"Se cumplen ahora 75 años de la toma de Cataluña por las tropas
franquistas y, con ello, del final de la Guerra Civil. La efeméride bien
habría merecido mayor atención en la ciudad del Memorial Democrático
que la mirada tangencial de la exposición fotográfica ‘Barcelona en
postguerra (1939-1945)’.
Así habríamos podido recordar que la oposición
entre democracia y franquismo no se corresponde sin más con coordenadas
geográficas: miles de catalanes vitorearon a las tropas franquistas y
otros iban con ellas; lo mismo vale para cualquier otro gentilicio. Pero
el hecho ha quedado desahuciado de la agenda política catalana,
completamente absorbida por la cuestión nacional.
No es nada nuevo: los
marcos políticos identitarios exhiben la universal particularidad de
invertir la jerarquía de intereses, subordinando los aspectos cercanos a
la metafísica esencialista de ascendiente romántico.
En el corazón del programa de fastos en curso en Cataluña se
encuentra 1714, la fecha de otra caída de Barcelona, al parecer
políticamente más competitiva (cuanto más lejos en el tiempo, más
susceptibles al enfoscado mítico). Explicar por qué ha llegado a serlo
es una tarea que le corresponde al científico social, deontológicamente
refractario a las concepciones esencialistas.
De entrada se observa una
diferencia de enfoque entre el tratamiento de los hechos de 1939 y la
multitud de productos que ven la luz bajo el estandarte simbólico de
1714; abundan entre éstos los que se inscriben en el género de la
literatura historizante, más afin a la maleabilidad ilimitada de una
memoria social políticamente inducida.
Acaso no hay mejor manera de visualizar el contraste de fechas que el
destino de sus respectivos emblemas. El Memorial Democrático, un lugar
de memoria sobre la Guerra Civil y el franquismo sin equivalencia en
España, ha visto reducida su plantilla antes de ser vendida su sede en
vísperas del 75º aniversario.
En septiembre, el 11, y coincidiendo con
el aniversario 299 rival, se inauguraba el imponente Born Centro
Cultural con estas palabras del alcalde de Barcelona Xavier Trias (CiU):
«El somni de llibertad dels catalans del 1714 es manté intacte en els
catalans d’avui». El lugar de la memoria cívica era sepultado bajo las
ruinas de la metonimia del destino robado que lucen fastuosas en el
Born.
La celebración del Tricentenario –objeto de tratamiento manifiestamente
asimétrico en los presupuestos– tuvo su arranque en el simposio ‘España
contra Cataluña: Una mirada histórica (17142014)’. El título
huntingtoniano –por ‘El choque de civilizaciones’– es algo más que
anecdótico (...)
En sintonía con la visión soberanista, los cuatro bloques temáticos
del simposio pertenecen al cómputo de los eventos deudores: represión en
sus diversas facetas y exilio. Tales eventos (derrotas, fracasos,
traumas, agravios…) sirven para apuntalar la figura cooptada de la
víctima.
Si a ello añadimos el papel de instituciones dependientes de
organismos públicos, por un lado, y la omnipresencia del gentilicio, por
otro, tendremos reunidas las piezas que caracterizan lo que los
científicos sociales serbios han denominado, para caracterizar la deriva
de su particular Academia en los años 80, ‘para historiografía’: vector
etnoidentitario (protagonismo del esquema nosotros-ellos),
contaminación política (politización de la historiografía, anacronismo
presentista) y movilización del victimismo (se ha comparado la caída de
1714 al genocidio armenio o presentado como un anticipo del nazismo).
La
Serbia de esa década padeció una forma extrema de mal uso de la
autoridad científica, con las consecuencias que conocemos en los 90.
Aquí como allí, unas elites políticas desprestigiadas y una parte de la
‘intelligentsia’ de izquierdas huérfana y nostálgica del maniqueísmo
confortable de la Guerra Fría, han encontrado cobijo, codo con codo,
bajo los amuletos coloristas del imaginario historiográfico romántico y
emprendido a marchas forzadas el camino hacia el pasado futuro
(Koselleck).
La izquierda catalanista ha convalidado tanto los recortes sociales
como la neutralización del Memorial Democrático con la unión sagrada del
‘derecho a decidir’ y la consulta, mientras las víctimas genuinas (los
pacientes de las consultas cotidianas, los desempleados, los
dependientes, los mayores y familias sin recursos) sufren de la
degradación del Estado de Bienestar y los ciudadanos ven mermado su más
tangible derecho a decidir por mor de las restricciones sociales, los
recortes selectivamente aplicados, la corrupción y la avaricia de las
elites extractivas; patologías equitativamente distribuidas a los dos
lados del Ebro.
Salvo error u omisión, en las 122 páginas del programa
del tricentenario las dos únicas menciones a una guerra civil son para
el siglo XVIII; 1939 no figura, tampoco el maestro Orwell, autor de
‘Homenaje a Cataluña’ y crítico lúcido de los nacionalismos. (...)" (MARTÍN ALONSO, coautor de ‘El Lugar de la Memoria’, EL CORREO 03/02/14, en Fundación para la Libertad)
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