"(...) Causa rubor escuchar a Mas, Romeva y tutti altri
proclamar que el nuevo Estado independiente no quedaría fuera de la UE
ni del euro "¡ni un solo segundo!". Todas las autoridades comunitarias
han advertido de lo contrario, pero allí los tienes, impasible el
ademan, mentón de hormigón armado y con el tupé al viento, asegurando
que ellos lo arreglan.
Y he constatado que muchos catalanes se lo
creen. Al acabar una de las presentaciones del pequeño libro, escrito
junto con mi amigo Joan Llorach, Las cuentas y los cuentos de la independencia,
se me abalanzó un energúmeno, afortunadamente desarmado, gritando que
estaba mintiendo, porque la UE no podría prescindir de un contribuyente
neto como Catalunya, y que todos los países respetarían los principios
democráticos, digan lo que digan los Tratados.
Ante tal negación de la realidad, tal nivel de intoxicación de las conciencias, me acojo a las paginas virtuales de El Huffington Post
para desgranar algunas de las reflexiones que nuestro pequeño libro
contiene acerca de las relaciones entre Catalunya y Europa, no solo con
la UE sino con los Estados europeos que la componen.
En primer lugar, surge la cuestión de si Catalunya es un caso único en Europa o hay otras regiones que podrían seguir su camino.
Según
Mas, solo hay en Europa dos o tres casos de regiones que quisieran
seguir la misma ruta de una Catalunya independiente: el País Vasco,
Escocia, quizás Flandes.
Pero en realidad, toda la prensa europea
está llena de referencias de cómo el referéndum escocés, incidiendo en
sociedades golpeadas por la crisis económica, ha reavivado las fuerzas
del regionalismo en Europa, despertado otros casos en Italia, Francia y
Alemania.
El semanario alemán Der Spiegel ha publicado un reportaje significativamente titulado La hora de los egoístas,
describiendo las quejas económicas de Cataluña, diciendo que "la crisis
impulsa a los separatistas en varios países de la UE y las regiones
ricas ya no sienten la solidaridad con las regiones más pobres del
país."
Aunque el Consell Assessor per la Transiciò Nacional
advierte de que Catalunya no debe usar exclusivamente la bandera del
agravio económico, por el riesgo de "identificar el patriotismo y la
voluntad de ser de los catalanes con una forma colectiva y exacerbada de
egoísmo", es habitual que la prensa internacional la mencione como una
reivindicación económica. Sería raro que no lo fuera, dado lo que cuenta
Mas a medios extranjeros, en los que el cuento de los "16.000 millones
de euros que España nos roba" ha sido su argumento principal.
Pero
todos los presidentes de los Gobiernos de Italia, Francia y Alemania,
han sido tajantes al respecto de la indivisibilidad de sus países.
Es posible que esos países tengan todos constituciones de "baja
intensidad democrática", según dice Mas, pero si leen las declaraciones
al respecto de Renzi, Valls o del portavoz de Merkel sobre una
hipotética independencia de Baviera, no tendrían ninguna duda de que la
independencia de Catalunya no despierta simpatías, y no tendría apoyos.
Todo lo contrario de los cuentos que nos cuentan Mas y Junqueras.
A
pesar de ello, los independentistas no pierden oportunidad de contar el
mantra de que España es un país de baja calidad democrática porque no
permite un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Pero como Europa
sí tiene una alta calidad democrática, ayudará a Cataluña a ejercer su
derecho universal a la autodeterminación.
En realidad, los líderes
europeos, y en particular los de Alemania, Francia e Italia, no apoyan
el proyecto independentista catalán, al menos por las siguientes seis
razones:
En primer lugar, porque va en contra de sus intereses de
política interna. Todos tienen regiones ricas con identidades marcadas, a
veces con lenguas propias, con una integración histórica relativamente
reciente y en las que se explotan políticamente de forma inmisericorde
sus déficits fiscales.
En
segundo lugar, porque va en contra de sus intereses en política
internacional. Europa cree que los Estados fuertes y una progresiva
integración entre ellos es la mejor manera de jugar un papel relevante
en el mundo, limitar la dependencia de los EEUU, plantar cara a Rusia,
competir con Asia y afrontar los desafíos globales ecológicos y de
seguridad. Dividir los Estados es ir en dirección contraria.
En
tercer lugar, porque nunca darían apoyo a una iniciativa que no respete
la legalidad de un país miembro de la UE. Estipular que "el proceso de
transición democrática no quedaría en ningún caso supeditado a la
vigencia jurídica", como hace el plan independentista suscrito por CiU y
ERC, produce un extraordinario rechazo en Europa.
