"Hace unos días el viceconsejero de Interior del Gobierno Vasco, Josu
Zubiaga, defendió durante su asistencia en París al homenaje a las
víctimas del último atentado terrorista: “Todo es terrorismo, pero ETA trataba, entre comillas, de respetar el entorno general;
pero esta gente no.
Les da igual todo el que se encuentre delante y
consideran su enemigo a todo el que no piense como ellos”. Unos días
después, para arreglarlo, dijo que a lo que se refería en realidad era a
que “con ETA se podían establecer cuáles eran los colectivos con más
riesgo”, mientras que “los yihadistas están atacando no sólo a los que
no piensan como ellos sino a la población en general”. Trabajo fino el
de ETA, según el viceconsejero.
Esta misma semana el metro de Bilbao lucía en los carteles de las estaciones un lazo negro
con la bandera nacional francesa como solidaridad con las víctimas del
atentado terrorista. Adivinen cuántos lazos de ese color y ese tamaño se
colocaron en esas mismas estaciones mientras ETA asesinaba a tiros en
las calles del entorno del suburbano bilbaíno.
Esta es la actitud, esta es la postura y estas son las pistas para
entender qué se piensa por aquí arriba, norte de España, tras “el cese
definitivo de la actividad armada de ETA”. Cuando se nos pregunta: “¿Qué tal se vive por allí, ahora?”,
habríamos de responder que unos han pasado del temor a la tranquilidad y
otros de la cobardía a la hipocresía. Conceptos estos últimos
absolutamente compatibles en tiempo, lugar y persona.
Aflora la hipocresía como el dinero negro cuando se cambió de moneda.
Efectivamente, quedó atrás el vivir obsesionados con que
alguien fuera asesinado en cualquier momento a la salida del portal de
su casa. Lo que queda por delante tiene más de raro y de confusión que
de esperanza en tiempos mejores.
Aparte de la cuestión de la seguridad,
la diferencia es escasa en cuanto a quién manda y seguirá mandando por
aquí. No hay peligro democrático de que el nacionalismo (“democrático”)
sea apeado del poder, por eso es de prever que con ello se mantengan, se
consoliden, de forma más robusta sus principios culturales.
Gusten o
no, sean propios o inventados, nos parezcan impuestos o tolerados, están
para quedarse. Lo políticamente correcto es lo nacionalista y se acabó.
En esa corrección política, a la que ya resulta tan natural y fácil aferrarse por estas tierras, está la de no hablar mucho del pasado de ETA
o no hablar nunca jamás de ello. Esa es tarea delegada en exclusiva a
Jonan Fernández y la ETB.
Ellos van a impartir en dosis adecuadas, pero
continuadas, el argumentario necesario y más que suficiente para
entender lo que ha pasado y como mucho plantear una autocrítica de
perfil bajo (todos hemos sido culpables) que no quite el sueño a nadie
(no ha sido para tanto) pero proponga a algunos (sólo a unos pocos)
abrazarse (siempre públicamente) con los que tuvieron “otras
sensibilidades” respecto a la violencia. Es largo de explicar con
detalle todo esto, pero resumámoslo: lo pasado, pasado, salvo que haya
que hablar de la Guerra Civil.
Un dirigente abertzale se preguntaba hace poco: “¿Quién construirá el relato?”;
se contestaba él mismo: “El que convenza”. Y poder de convicción no les
falta ante una ciudadanía dispuesta a recibir con la ya clásica
sumisión la innovadora lección magistral sobre su propio y reciente
pasado. (...)
Es urgente un relato perdurable que se sumerja con valentía en todos y
cada uno de los rincones entre los que se escondió la amenaza, en los
recovecos entre los que se nos introdujo el miedo en el cuerpo, en los
abismos que creó el dolor injusto. Es urgente hablar de quién nos hizo temer, por qué y a quiénes.
En realidad, la versión de que hubo razones históricas para el
asesinato sistemático y la persecución sólo la sostienen los que
estuvieron en ello o fueron cómplices. Digamos que es la prueba del
algodón para saber quién tuvo simpatías, conveniencias o complicidades
con el ejercicio del terror.
Pero el negacionismo se puede intentar y hasta puede triunfar a nada que nos descuidemos. (...)" (EL CONFIDENCIAL 17/12/15, IÑAKI ARTETA, en Fundación para la Libertad)
No hay comentarios:
Publicar un comentario