3/6/15

El himno español tiene una enorme virtud: no ofende a nadie porque se ha tomado la sensata decisión de que no tenga letra... Ahora bien. ¿Podría yo irrumpir en un homenaje al presidente Lluís Companys y cantar Els Segadors con una letra ad hoc cuyo estribillo dijera: «Ben mort que estàs!»

 "(...) El himno español tiene una enorme virtud: no ofende a nadie porque se ha tomado la sensata decisión de que no tenga letra. 

El himno vasco habla de soldados y violencia, y el catalán de una disparatada orgía de golpes de hoz contra cuellos castellanos.

Vaya por delante mi falta de respeto por la biografía militar de Mas y Cataluña, como la que siento por la milicia de Euskal Herria. ¡Cómo resistieron los dos a Franco!"        (   , El País,  1 JUN 2015)


"(...) Insisto para que no se me acuse (cosa que empieza a ser un poco habitual) de fachoso, neofranquista o españolista de mierda: yo no tengo ningún problema en que se pite una y mil veces el tachín-tachán (lo hago en mi intimidad todos los días del año, fiestas de guardar incluidas, y lo he hecho público en determinadas circunstancias) pero no dejo de reconocer que el himno en cuestión está muy metido en el corazón de gentes muy cercanas y muy honestas que, además, han sufrido lo suyo precisamente por lo que está detrás de ese himno. 

No hablo, por supuesto, de Rajoy, de Florentino Pérez, de Aznar o del ministro de Defensa. Nada de eso

Dos ejemplos de las gentes en las que estoy pensando. La madre de mi compañera es una mujer trabajadora cuyo padre comunista fue asesinado tres días después del intento de golpe militar y, sin pensar quince veces y recordar lo sucedido, ese himno (que a mi me saca de quicio) ella lo siento como suyo.

A su hermano, un ex trabajador de 83 años que cuando joven, pudiéndose librar si accedía a la ignominia que se le propuso de ¡dos años de servicio militar obligatorio!, se negó a firmar un papel en el que tenía que reconocer que su padre asesinado había desaparecido de casa, a este votante de Izquierda Unida de tradición comunista, excelente persona entre las buenas personas, le ocurre lo mismo.

 Lo mismo le ocurre a su cuñado François, un hijo del abuelo anarquista de mi compañera, republicano francés (y español según su sentimiento) de la cabeza a los pies. Hay miles de ejemplos más. Insisto una vez más: yo no tengo ningún problema en pitar lo que merece ser pitado.

Pero hecho así, sin explicaciones, sin dar cuenta de los motivos, sin que la perspectiva crítica sea un vindicación republicana de izquierdas, lo único que se consigue es ahondar en la ruptura, en la separación de gentes de aquí y de allí (y también entre gentes de aquí). Todas esas personas miembros de una ciudadanía que debería unirse en contra de sus dominadores y explotadores, tan cercanos en todo lo esencial. Rajoy y Mas, que se frotan las manos en situaciones así, son dos de los representantes de estos grupos hegemónicos. (...)"               (Salvador López Arnal , Rebelión, 06/06/2015)


"El periodista Jordi Basté ha analizado la pitada al himno español durante la final de la Copa del Rey en el Camp Nou y, durante la tertulia deportiva de 8ladia, ha manifestado que "a mí no me gustó que la gente pitara".
 
Basté ha apuntado que "tengo un ejercicio empático de la vida: no hagas con los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti" y ha añadido: "pongámonos en la piel que esto ocurriera en Madrid cuando sonaran Els Segadors. Pasaría, seguro que pasaría y con tanta violencia como el otro día".

El periodista ha recordado "los catalanes hemos pitado Els Segadors. O no recordamos cuando el presidente Maragall salía en el Camp Nou y era sistemáticamente pitado, y que obligó a la directiva de la época a retirar el himno".  (e-notícies, 02/06/2015)


" (...) Ahora bien. La pregunta es si la protección al xenófobo debe otorgarle el derecho a boicotear cualquier ceremonia donde personas identificadas con los símbolos nacionales estén celebrándolos.

Me parece indiscutible el derecho a fundar una revista, incluso de humor, y dedicarme a satirizar día y noche el hecho indudable de que en España uno reine por ser hijo de. También puedo presentar los resultados de la aplicación al lenguaje de sordos de la Marcha Real. Y tantas cosas puedo hacer, yo en mi insurreccional ingenio.

Ahora bien. ¿Podría yo irrumpir en una misa y deponer sobre el cuerpo de Cristo? ¿Podría yo irrumpir en un homenaje al presidente Lluís Companys y cantar Els Segadors con una letra ad hoc cuyo estribillo dijera: «Ben mort que estàs!»

¿Podría yo irrumpir, metidos en himnos, en un homenaje a Blas de Lezo y arrancar el himno diciendo «Pata-palo, colgando de un cadalso...» a la manera ripiosa con la que arrancábamos cuando entonces, «Franco, Franco que tiene el culo blanco»?

 No. Mi libertad de expresión atentaría dramáticamente contra la de los reunidos en iglesias o palacios. Tan dramáticamente que primero me sacarían a patadas y luego me llevarían a declarar.

El problema en el campo de fútbol es, pues, puramente técnico. Detectar primero a la chusma, aislarla luego y sacarla a patadas después. Un imposible. Cuando el derecho se enfrenta a este tipo de imposibilidades técnicas suele poner en marcha la célebre sinécdoque cristiana. Justos por pecadores.

