"Llegó a la Historia de España, curiosamente, por Cataluña.
Antes había hecho un viaje por la península Ibérica con unos amigos,
montados en un camión del ejército británico, durmiendo en pensiones de
tercera o bajo el abrigo de unos olivos.
Campeaba la plena miseria de
los años cincuenta, durante la cual, lo que verdaderamente asombró de
los españoles a John H. Elliott, que consiguió el Premio Príncipe de Asturias
en 1996, fue su dignidad. Ante la pobreza, ante el hambre, ante el
oprobio... “Una enorme dignidad”, recuerda, “junto a la majestuosidad de
lugares como el Museo del Prado”.
Lo
dice en este siglo XXI, al que España, como país, pareciera que hubiese
aterrizado desde el XIX en muchos casos, saltándose el XX. Del atraso
secular hacia la modernidad, a la velocidad de la luz: “Todos los
historiadores dedicados a este país cometimos el mismo error.
No fuimos
capaces de predecir el enorme cambio que se ha vivido desde 1978 hasta
ahora. No analizamos nuestra sorpresa, ni el impacto en el deseo de
reconciliación que marca haber sufrido una guerra civil”. (...)
“Creo que la historia de España ha sufrido un tutelaje desde el ámbito
exterior. Una especie de sentimiento de superioridad del que puede
deducirse que los extranjeros la conocemos mejor que vosotros mismos. Y
no es verdad”. (...)
Thomas exploró el mundo contemporáneo. Elliott eligió la
Edad Moderna. Desde el siglo XV hasta el XVIII, pocas claves se le
escapan. Cataluña es una, desde luego. Con el estudio de su nobleza y la
revuelta que sufrió Felipe IV tanto allí como en Portugal en 1640, se
pueden trazar demasiados paralelismos.
A ese episodio dedicó Elliott el
primer estudio que hizo en los años cincuenta sobre España. “Fue uno de
los hechos más graves de su reinado. El descontento actual viene en
parte de ahí, sigue con los decretos de Nueva Planta, ya con los
Borbones, a principios del siglo XVIII, y se perpetúa hasta hoy”.
Durante ese año trágico, bajo las riendas del Conde Duque de Olivares,
tenemos una república proclamada que dura una semana, el apoyo inicial
de Francia que frena de repente y los agentes económicos en armas. Si
cambiamos esos tres elementos por declaración unilateral de
independencia, una Europa que no apoya el cisma y fuga de empresas,
apenas nada ha cambiado en cuatro siglos. “Así es…”, asegura Elliott.
¿Y cómo seguimos en el atolladero entonces? ¿Sacando jugo al
victimismo? “Entiendo las razones que les han podido llevar hasta ahí.
Sobre todo después de los años del franquismo. Pero no valorar el
increíble cambio que se ha producido tanto en España como en Cataluña en
los últimos 40 años, es un tremendo error”.
Si a eso añadimos otros
ingredientes, llegamos al callejón sin salida. “Por ejemplo, la
educación. A lo largo de los años ochenta, con las competencias en las
escuelas en los años de Jordi Pujol, se ha trasladado a esas
generaciones una falsificación de la Historia y una manipulación con
tintes nacionalistas. Han escondido deliberadamente esas partes en las
que es de justicia hablar del progreso”. (...)" (Entrevista a Jonh Elliot, El País, 26/10/17)
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