23/6/15

Las negociaciones del PNV con Franco en la Guerra Civil para que sus líderes se salvaran, a cambio de entregar la industria intacta

 El lehendakari, José Antonio Aguirre (centro), entre Manuel de Irujo (izquierda), quien llegó a ser Ministro de Justicia con la República, y el padre Alberto Onaindía, una de las personas que intermedió en las negociaciones entre el PNV y Franco, en una imagen tomada en Londres. / FUNDACIÓN POPULAR DE ESTUDIOS VASCOS

"Los militares sublevados se encontraron con una oposición que no esperaban, incluso un aliado perdido, creándoles un grave problema internacional, propagandístico y religioso". Carlos Olazabal, empresario y ex político del PP en Euskadi, recoge en Negociaciones del PNV con Franco durante la Guerra Civil los múltiples contactos que mantuvieron los nacionalistas vascos con los nacionales a lo largo de la contienda y que desembocaron en la rendición de Bilbao en junio de 1937 y la entrega de la Margen Izquierda, el lugar donde se concentraba la industria vizcaína.

El libro, editado por la Fundación Popular de Estudios Vascos y Atxular Atea, fruto de ocho años de trabajo, recoge infinidad de documentos extraídos de diversos archivos y ofrece "una visión de la Guerra Civil en el País Vasco muy diferente a la que estamos acostumbrados", apunta su autor. 

La posición inicial del nacionalismo vasco, del lado del Gobierno de la República –en Navarra, aunque minoritario, por ejemplo, no opuso ninguna resistencia a los sublevados-, "moverá el interés de los nacionales y de la Iglesia en lograr el cambio del PNV o, por lo menos, su no beligerancia en el conflicto cainita, llevando a cabo negociaciones para lograr tal objetivo desde julio de 1936".

"Las diversas fuentes se complementan entre sí porque todos los archivos han sido expurgados", explica Olazabal, que pone como ejemplo el hecho de que Franco encomendara a uno de sus ayudantes personales recoger, una vez cae Bilbao, toda la documentación guardada por el Gobierno vasco, pero de la que parte a día de hoy no se puede encontrar en ningún archivo.

La desaparición de determinados documentos, reconoce el autor, crea una serie de huecos en el relato que, por el contrario, no invalidan la tesis del libro, sostiene. "Vemos como las condiciones que Franco traslada al PNV vía Vaticano se cumplen aunque no vemos cómo finalmente se acuerdan. 

Pero punto por punto, lo solicitado por Franco se cumple, es decir, la rendición de Bilbao y de la Margen Izquierda, sin la destrucción de la ciudad, ni del tejido industrial de la Ría". Franco, que nunca aceptó la autonomía política del País Vasco, permitió la huida de la mayoría de dirigentes del PNV, y mantuvo el concierto económico en Álava y Navarra, si bien lo derogó en Bizkaia.  

 El cardenal Gomá, otra de las personas que intemedió entre Franco y los nacionalistas, en una imagen tomada en Narvarte (Navarra), en mayo de 1937. / FUNDACIÓN POPULAR DE ESTUDIOS VASCOS

El libro, denso, cargado de extractos de los documentos consultados, recopila de forma exhaustiva el cruce de comunicaciones entre los nacionalistas y los sublevados, sin entrar en interpretaciones o conjeturas.

Los contactos fueron constantes y se produjeron siempre a través de intermediarios y utilizando tres cauces: directamente con los nacionales -el general Mola, encargado de liderar a los sublevados en el frente de Norte, hasta su muerte, mostró un empeño personal para que las negociaciones prosperasen-, el Vaticano y el Gobierno italiano. El cruce de comunicaciones se mantuvo, incluso después de los bombardeos de Durango y Gernika, hasta que los nacionales consiguieron su objetivo.

Los nacionalistas vascos se dividieron entre los contrarios a cualquier tipo de negociación una vez conseguido el estatuto de autonomía que las cortes republicanas aprobaron en octubre del 36, como el primer lehendakari, José Antonio Aguirre, y aquellos que ante el avance de los sublevados en Euskadi -San Sebastián cayó en septiembre del 36 y en Vitoria triunfó el golpe- entendieron que la caída de Bilbao era inevitable y, por lo tanto, "se intentaron salvar y sacar el máximo provecho".

Mientras los nacionales cercaban Bilbao, Juan de Ajuriaguerra, miembro de la dirección del PNV, tomó el mando y ofreció la rendición del nacionalismo vasco al Gobierno italiano, una vez que parecían fracasadas todas las vías de negociación abiertas, según recoge el libro.


Olazabal se nutre de diversas fuentes y archivos. El primero de ellos, los trabajos publicados por el canónigo Alberto Onanindía -"todos los emisarios serán religiosos y principalmente jesuitas"-, una de las personas que hizo de intermediario. "Él es el hombre que lleva la primera propuesta de Mola al PNV en septiembre del 36, y la persona que, en octubre del mismo año, se persona en el Vaticano representando al PNV para explicar la posición del nacionalismo vasco confesional".

La lista continúa con documentos depositados en el Archivo General Militar de Ávila, el Archivo Histórico del Nacionalismo Vasco, la correspondencia guardada por el cardenal Gomá, representante del Vaticano ante Franco, y que recoge las negociaciones impulsadas por la Santa Sede y la Iglesia. 

Además, entre otros, de los textos guardados en el propio Vaticano, los custodiados por el Gobierno de Italia y el Estado Mayor del Ejército italiano, donde el autor halló las credenciales de Onaindía para entrevistarse con Mussolini. Algunas de las fuentes consultadas hasta hace relativamente poco no han sido accesibles a los historiadores, recuerda el autor.

Olazabal añade que quizás el único archivo que no ha podido consultar y que puede atesorar más información sobre las negociaciones del PNV y Franco es el de la antigua URSS, que ofrecería además la visión del único flanco que no cubre el libro: el del Gobierno de la República.

 "Todos sabían de las intermediaciones, también por supuesto el Gobierno de la República, que destinó a Bilbao al embajador y espía ruso Goriev [enviado a España por la Unión Soviética en calidad de asesor militar], y cuyo despacho estaba junto al de Aguirre en el Hotel Carlton", subraya Olazabal.

El presidente de la República, Manuel Azaña, recogió así en su diario cómo se enteró de la caída de Bilbao: “20 de junio. De esta manera he sabido de la pérdida de Bilbao. Anoche, alguien de esta casa abrió la radio, contra lo que se usa. Salió una estación hablando en catalán. Creíamos un momento que sería Barcelona. 

Pero no: bien pronto se advirtió que era una estación de los enemigos. Describía la entrada del ejército victorioso en Bilbao. Aun despojando a la narración de los adornos propios del caso, se recibía la impresión de que los vencedores habían entrado, más que en orden de ataque, como si desfilaran en columna”.           (Inés Pérez Chávarri15 de junio de 2015, El País, blog Historia(s)

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