31/10/13

Antes de la independencia los catalanes pagaban más, no porque fuesen catalanes, sino porque eran más ricos. Después de la independencia estos mismos vuelvan a ser, antes que catalanes, pobres

"(...) Pero resulta extraño, al menos para uno, la poca previsión o el fingir que más allá del derecho a decidir, el pueblo catalán (no vamos a entrar ahora en el peliagudo asunto ese de definir quién o qué es pueblo y quién o qué es catalán) hallará tras el proceso independentista un amanecer radiante (casi falangista, estamos tentados de decir), un sol que habrá dejado de girar iluminando al pueblo elegido como jamás lo había hecho antes en parte alguna.

Sea, concedamos: Cataluña ha decidido ya, como no podía ser de otro modo, su independencia. Lo ha logrado prodigiosamente al margen de la legalidad constitucional y los tratados de la Unión, que se rendirán como ante milagro, rodilla en tierra.

 Concedamos también que el resto de los españoles, muchos de los cuales se sentirán expoliados, lo aceptan impávidos y sin resentimiento (y en el mejor de los escenarios posibles: nada de boicoteo a los productos catalanes, el Barça jugando la Liga española y puestos fronterizos, los imprescindibles).

Claro que habrá algunos pequeños inconvenientes. ¿En qué gran proceso no los ha habido? El primero, el de la nacionalidad. Algunos nacionalistas hablan ya de conceder doble nacionalidad a quienes no quieran perder la española, pero no se ha dicho nada de aquellos que se resistan a tener la catalana (habrá que persuadirlos) ni de aquellos otros que, viviendo fuera de Cataluña, quieran ser catalanes (con derecho a voto).

 La moneda: se le dará un nombre apropiado y significativo y será una moneda fuerte, pese a las reticencias de algunos mercados (habrá que persuadirlos). La lengua, asunto para entonces casi irrelevante: el catalán será la oficial, y el castellano, en la intimidad. Lo del Ejército parece solventado: como Suiza, algo simbólico, tal vez unas docenas de guardias para el Vaticano (después de la canonización de los 500 mártires de la Cruzada, “en su mayor parte catalanes”, como recordó una de las autoridades catalanas asistentes al acto, las relaciones con el Vaticano son inmejorables).

 La salida de la Guardia Civil, policía y diferentes funcionarios del Estado del territorio catalán creará una pequeña inflación en el funcionariado catalán, que se corregirá sin duda en poco tiempo.

 Financiación de la deuda: el carácter pacífico, ejemplar y milagroso del proceso habrá generado una gran confianza en todos los mercados, que acudirán jubilosos en masa, paliando así el grave problema del paro del periodo preindependentista, ocasionado por el cerrilismo del Estado español y la obstrucción al “derecho a decidir”.

 Lo mismo puede decirse de las empresas que suspirarán por radicarse en Cataluña, corrigiendo el mal efecto de las que la abandonaron cobardemente tal y como habían anunciado (no obstante, también persuadirlas). 

Aunque Dalí legara su museo al Estado español y no a la Generalitat, los españoles entenderán que al surrealismo de Dalí fuera de Figueras podría sucederle lo que al vino Albariño más allá del puerto de Manzaneda, de modo que el Estado español se avendrá buenamente a dejarlo donde está; lo mismo que todas sus dependencias, millones de metros cuadrados en zonas privilegiadas de sus ciudades, como delegaciones gubernamentales y cuarteles, que a falta de Ejército, se destinarán a Centros Nacionales de Persuasión.

Y por supuesto, en ese horizonte las nuevas autoridades catalanas no contemplan ninguna hostilidad comercial, financiera, industrial de su vecina España, que, persuadida del espíritu solidario de los independentistas, se abstendrá de competir con Cataluña en asuntos que han sido de su exclusividad tradicionalmente (el cava, los telares, la política portuaria del Mediterráneo, los Juegos Olímpicos, la industria editorial en español o la corchotaponera, el cava). Etcétera. 

Ni que decir tiene que la espiral de los hechos avanza en paralelo a la espiral de la sugestión colectiva; a más velocidad de aquellos, más se incrementa esta, sin saber, llegados a un punto, cuál de las dos espirales implementa a cuál.

Un día la visión se desvanecerá y muchos se preguntarán: ¿qué vimos? Y otros: ¿estábamos ciegos? 

Tal vez ese día alguien recuerde que, en efecto, antes de la independencia los catalanes pagaban más (como los madrileños, por cierto) no porque fuesen catalanes, sino porque eran más ricos; y que estos, los ricos, no se sabe cómo sugestionaron a tantas gentes haciéndoles creer durante un tiempo, hasta que llegó la independencia, que antes que pobres eran catalanes.

 Lo probable es que después de la independencia estos mismos vuelvan a ser lo que siempre fueron: antes que catalanes, pobres."             ( , El País, 24 OCT 2013 )  

No hay comentarios: