias civiles. Si se les zurró o insultó para vengar los excesos policiales del 1 de octubre. 

 Por lógica y como padre, cuesta creer que denunciasen a la ligera, a sabiendas de que serían estigmatizados en este ambiente colectivo que reina en Catalunya, tan maniqueo y vengativo con las minorías discrepantes.

Unos tienen la razón (el Bien) mientras que otros son la escoria (el Mal).

La reacción social, de los centros, del Ayuntamiento de La Seu, de los restantes padres de alumnos, de la cobertura de TV3, ha despreciado las acusaciones. A nadie parece importarle si son ciertas. ¿No les conmueve pensar que esos chavales pudieron ser humillados en un clima emocional poco propicio para la ecuanimidad­ pedagógica?

Las reacciones al caso son inquietantes. De entrada, la comunidad educativa –imagino que muchos profesores tienen temor a nadar a contracorriente– considera incuestionable la conveniencia de comentar la actualidad (el proceso). Eso no sucedería y no sucede en la escuela laica más sólida: la de la República Francesa.

En segundo lugar, ¿no son los ­docentes los primeros que deberían aceptar las críticas como ejemplo de su tolerancia? Aquí y ahora todo ha sido rasgarse las vestiduras –¡menudo tuit el de Clara Ponsatí!– y negar el principio de justicia de unos padres que creen –con razón o sin ella– que sus hijos fueron humillados tras el magisterio informativo –y discrecional– de unos profesores."         ( , La Vanguardia,  07/11/17)

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