26/10/12

El derecho de autodeterminación... es que cualquier parte de un territorio (Barcelona, por ejemplo) pudiera independizarse del resto (de Cataluña)

"El derecho de autodeterminación

Algunos nacionalistas defienden el principio nacionalista de secesión (en adelante PSN), que consiste en afirmar que cualquier "nación" tiene derecho a poseer un Estado propio si la mayoría de su población lo desea.

 Pero el PNS acarrearía numerosos problemas en la política internacional. El mundo podría dirigirse hacia una fragmentación, hacia la creación de microestados que debilitarían los Estados ya existentes. 

Esto dificultaría la movilidad al crearse barreras y fronteras donde ahora no las hay; supondría, además, un obstáculo para las relaciones cultura-les y económicas, y se multiplicarían los actores políticos, lo que generaría, sin duda, una profunda inestabilidad.

En una época caracterizada por la eliminación de fronteras económicas, la globalización, la integración regional y el desarrollo de grandes estructuras institucionales destinadas a unir distintos Estados en la defensa de sus intereses comunes, no parece que el PNS tenga cabida.

 La aplicación de este principio iría en contra del respeto a la integridad territorial de los Estados. Si cualquier grupo que se considere una "nación", y viva en un territorio concreto, puede, en cualquier momento y de manera unilateral, proclamar su independencia de ese Estado sin que éste tenga nada que decir, se generaría una inseguridad terrible para los Estados porque podrían perder una parte sustancial de su territorio en cualquier momento.

 El PNS otorgaría, además, un poder inmenso de presión a los grupos nacionalistas que están integrados dentro de un Estado mayor, que podrían someter a un chantaje continuo a ese Estado bajo la amenaza de exigir la independencia. Ese colectivo podría conseguir, por tanto, privilegios políticos y económicos al disponer de un instrumento jurídico que le permitiría separarse de ese Estado en el momento en que ya no le interesara formar parte del mismo.

El PNS iría también en contra de la redistribución de la riqueza, una de las funciones básicas de cualquier Estado, porque fomentaría que las regiones más ricas de los Estados actualmente existentes se independizaran para no tener que contribuir al desarrollo de las zonas más pobres.

 Para protegerse del PNS, los Estados deberían evitar que cualquier grupo capaz de exigir el cumplimiento de ese principio se estableciera en un territorio del que pueda adueñarse, impulsando restricciones al movimiento de personas.

 De igual forma, dos Estados en conflicto podrían utilizar el PNS para desestabilizar a un rival y apropiarse de parte de su territorio fomentando la emigración de sus ciudadanos al país rival para, posteriormente, animarles a que exijan la independencia y la integración posterior en el Estado del que son originarios.

Los nacionalistas incurren, en su defensa del PNS, en una grave contradicción. Los mismos que se apoyan en esta idea para legitimar sus ansias separatistas deberían aceptar, si quieren ser coherentes, que, después de lograr la independencia de su "nación", cualquier parte políticamente relevante de la misma (por ejemplo, un ayuntamiento) pueda ser independiente si así lo desea o seguir formando parte del Estado del que se han separado.

 Una vez con-seguida la independencia, ¿no debería aceptarse, en aplicación del PNS, que cualquier parte de su territorio dotada de suficiente entidad política pudiera independizarse del resto? 

Con toda seguridad, los mismos que ahora defienden este principio lo atacarían o, simplemente, lo ignorarían si puede poner en peligro la unidad de lo que consideran sus "naciones". ¿Por qué en un caso es legítimo defender la unidad "nacional" y en otro no? Debemos concluir, por tanto, que el PNS es teóricamente insostenible e inaplicable en la práctica.

Respecto al derecho a la secesión, hay que hacer una distinción clave entre Estados democráticos y los que no lo son. Una parte de un Estado-nación democrático tiene derecho a la secesión si, y sólo si, dentro del marco jurídico-político vigente en ese Estado se reconoce ese derecho.

 Lo que es inadmisible es que una parte pretenda negarle al todo la posibilidad de decidir qué quiere ser, ya que la secesión de una parte no importa solamente a los que viven en ese territorio concreto sino al conjunto de los habitantes de ese Estado. 

Si las leyes o la Constitución vigente en un país no reconocen el derecho a la secesión de una parte del mismo, es absurdo reclamar el ejercicio unilateral e ilegal de ese derecho. 

Lo único que se puede pedir es que se cambien las leyes utilizando los procedimientos legalmente establecidos para ello, y que de esa forma el Estado reconozca el derecho a la autodeterminación de una de sus partes. Si esto sucede así, nada puede objetarse en contra desde un punto de vista jurídico ni democrático.

Que una parte del Estado se separe del resto es algo que afecta a todos cuantos viven en ese Estado, no sólo a los que residen en la región que pasa a ser independiente. La influencia geoestratégica de un país que ha perdido una parte de su territorio y de sus habitantes siempre será menor que la que tendría si no se produjera esa partición. 

De la misma forma, las posibilidades laborales, los lazos familiares y de amistad entre quienes viven en ese nuevo Estado y los que siguen formando parte del Estado original, las relaciones económicas y empresariales, las competiciones deportivas y los nexos culturales, científicos y sociales entre esos territorios que antes estaban unidos pueden verse seriamente afectados, o rotos, si una parte de ese Estado se separa del resto. 

Pretender que la secesión afecta únicamente a los que viven en ese territorio es, simplemente, negar algo evidente.

Quienes defienden la autodeterminación, entendida como el derecho a la secesión unilateral, lo hacen normalmente apelando a cierta interpretación de la democracia. Sin embargo, no debemos olvidar que ninguna democracia es posible sin el respeto a la ley. 

En un Estado democrático, las leyes son las máximas garantes de la libertad, del Estado de derecho, de la justicia y de la igualdad entre todos los ciudadanos. Su cumplimiento no admite excepciones, es nuestro único camino para impedir la arbitrariedad o el totalitarismo. 

Es una completa contradicción apelar a la democracia defendiendo la vulneración de las leyes, porque esto solo conduce a la liquidación de la esencia misma de la democracia. Sin el imperio de la ley, no hay democracia posible.

Antes hemos distinguido entre Estados democráticos y Estados que no lo son. En el segundo caso puede ser admitido, de forma excepcional, el derecho a la secesión, incluso aunque pueda implicar una vulneración del marco legal vigente. 

Si en un Estado se produce una transgresión de los derechos fundamentales de una minoría; si ésta es perseguida por sus creencias, su origen étnico, su raza o por cualquier otra circunstancia que atente contra su dignidad personal, entonces la secesión puede ser la única vía de escape posible para impedir daños irreparables.

 Si, además, ese Estado ha sido anexionado por la fuerza a otro Estado invasor, también puede justificarse la secesión unilateral para reparar una anexión forzosa (como sucedió en la extinta URSS). En estas circunstancias, podría aceptarse un ejercicio del derecho a la autodeterminación similar al que defienden algunos nacionalistas, pero como un mal menor para evitar males mayores.”  

(Cita de: Roberto augusto: El nacionalismo ¡vaya timo!, Editorial Laetoli, 2012, pág. 77/81)

No hay comentarios: