"(...) Londres ha desplegado artillería argumental de grueso calibre y la
munición dialéctica es rompedora: Escocia fuera de la libra y de la
Unión Europea, la explotación del petróleo del Mar del Norte y la deuda.
A los objetivos estratégicos del Gobierno Cameron contribuye el empeño
de los nacionalistas escoceses en intentar convencer a los votantes de
que tienen al alcance de su mano una independencia ‘low cost’ en la que
podrán acceder a lo mejor de los dos mundos.
Aseguran que Escocia
seguirá en la libra, que la reina Isabel y sus sucesores continuarán
veraneando en Balmoral porque se mantendrán como jefes del nuevo Estado y
que, además, Escocia no tiene por qué asumir cuota alguna de la deuda
británica. En resumen, que Escocia se independizaría del Reino Unido ( a
estos efectos Inglaterra) pero el Reino Unido no se independizaría de
Escocia.
Es este horizonte de ‘independencia asimétrica’ el que está
combatiendo el Gobierno británico para subrayar lo que, por otra parte,
debería ser evidente para todos. No hay independencia sin traumas, sin
consecuencias negativas duraderas, sin desgarros irreversibles, sin
costes humanos y económicos que no se justifican en sociedades que
comparten un mismo espacio democrático, un sistema de libertades
protegidas y extendido sin discriminación, una trayectoria histórica y
una herencia cultural de las que han surgido identidades compartidas.
Es
significativo que este proceso que culminará en septiembre con la
celebración del referéndum se empiece a vivir en la política británica
con una preocupación creciente, con aprensión a pesar de la confianza en
que los nacionalistas no ganarán, con una sensación inquietante de
haber abierto la puerta a un serio problema en vez de a una solución.
Invocar el principio democrático pero que este sólo alcance a los
votantes escoceses es un fundamento dudoso cuando se trata de alterar
radicalmente una relación política e institucional que afecta a todos
los ciudadanos británicos.
Un fundamento dudoso pero que, sin embargo,
es el que justifica el plebiscito escocés. Por eso, suena extraño que
Cameron pida, por ejemplo, que se respete la unidad territorial de una
Ucrania hoy radicalmente dividida ¿Y el referéndum en Crimea? Siempre
hay alguien dispuesto a romper que pregunta: ¿qué hay de malo en ello?" (EL CORREO 02/03/14, JAVIER ZARZALEJOS, en Fundación para la Libertad)
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