"No es cierto que el caso separatista de Escocia nada tenga que ver
con el de Cataluña. Aun contando las peculiaridades tonales propias del
caso lo cierto es que en Cataluña y Escocia se dicen las mismas
venenosas bobadas nacionalistas, fundadas en la prevalencia de los
muertos sobre los vivos y decoradas con la xenofobia más o menos
suavizada que es propia al fenomenal asunto.
Uno y otro proyecto
comparten su raíz, esto es, dotar de Estado a lo que ellos llaman su
nación, negando con el propio ejemplo la posibilidad de que convivan
bajo una misma estructura estatal comunidades con alguna forma de
diversidad cultural.
Escocia, así, reacciona contra lo mismo que lo hace
la reaccionaria Cataluña: contra la Europa fundada bajo el principio de
que la identificación obligatoria entre naciones y estados es una idea
peligrosa, ineficaz y hasta indecente.
Cuando Cameron acepta negociar la celebración de un referéndum
(negociación para la que no es preciso cambiar una inexistente
constitución británica: y esta sí es la gran diferencia con Cataluña) no
actúa en nombre del interés europeo, sino en el del exclusivo interés
interno.
Sabe que su gesto va a ser aclamado como el de un demócrata
verdadero y sabe, sobre todo, que va a quitarse de encima por algunos
años el pelmazo ritornello nacionalista, porque va a ganar el referéndum
y por amplio margen.
Sin embargo, el que Cameron, como la gran mayoría de dirigentes
británicos, actúe con absoluta indiferencia respecto de los intereses
europeos, cuando esos intereses no coinciden con los suyos, sospecho que
debe animar la crítica de los europeos. Nadie duda de que el premier
británico actúa del lado de la ley, como el presidente Rajoy; pero
también es evidente que actúa en contra de Europa. (...)" (ARCADI ESPADA, EL MUNDO 04/02/14, en Fundación para la Libertad)
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