21/11/13

“Si Escocia se convierte en un país extranjero, la trataremos como a un país extranjero”


 Carmichael empezó ayer a aplicar esa línea dura, en un encuentro con la prensa extranjera en el que advirtió: “Si Escocia se convierte en un país extranjero, la trataremos como a un país extranjero”.

No fue el único exabrupto. Carmichael calificó de “estupidez” la exigencia del líder independentista y ministro principal escocés, Alex Salmond, de celebrar un debate mano a mano con el primer ministro británico, David Cameron. Aseguró que la decisión de construir en astilleros escoceses barcos de la armada británica se tomó por razones comerciales pero advirtió que si Escocia votaba a favor de la independencia Londres daría marcha atrás en ese acuerdo. 

Se mostró firme en que Escocia debería renegociar su entrada en la UE y los privilegios de que goza ahora Reino Unido en términos de salvaguardias. Y reiteró la posición del canciller Tesoro de que es “muy, muy difícil” que el Gobierno británico acepte compartir la libra en una unión monetaria con Escocia.

¿A qué se debe el endurecimiento de Londres cuando todos los sondeos apuntan a una victoria del no en el referéndum del año que viene? Carmichael vino a dar varias pistas sobre ese asunto, que apuntan sobre todo a la batalla para decantar a su favor el voto de los indecisos, un grupo que se nutre en una proporción muy alta de los obreros desencantados que antes votaban laborista, que son intrínsecamente unionistas pero que se pueden ver tentados a votar a favor de la independencia por su desencanto tanto con el laborismo como con la coalición de conservadores y liberales-demócratas que gobierna Westminster a golpe de ajuste presupuestario. 

Carmichael explicó que un político sensato nunca debe dar por ganada una cita con las urnas: “Los sondeos oscilan, los votantes cambian de opinión”, advirtió. Y recordó que los unionistas canadienses tenían una gran ventaja pero casi pierden el segundo referéndum sobre la independencia de Quebec, en 1995.

 Subrayó el gran número de indecisos que hay aún ante el referéndum y la alta presencia de obreros de Glasgow en ese grupo. Y se declaró legitimado para dirigirse específicamente a ellos apelando a que su propia madre nació y se crió en Glasgow y también su abuela era de origen obrero. (...)

El ministro se dirigió directamente a los obreros de Glasgow al asegurar que seguro que prefieren que los “barcos se sigan construyendo en el Clyde”, el río que atraviesa Glasgow y en el que están los astilleros. Antes ya había dejado claro que el Gobierno no permitiría que eso fuera así si ganaba el voto a favor de la independencia porque “en muy pocas ocasiones, solo en tiempos de guerra, hemos construido barcos de guerra en un país extranjero”. (...)

Y aseguró que espera que ese libro blanco dé respuesta a tres cuestiones fundamentalmente: cuál será la moneda de Escocia si alcanza la independencia, cómo resolverá la cuestión de las pensiones en una población con más pensionistas por empleado que en el resto de Reino Unido y cómo piensa pagar la creación del nuevo Estado que surja de una Escocia independiente.

 A pesar de la mayor retórica que Alistair Carmichael aporta en comparación con su antecesor, Michael Moore, el debate sobre la independencia sigue agarrado, por parte británica al menos, a las cuestiones del día a día, a la sostenibilidad económica de la independencia.

El ministro destacó lo que a su juicio son otras contradicciones del proyecto independentista. Como la de querer seguir en la OTAN pero eliminar las armas nuclares: “Pueden verse en la contradicción de sacar las armas nucleares británicas para dejar entrar las de Estados Unidos”, afirmó con cierta demagogia. (...)"             (El País, 20/11/2013)  

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