En cuarto
lugar, porque "nacionalismo" es una palabra tóxica en Europa. Lo sabe
bien Mas, que ha escrito recientemente un artículo en Le Figaro
proclamando que lo suyo nada tiene que ver con el nacionalismo.
Sorprende leer a Mas decir que "... seríamos unos irresponsables de
pretender construir un proyecto político nacionalista". Sorprendente de
parte de alguien que dice de sí mismo que "la única ideología que he
tenido y que defiendo es el nacionalismo "; y que es el líder de un
partido que se define como un partido nacionalista catalán.
En
quinto lugar, por el tono de dramatismo histórico y diplomacia de
aficionado del independentismo catalán, con sus constantes envíos de
cartas y memorándums a Gobiernos y Embajadas.
Y en sexto lugar,
por el descrédito de los líderes independentistas catalanes. Las
Embajadas en España son perfectamente conscientes de que los ejemplos
que ponen los políticos independentistas catalanes para justificar sus
argumentos económicos y políticos son falsos.
¿Qué pensaría si usted fuese bávaro y viera escrito en Le Monde
que un político catalán asegura que conoce una cosa llamada la balanza
fiscal de Baviera que él no ha visto nunca y se inventa que en Alemania
existe un límite constitucional al déficit fiscal de los länder?
Es
indudable que Alemania, Francia e Italia tienen la convicción de no
permitir la secesión de ninguna de sus partes. Y mucho menos si es una
de las regiones ricas. Por ello, tienen un fuerte interés en evitar
sentar el precedente de una independencia sin coste para una
región como Cataluña.
¿De qué manera? Con la principal herramienta de la
diplomacia en el siglo XXI: con la política comercial.
Y esto conduce a considerar la cuestión trascendental de la relación entre Catalunya y la UE.
Muchos catalanes piensan que Catalunya no se podría permitir los costes
que implicaría salir de la UE y del euro. El apoyo a la independencia
cae drásticamente en las encuestas si va asociada a una salida de la UE.
Y por eso, Junqueras, Romeva y Mas se esfuerzan por contar que no sería
así.
Desde
Bruselas nos han dicho de varias y muy claras maneras que una Catalunya
independiente no sería de forma automática un nuevo Estado miembro de
la Unión Europea. No que quedara excluida para siempre, y ciertamente la
UE quedaría incompleta sin Catalunya. Pero la adhesión no sería ni
automática ni inmediata.
Cada vez que alguien lo recuerda, los
independentistas se lo toman como una intolerable amenaza. Y es verdad
que suena a aquello de que no te puedes ir de casa por muchas ganas que tengas porque fuera hace mucho frío.
Pero es lo que es. Y muchos catalanes quieren un análisis racional de
las ventajas e inconvenientes de una decisión de tan enorme importancia.
No querer hacerlo sería como prohibir indicar las contraindicaciones de
las medicinas y los efectos secundarios que puede producir su uso.
Sus
convicciones le hacen decir a Junqueras que no, no, de ninguna manera,
Catalunya no saldría de la UE. Esos deseos piadosos valen lo que valen, a
la hora de la verdad muy poco. Más realista, el propio Mas reconoce en
una reciente entrevista en el periódico italiano La Repubblica que Catalunya quedaría "transitoriamente" fuera de la UE.
"Transitoriamente",
esa es la cuestión. Y, ¿cuán larga seria la transición?. Nadie lo puede
saber, pero la comisaria V. Reading, Creu de Sant Jordi, de visita en
Barcelona, lo estima "en varios años".
Siendo honestos, nadie
puede garantizar el tiempo que Catalunya tardaría en ser admitida en la
UE.
Dependería de muchas circunstancias, entre ellas la forma en la que
se produjese la separación. Las formulas exprés dependen de las ganas
que se tengan, y ya hemos explicado que ante una independencia
unilateral habría muy pocas.
La fórmula mas hilarante se la hemos
escuchado a un ex alto cargo de la Generalitat: "No tendríamos
problemas, porque como la independencia no seria reconocida por España,
seguiríamos jurídicamente en la UE como parte de España". Y se quedan
tan panchos....
En marzo del 2014, la Comisión Europea dictaminó
que "cuando una parte del territorio de un Estado deje de formar parte
de ese Estado, porque se convierta en un Estado independiente,
[...],desde el día de su independencia se convertirá en un tercer Estado
con relación a la UE y los Tratados ya no serán de aplicación en su
territorio".
