"(...) Como suele ocurrir, la crisis sistémica del capitalismo que vivimos
ha puesto todo patas arriba y desnudado las verdaderas realidades de una
Unión Europea auténtica máquina de desposesión y expropiación de
derechos, bienes y patrimonio de las poblaciones.
En el centro del
proyecto está la configuración de una periferia subalterna y dependiente
de un núcleo o centro económico y geopolítico dominante. La Europa del
Euro ha devenido en la Europa Alemana, que mantiene relaciones
coloniales con un Sur sin soberanía y en proceso de involución
civilizatoria.
Todo esto obliga necesariamente a cambiar los
postulados tradicionales, que ya no son capaces de interpretar la
realidad y mucho menos de transformarla. Aquí y ahora: ¿Que significa la
independencia de Cataluña o de Galicia? ¿Independencia de España para
pasar a ser un Estado de la Unión Europea? ¿Ser un Estado más de esta
Europa oligárquica, antidemocrática y dependiente del imperialismo
norteamericano?
Para las derechas nacionalistas vascas, catalanas (el
nacionalismo gallego siempre ha sido plebeyo) esta es su Europa, la del
capital, la que privatiza los servicios públicos, la que precariza la
fuerza de trabajo y cercena los derechos sociales y sindicales, la que
desregula el mercado y desmantela las empresas públicas, la que
mercantiliza el conjunto de las relaciones sociales y convierte la
democracia en un mecanismo de selección de la clase política al servicio
de la plutocracia dominante.
Hoy, el conjunto de los pueblos de
España, sus clases trabajadoras, sus jóvenes y sus mujeres viven una
situación de dominio y opresión producto de una alianza de clases entre
las diversas burguesías en torno al Estado alemán.
¿Qué es la Troika? Es
la expresión política de esa alianza que administra los intereses
generales de la burguesía en su conjunto, incluida la vasca y la
catalana. Las propuestas de independencia deberían verse en este
contexto, relacionando cuestión nacional con cuestión de clase, desde un
punto de vista anti imperialista.
Hay una reflexión de Castelao
que puede ayudar mucho a construir una perspectiva más compleja y rica.
Como es sabido, para el autor de “Sempre en Galiza” el independentismo
no era una salida realista para su pueblo; las razones de fondo tenían
que ver con las dificultades de un pequeño país para sobrevivir en un
mundo en permanente lucha entre grandes potencias, en las condiciones
económicas, sociales y militares definidas por el capitalismo
imperialista.
La tarea real, difícil y dura, era construir un nuevo
Estado y democratizar el poder, teniendo como frontispicio el derecho a
la autodeterminación de las naciones y pueblos.
¿Hoy el objetivo
no debería ser la construcción de un nuevo Estado liberado de la Europa
Alemana? Podría hacerse forjando una alianza entre trabajadores, pueblos
y ciudadanía para construir un Estado republicano y federal,
comprometido con los derechos sociales y nacionales, promotor de la
democracia económica y ecológica y defensor consecuente de la igualdad
sustancial entre hombres y mujeres.
Una comunidad de pueblos y naciones
libres e iguales que se unen para construir una humanidad liberada del
mal social de la explotación, el dominio y la discriminación.
Pero, como pasa casi siempre cuando no se abordan a tiempo las
cuestiones que afectan simultáneamente a la razón y a los sentimientos,
hoy la cuestión nacional ha explotado en las manos de una clase política
que ha estado mirando hacia otra parte durante demasiado tiempo.
Y lo
ha hecho proyectando una humareda tan densa que en Cataluña ya casi es
imposible discernir los problemas reales de lo que son simples
subterfugios para eludir la agobiente realidad cotidiana.
Una
situación a la que han contribuido eficazmente la mayor parte de las
izquierdas, las sindicales incluidas, que atenazadas por lo que han
supuesto políticamente correcto, han laminado, hasta casi suprimirlos,
los valores tradicionales sobre los que esas izquierdas se construyeron.
Y así, con frecuencia, y también de un modo creciente, la identidad de
clase se ha ido diluyendo, hasta quedar subsumida en una identidad
nacional gestionada hábilmente por la burguesía. Son burgueses, es
verdad, pero son “los nuestros”. Un disparate.
La izquierda
siempre había defendido la solidaridad de clase, la hermandad de los
pueblos, ante quienes eran sus verdaderos enemigos. Ahora, en Cataluña,
esa izquierda, de forma mayoritaria, se ha sometido voluntariamente a
sus enemigos: la Europa Alemana, la burguesía autóctona.
Lo
diremos de nuevo: ¿Hoy el objetivo no debería ser la construcción de un
nuevo Estado republicano y federal, comprometido con los derechos
sociales y nacionales, promotor de la democracia económica y ecológica y
defensor consecuente de la igualdad sustancial entre hombres y mujeres?
Dicho queda." (Manuel Monero y Miguel Riera, Rebelión, 26/09/2013)
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