"(...) ¿De dónde y cómo, en tu opinión, arranca esta historia en la que seguimos y acaso seguiremos inmersos?
Toda esta historia arranca del nefasto día en que Pasqual Maragall,
víctima del complejo de autosuficiencia que padecen los de su clase
social (que no es precisamente el proletariado), decidió "rematar" su
(en realidad, precaria) victoria sobre CiU llevando la confrontación
política al terreno minado de la cuestión nacional y lanzándose a la
reforma del Estatut (presionado, ciertamente, por su socio de gobierno
ERC, pero no necesariamente forzado a ello: la motivación principal
parece haber sido demostrar a CiU que a nacionalista no le ganaba
nadie). Lo que ocurrió a partir de ahí es de sobras conocido.
Conocido, desde luego, pero… ¿nos puedes hacer una síntesis?
Maragall, por esa capacidad, tan propia de ciertos sectores sociales a
quienes la vida les ha ido siempre de cara, de confundir sus deseos con
la realidad (reforzada seguramente, en su caso, por el éxito indudable
de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, pero puesta tristemente en
evidencia con el fiasco de aquella operación faraónica llamada “Foro de
las Culturas”, que sirvió básicamente para adornar una operación
inmobiliaria de altos vuelos: Diagonal Mar), creyó ingenuamente en la
palabra del inconsistente presidente del gobierno español y
correligionario de partido Rodríguez Zapatero, lanzándose a tumba
abierta a la redacción de un estatuto de autonomía que entraba en
colisión con diversos artículos de la constitución vigente (sin que esto
implique juicio alguno de valor, positivo o negativo, respecto de dicha
constitución).
Se entiende, se entiende.
Y en lugar de someter el
texto a un dictamen previo del Tribunal Constitucional, se optó por
pasarlo directamente a trámite parlamentario autonómico y central. En el
paso por este último fue, como dijo Alfonso Guerra, parcialmente
“cepillado”. Pero no lo suficiente como para eliminar cualquier posible
riesgo de inconstitucionalidad.
Riesgo que el propio Artur Mas, entonces
en la oposición en Cataluña, intentó conjurar mediante una negociación
directa con Rodríguez Zapatero al margen de cualquier legitimidad
democrática.
Finalmente, el nuevo estatuto fue aprobado en referéndum
por los ciudadanos de Cataluña (con un elevadísimo índice de abstención,
por cierto). Luego ocurrió lo que cualquier mente sensata podía haber
previsto: que el PP, en su afán por socavar toda iniciativa avalada por
gobiernos del PSOE, impugnó ante el Constitucional el texto ya aprobado.
El alto tribunal acabó anulando algunos artículos y pasajes del
preámbulo y regaló así a los independentistas el pretexto que llevaban
años buscando para demostrar que “España nos oprime, nos reprime y nos
exprime” (este slogan no me consta que se haya utilizado nunca, es de mi
cosecha; espero no haber, con ello, “dado ideas”; pero lo cierto es que
ahora los independentistas ya no las necesitan: el virus se ha hecho
con el control de suficientes células como para asegurar su reproducción
futura). (...)" (Entrevista a Miguel Candel, Salvador López Arnal , Rebelión, 09/01/16)
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