El expresidente de la Comisión, Barroso, lo reiteró en
noviembre pasado diciendo que el Tratado de Lisboa no había aportado ninguna novedad al respecto. Y lo acaba de repetir el portavoz del actual presidente J.C Juncker, desatando la ira de los independentistas que ven en ello una conspiración y una intolerable amenaza.
La
UE es una Unión de derecho que se rige por sus Tratados. El art 52.1
del Tratado de la Unión (TUE) cita nominalmente a cada uno de los
Estados miembros. Y Catalunya no está. No, no está. Por mucho que
insistan en que ya es un Estado miembro, no está en la lista, luego no
lo es. Para incluir a Catalunya habría que modificarlo por unanimidad
del Consejo Europeo y la ratificación de cada Estado. Así se ha hecho
ahora con Croacia.
Y eso es así, aunque el nuevo Estado resulte de un
escisión de un Estado miembro. E incluso aunque la separación se haya
producido de acuerdo con sus normas constitucionales. Y una declaración
unilateral de independencia no sería aceptada por la UE en virtud de lo
dispuesto en el Art 4.2 del TUE por el que se respeta la integridad
territorial de los Estados miembros.
No es posible decir las cosas de forma mas clara. Pero las emociones parecen ser mas poderosas que las razones.
La
Generalitat nos siguen contando cuentos, como el de que todo eso se
arregla políticamente; que la UE no puede prescindir de Catalunya; que
Europa no se atreverá a expulsar a siete millones de catalanes sin
perder con ello sus esencias democráticas; que somos contribuyentes
netos; que si la Alemania del Este pasó a formar parte de la UE al
unirse por las buenas a la República Federal, por qué Catalunya no
podría hacerlo al separarse de España por las bravas; que a fin de
cuentas los catalanes ya somos ciudadanos europeos; que podríamos seguir
en el euro y en el mercado interior como si tal cosa y que los bancos
catalanes no perderían el acceso a la liquidez del BCE, etc....
Así
pues, digan lo que digan los Tratados y las autoridades comunitarias
encargadas de velar por su cumplimiento, háganle caso a la
autoproclamada amplia experiencia internacional de Homs, o al alto valor
que tienen los diez años de eurodiputado de Romeva, que nos aseguran
que esas cosas se arreglarán con un buen apaño político y el apoyo de
Lituania.
No
nos vamos a molestar en rebatir cuentos como lo que pasó con Alemania
del Este, porque no tiene nada que ver, ni en argumentar que no se puede
expulsar de un club a quien todavía no es miembro de él, y concentrémonos en lo que pasaría con el euro.
Algún
ilustre economista nos ha dicho, sin sonrojarse, que da igual la
pertenencia formal a la UE, porque en la práctica seguiríamos teniendo
las mismas ventajas que si fuésemos miembros. Los bancos catalanes
seguirían accediendo sin problemas a la liquidez del BCE, porque "los
bancos de un país segregado y externo a la eurozona podrían seguir
financiándose en el BCE como en la actualidad". ¿Cómo pueden personas
supuestamente capacitadas profesionalmente contar esos cuentos?
Han
tenido que desmentirle desde el Banco de España y el propio BCE. El
portavoz del Bundesbank, Michael Best, recordó hace poco en el CIDOB que
eso sería así, "siempre que los bancos externos a la eurozona tengan
filiales en ella". Pero también recordó que la financiación estaría
limitada "en función no del volumen de negocio del banco matriz, sino de
la filial".
Por otra parte, quedarse en el euro y no poder
acudir al BCE significa que la cantidad de moneda depende de los
resultados netos de los intercambios internacionales. Si los movimientos
de capital fuesen negativos, el resultado sería la creación de una
nueva moneda.
Y eso son palabras mayores. Iría acompañada de una
devaluación muy importante, que aumentaría el valor real del
endeudamiento público y privado nominado en euros, que como sabemos es
muy fuerte. Ya hoy Cataluña tiene difícil acceso a los mercados porque
el rating de su deuda está cerca del bono basura.
Los
partidarios de la independencia argumentan que no hay que hacer caso de
esas advertencias. Sea Vd. optimista como Junqueras y piense que no
pasaría nada.
A la hora de la verdad, dicen, se impondrá la lógica
de los intereses y el respeto a las decisiones democráticas, aunque se
hayan tomado fuera de la Ley frente a las normas jurídicas. Se entiende
que a quien está dispuesto a saltarse la legalidad, le debe parecer que
todo el mundo va a hacer lo mismo. Y que los Tratados de la UE son papel
mojado. Qué pena me dan esos embaucadores. Pero más pena me da la pobre
gente que se ha creído sus embustes." (Josep Borrell, Huff Post, 23/09/2015)
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