"Hubo un tiempo, primeros noventa, en el que los presos de ETA
reivindicaban su derecho a cumplir íntegras sus condenas. Un tiempo de
grasiento dominio de lo colectivo, en el que las soluciones individuales
eran traición. Un tiempo de calor de establo, cuando creían aún en la
victoria, y los presos de la banda soñaban con una amnistía triunfal y
para todos a la vez.
Los abogados de la banda decían a los presos que se negaran a
acogerse a las vías individuales de redención de penas, que les hubieran
puesto en la calle sin agotar la condena. El miedo que ETA sembraba en
toda España a base de asesinatos, también paralizaba a los presos
disidentes, que no se atrevían a salir del rebaño por temor a que la
banda les asesinara —como le ocurrió a Yoyes— o por miedo a sufrir
rechazo social al volver al pueblo, unidad de medida de pureza
revolucionaria.
Si en los años noventa un miembro de la banda hubiera dicho que los
presos de ETA tenían que reconocer el daño causado, asumir la ley
penitenciaria de un Estado calificado por ellos como opresor, romper el
colectivo de presos y recorrer una vía individual pequeño-burguesa para
acogerse a los beneficios penitenciarios y salir a la calle, los mismos
que hoy han reconocido todo lo anterior, le hubieran asesinado.
La historia de la banda terrorista ETA es la historia de una
organización que se ha pasado la vida matando y llegando tarde. Matando
también a los miembros de la propia banda (asesinato de Pertur) que
llegaron con antelación a las conclusiones en las que hoy están los que
han hecho durante años del asesinato una forma de vida.
Kepa Pikabea —24 asesinatos, dos secuestros, 30 años de cárcel en su
currículum, expulsado de la banda—, reconoce que la estrategia de
asesinar ha sido "inhumana y cruel" y que "hemos cometido muchos actos
contra la dignidad humana". (La luz al final del túnel, documental de
Eterio Ortega). Al final, cuarenta años de crímenes, secuestros,
extorsiones, siembra de odio y miedo, no han servido para nada, decimos
cada vez más.
Es duro el balance político y el balance personal. Después de
asesinar a diez, quince, veinte personas, después de pasar más de media
vida en la cárcel, se llega a la conclusión de que todo eso no ha
servido para nada, de que Euskadi podría estar en el mismo nivel
político que tiene hoy sin haber apilado casi mil cadáveres.
La reciente declaración del colectivo de presos etarras supone un certificado explícito de la derrota de la banda. (...)
ETA ha pasado, en pocos años, de negarse a aceptar paz por presos,
porque exigía la independencia y creía que la lograría doblegando al
Estado, a la paz sin libertad para los presos. Medio millar de miembros
de ETA siguen en la cárcel sin que ETA haya logrado ni uno solo de sus
objetivos. Ni uno.
En unos años hemos pasado del Amnistia Osoa (Amnistía total), al
"sálvese quien pueda" de las medidas individuales, a una reinserción que
se promueve y que ya no se califica de traición. (...)
Estamos a un rato de que ETA entregue sus armas, un gesto que tendrá un
efecto simbólico y supondrá otro reconocimiento de la liquidación por
cese del negocio de matar. Será otro certificado más que acreditará,
como lo ha hecho el comunicado de los presos, que ETA se rinde sin
conseguir ni uno solo de los objetivos por los que hace más de cuarenta
años empezó a asesinar.
Será otro gesto que acreditará el final de la
violencia, un paso más en una banda que, después de cuatro décadas de
asesinatos, solo ha conseguido muerte, terror y sufrimiento." (
José María Calleja
, El País, 31 DIC 2013)
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