"(...) Para que se hagan una idea de por lo libre que voy, acabo de romper relaciones con un periódico catalán llamado Ara
(ahora), cuya contraportada de los martes llevaba servidora escribiendo
desde su fundación, hace ya más de siete meses.
Voluntariamente he
renunciado a proseguir mi colaboración después de varios conatos de
presión, represión y bullying que el pasado 28 de junio
culminaron con la censura de un artículo entero. Tras lo cual, del mejor
de los rollos y con todo el dolor de mi corazón, les tuve que pedir que
por favor se metieran la contraportada por la oreja.
A quien le interesen los detalles sórdidos de la historia puede serle útil este link.
A quien, siendo igual de cotilla, leer en catalán se le haga arduo o,
contra todo pronóstico, le aburra, con placer le resumo, por supuesto
según mi leal saber y entender, lo esencial del tema: periodista y
escritora catalana y española, cada vez más orgullosa de ser ambas
cosas, cada vez más irremediablemente crítica con el independentismo
catalán, llega a la conclusión de que está siendo objeto de una caza de
brujas en la prensa catalana. Y lo deja.
Buceando en el link que antes pasé se llega a leer mi artículo
censurado, que, contra lo que podría pensarse, no es de catalanes. Es de
negros racistas en un autobús de Nueva York, una ciudad de Estados
Unidos donde se ve la mayor mezcla racial del país y una de las más
apasionantes del mundo, pero por eso mismo, me temo, también se ven
tremendas simas de intolerancia.
De todos contra todos. La experiencia
demuestra que la mayoría de la gente se mezcla por obligación, porque a
la fuerza ahorcan, más que por un verdadero afán de ampliar horizontes y
costumbres.
Mi artículo fue censurado con el argumento de que el cuadro de
racismo inverso que yo describía “no sería entendido por el lector
catalán medio”. (¿O temían que lo entendiera demasiado bien?) Me
pidieron que lo cambiara. Me negué. Sobre esto me gustaría precisar una
cosa. Me gustaría decir que la censura en prensa está mucho más
extendida de lo que parece. Se practica en casi todas partes casi todos
los días.(...)
¿Tan canceroso era mi artículo sobre el racismo inverso en un autobús de
Nueva York? Si en algún momento –muy breve- llegué a tener dudas, se me
han quitado todas gracias a la cálida cascada de muestras de apoyo y de
elogio que recibo desde que el texto saltó a las redes sociales.
De la
Cataluña macro y generosa, no de la micro y mezquina. A día de hoy tengo
la sensación, debo decir que muy agradable, de que todo lector con
capacidad de articular un comentario de acuerdo con las leyes más
elementales de la lógica y la gramática me ha entendido. No quisiera
faltar demasiado al respeto a los que no. Pero no me resisto a hacer
constar que algunos de los argumentos que he leído por ahí a favor de
censurarme es que escribo en la prensa española o que mi marido es
madrileño.
Y es que ese es el tema, precisamente. Que conste que yo no le hago
ascos a las críticas. Nunca he pretendido ser incriticable. Pero, ¿en
qué momento lo criticable deviene impublicable, quién lo decide y por
qué? Yo me negué en redondo a modificar el artículo, y me niego a seguir
escribiendo –aunque me lo han pedido- en el medio que lo censuró,
porque percibí con toda claridad que algunos elementos de ese medio
pugnaban por eliminar no tanto una opinión concreta como la voz que la
emitía.
Era mi entera figura, la de una catalana de pura cepa, y a la
vez española sin complejos, lo que sacaba de quicio a algunos. Lo que
había que silenciar con cualquier excusa.
Debo decir que el independentismo catalán a mí no me quita ni una
hora de sueño como española. ¿Para qué, si sé que con toda seguridad
nunca han dado ni darán pie con bola? No hay mucho peligro de que
Cataluña se independice de nada ni de nadie, visto el nivel de los gurus
independentistas. Menuda tropa. La amenaza no es para España. Es para
los catalanes.
Es la propia sociedad catalana la que empieza a
frustrarse, a agrietarse y a fracturarse de manera quizás trágica. Ya
tenemos comité de actividades anticatalanas y todo. ¿No era Cataluña lo
bastante pequeña como para tener que achicarla aún más?
El verdadero peligro de estas cosas es que consigan hacerte dudar de
que tu tierra es tu tierra. De si todavía soy o merezco ser catalana.
Privarme del derecho a la armonía en libertad.
Robarme la lengua de mi
infancia y de mi madre, la luz del atardecer en Besalú mientras mis
pasos se guardan en la piedra ancestral como en un sueño, el querido
latigazo canalla de irme de copas por el Raval de Barcelona, etcétera, a
no ser que acates cierta ley del silencio. Que aceptes taparte la boca
y la nariz y ahogarte en una espesa sopa de “cosas que no se pueden
decir si no quieres que te llamen facha”.
Pues ni soy facha, ni me callo. Desde Madrid, ciudad que amo a
rabiar, visca Catalunya…libre, es decir, completa. Conmigo dentro, o
viviendo fuera pero cantando las verdades. Y a quien no le guste, ajo y
agua." (Anna Grau, Cuarto Poder, 14/07/2011)
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