"(...) Se sienten humillados los que históricamente se han sentido como los
únicos con capacidad de regenerar España, implicando que España estaba
necesitada de regeneración y que ellos, eran los únicos que podían
llevar a cabo dicha tarea por ser portadores de lo que hace falta para
la regeneración.
Se sienten humillados los más ricos de España, afirman
que España les roba, se sienten humillados los que, junto con Euskadi y
Navarra, más se diferencian de todos los demás españoles –en riqueza, en
capacidad competencial, en lengua y cultura, en policía propia– porque
les parece que les han echado leche en el café, que los han
descafeinado, y quieren volver a resaltar su y sus diferencias,
empezando, cómo no, por el aspecto fiscal: para poder quedarse con más
parte de sus ingresos como les gustaría probablemente a todos aquellos
que pagan impuestos por encima de la media de los españoles.
No quieren
ser como Murcia, y probablemente les gustaría que Madrid volviera a ser
un pueblo en la meseta en el que no hay más que políticos necesitados de
regeneración y militares, mientras la cultura, el cosmopolitismo, la
educación, el arte, la modernidad, el europeísmo están en Cataluña y, en
especial, en Barcelona.
De la misma forma que se puede sufrir de lujo, se puede alguien
sentir humillado por aquellos a quienes desprecia, o a quienes considera
inferiores, porque se acercan a lo que ellos ya son, e incluso pudieran
un día sobrepasarles –la famosa ordinalidad que debe limitar la
solidaridad–. (...)" (EL CORREO 04/10/14, JOSEBA ARREGI, en Fundación para la Libertad)
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