De ahí que los miles de justos que, empezando por el Rey de España, no boicotearon el himno deban pagar por los miles que sí lo hicieron. Porque si esto no se hace los derechos de millones de españoles, incluidos los de muchos liberales intactos, se verán conculcados.

En cualquier caso pido a esos libérrimos, e incluso al propio editorialista del periódico de hoy le pido, una aclaración que me será útil por si en el inmediato futuro decido evaporarme en chusma e irrumpo furibundo en cualquiera de los templos de la religión o de la nación, cuales sean. Si es que la libertad de boicotear está ya plenamente garantizada en España, eso les pido. Por saber y sobre todo por joder."            (Arcadi Espada, El Mundo, 02/06/2015)


"(...)  Es de suponer que el presidente de la Generalitat de Cataluña seguirá con la sonrisa colgada de los labios. Porque la pitada al himno nacional de España ante el Rey y en el estadio del Barcelona fue exactamente como él quería que fuese: un jalón más del proceso soberanista cuando éste no se encontraba –no se encuentra– en su mejor momento.  (...)

Al Barcelona y al Athletic la final de la Copa del Rey, tal y como transcurrieron los prolegómenos, no les cuadra ni poco ni mucho. Ambos equipos tienen que viajar constantemente por toda España y no son ajenos a las pérdidas de simpatías que estas circunstancias les causan. La responsabilidad de lo que ocurrió no hay que atribuirla, tampoco, a la espontaneidad. Resultaría una ingenuidad. Fue un acto político planificado, estudiado y disciplinadamente ejecutado.  (...)

En tales circunstancias y después de unas elecciones municipales en las que los independentistas han fracasado en Barcelona y en su área metropolitana, la ocasión la pintaban calva. El tour de force secesionista no va a tener consecuencias como no sea alguna multa y un menudeo de reconvenciones y requerimientos.

Un Estado de derecho que alberga un sistema de libertades incurre en este tipo de inevitables contradicciones: permite ser vapuleado en sus símbolos si, arteramente, existe el propósito de zaherirlo por quienes, desde la deslealtad, incitan a que lo sea. Y ese ha sido el caso.  (...)

Los ciudadanos debemos a los políticos el respeto que ellos mismos demuestren que se merecen. Artur Mas, con su sonrisa colgada, satisfecha, mientras el Rey, firme, trataba de capear el temporal, se ha granjeado más inquinas que un centón de proclamas independentistas.

Y se ha restado muchas –no sabe él cuantas– simpatías o comprensiones. Porque una cosa es reivindicar lo que se cree propio y otra muy distinta zaherir lo que se considera ajeno, contando con la bula de la impunidad y la falta de recursos de un Estado que nació en 1978 para un recto entendimiento de la libertad y de la concordia.

El presidente de la Generalitat mostró su satisfacción ante una performance que nada le daba ni a él ni a los suyos –salvo una propaganda antipática y ofensiva– y que les restaba bastante más de lo que quizás ahora pueda imaginar. El proceso soberanista ha bajado un peldaño más. Aunque Artur Mas, seguramente, crea lo contrario. "          (José Antonio Zarzalejos, El Confidencial, 02/06/2015)


"(...) Pocos entenderán la profundidad de decisiones como aceptar la bandera bicolor o la monarquía como forma del Estado por parte de los comunistas españoles, que habían defendido con orden y sin flaquear la tricolor y la República.

Pero no era un gesto para la galería, ni una mera concesión con la que dar argumentos a los nuevos demócratas que venían del régimen frente al búnker. Era mucho más, como se plasmó en la elaboración de la Constitución y su aprobación en 1978: el compromiso de hacer de las instituciones y los símbolos de la democracia española un patrimonio compartido. Instituciones y símbolos que incluyen la bandera roja y gualda y la Marcha Real, como también todas las banderas y los himnos de las nacionalidades y regiones que componen nuestro país.

Por eso me resisto a dar por bueno lo ocurrido durante la final de la Copa del Rey de fútbol celebrada hace unos días en Barcelona, como si nada hubiera pasado. Claro que con la monumental pitada contra la Marcha Real y Felipe VI no se ha caído el mundo, ni España ha dejado de existir. Por supuesto. Pero sí es verdad que si ante lo sucedido nos limitamos a callar, estaremos dejándonos un pequeño jirón de la convivencia que hemos construido entre todos en este país.

Uno puede no aplaudir un himno o a un jefe del Estado, faltaría más. Pero cuando se les vitupera con escarnio, lo que se consigue no es vivir un gran minuto de valentía colectiva, sino transmitir una sensación de intolerancia, de falta de comprensión, de trazar una línea entra lo que les representa a ellos y no a nosotros.

A partir de ese momento, todo símbolo se convierte en un objeto de ataque a los sentimientos de los demás, sean pocos o muchos: el vecino de enfrente, el frutero, el que viaja con nosotros en el Metro, el compañero de trabajo o incluso el amigo, porque son diferentes, porque no piensan como nos gustaría.

Harían bien los políticos y los medios que alientan y disfrutan con hechos como el sucedido el sábado en el Camp Nou en pensar que la intolerancia es un árbol que no da frutos, sino que los agosta en cualquier circunstancia.

Por eso, este joven comunista de 1976 -hoy un militante del PSOE que aplaude el pronunciamiento de Pedro Sánchez al solidarizarse con el rey y los símbolos constitucionales tras la gran pitada- se atreve a sugerirles que mejor harían en seguir el ejemplo del PCE de 1977, que tanto hizo por edificar una nueva casa común para los españoles en vez de jugar con silbatos que no dejan oír ni argumentos ni razones."               ( , Director gerente, Fundación Alternativas, Huff Post, 02/06/2015)

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