30/1/14

El independentismo sube del 33% al 55% cuando las encuestas las empieza a hacer un organismo de la Generalitat, y por teléfono, pero no aumenta en votos

"(...) Los sentimientos de identidad nacional suelen cambiar muy lentamente, si lo hacen. Por lo que cuentan, en Cataluña no; la conversión nacionalista ha resultado súbita. Estaríamos ante el caso excepcional de que un país llega a la independencia por un cambio brusco en sus convicciones nacionales, de tipo coyuntural. Lo nunca visto.

 Desde 1991 el independentismo en Cataluña se movía alrededor del 33%: sólo un par de años, cuando se hicieron las encuestas por teléfono, subió sustancialmente –¿pero las creencias dependen de que te llamen por teléfono?; las creencias no, sólo algunas encuestas, si hay presión social por medio–. 

Pues bien, de pronto el independentismo comienza a saltar, de año en año hasta el 55%: entre 2007 y 2012. Un caso asombroso. En sólo cinco años, un 66% más de independentistas.

 De que se haya producido un fenómeno tan asombroso depende todo el juego. Este salto coincide con el momento en el que estas encuestas las empezó a hacer un organismo dependiente de la Generalitat, pero no habrá que suponer que eso tenga influencia, lo que aumenta el enigma.

Segunda circunstancia misteriosa: la subida del independentismo no se refleja electoralmente. Hay muchos más independentistas que antes, dos tercios más, pero a la hora de votar no sube el nacionalismo. Su peso es similar al que tenía antes de que comenzase tal furor. 

¿El nuevo independentismo se refugia en partidos que no son nacionalistas? Pues a lo mejor, dada su ambigüedad al respecto, aunque queda llamativo.

El 55% de la población catalana se declara independentista. Por eso se hace raro que en las elecciones sólo vote nacionalista el 30% del censo. Otro misterio. Ha de suponerse que toda la abstención es independentista, circunstancia improbable; o que lo son todos los votantes de CiU –los de ERC y CUP parecen claros– y buena parte del PSC y de IU. Todo puede ser, pero suena extraño.

¿Y si todo es efecto de la escenificación, capaz de ofuscar al taumaturgo y a los espectadores? ¿Si lo único que ha ocurrido es que el nacionalismo se ha radicalizado, a fuerza de agitarse, sin que el independentismo suba su peso? El principal cambio electoral de estos años ha sido que CiU pierda a favor del soberanismo radical, no que el nacionalismo suba. 

A lo mejor estamos ante un fenomenal espejismo, con esas proclamas según las cuales de libres viviremos mejor, los demás nos roban, en esta manifestación había tres millones y no trescientos mil. Que hacemos dos preguntas y a ver qué pasa. Que quizás tras echar el órdago, el opresor secular se aviene al diálogo y negociación y ya veremos.

La hipótesis de que detrás de todo esté una alucinación no le quita capacidad desestabilizadora a los ímpetus soberanistas. Se los acentúa, pues cuando uno se ha entregado a los imaginarios –y subvencionado– resulta un trauma retornar a la realidad. A nadie le gusta que los misterios gozosos se conviertan en los dolorosos y hará lo posible por no cambiar de rosario."                   (EL CORREO 28/01/14, MANUEL MONTERO, en Fundación por la Libertad)

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