"Las reacciones apresuradas a la elección europea, que enaltecían el
empuje del soberanismo, ofrecen una imagen distorsionada de lo
acontecido en Cataluña. No hubo oleada motivada por un unánime deseo de
ejercer el llamado derecho a decidir.
Pero también sería absurdo
minusvalorar la resistencia de los partidos soberanistas, que consolidan
sus últimas posiciones (autonómicas de 2012) y la inversión de
hegemonía en ese bloque, a favor de Esquerra, que registra un ascenso
fulgurante desde las anteriores europeas (2009).
El frente oficialista
no arrolla, pero aprueba con soltura la reválida. De ninguna manera se
diluye. (...)
El preanuncio de que una mayor participación diferencial de los
catalanes con relación al conjunto de los españoles demostraría la
multiplicación de los partidarios de un referéndum y de los de la
independencia fue exagerado. Los votantes superaron en dos puntos a la
media nacional.
Es una diferencia cierta, pero exigua. Pareció clave
porque han votado ahora mucho más que hace cinco años: pero es que
entonces la abstención superó en ocho puntos a la del conjunto.
El
problema fue la ínfima participación de entonces; no la más normal de
ahora.
El bloque soberanista (Esquerra más CiU) consolida su resultado
(45,51% en conjunto) de las autonómicas de 2012 (44,44%), aumenta un
punto, algo poco taxativo para las expectativas de futuro.(...)" (Editorial,
El País
, El País, 1 JUN 2014)
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