18/10/12

El riesgo que implica una formulación radicalmente secesionista es el agravamiento de la fragmentación y la fractura de la sociedad catalana

"A poco que se medite con seriedad, una separación unilateralmente forzada impondría a la sociedad catalana un horizonte plagado de incertidumbres y riesgos. En el plano económico, la inestabilidad añadiría a la recesión nuevas turbulencias y dificultades de financiación que se trasladarían al comercio y a las empresas, cuando menos en el corto plazo. 

Un gobierno arruinado carecería del margen de maniobra necesario para vertebrar las instituciones y políticas necesarias en una etapa fundacional del Estado. La mejora del espacio fiscal que seguiría a la creación de una hacienda propia se quedaría muy corta para satisfacer las expectativas sociales disparadas por el proceso mismo.

 El peso y la presencia internacional del país se verían cuestionados durante un período de duración imprevisible. Los sufrimientos que todo ello trasladaría a una ciudadanía muy castigada ya por la crisis amenazarían con transformar en poco tiempo las ilusiones iniciales en desánimo y desafección. (...)

Como recordaba hace poco Albert Sáez, los perímetros del consenso ciudadano en Cataluña son distintos en función del grado de profundidad con que se aborde la pretensión de autogobierno.

 Lo que nos lleva al más serio —en mi opinión— de los riesgos que implica una formulación radicalmente secesionista: el agravamiento de la fragmentación y la fractura de la sociedad catalana.
 
 Pero si son importantes los daños que la separación podría causar en Cataluña, los que ocasionaría en España no serían, desde luego, menores. La pérdida de casi una quinta parte del PIB supondría, en sí misma, una traumática amputación del potencial económico del país, pero su impacto cualitativo sería aún más importante.

 España perdería —en medio de la crisis más grave que las generaciones actuales han conocido— su economía más dinámica e internacionalizada, una parte nuclear de su capacidad investigadora y de producción científica y un tractor esencial para la innovación de su modelo productivo. 

Y por perjudicial que el impacto económico pueda parecernos, los efectos políticos lo serían más todavía. 

 La separación estimularía en España las tensiones territoriales, empezando por la cuestión vasca, y facilitaría en paralelo el repliegue defensivo del nacionalismo español; resucitaría olvidadas dinámicas de confrontación social; profundizaría el descrédito de las instituciones y el sistema político; lesionaría seriamente el peso y el prestigio internacional del país y nos sumiría en una depresión colectiva de un alcance que solo hemos conocido en los libros de historia."              ( , El País, 15 OCT 201)

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