"Los que no somos catalanistas, con esa combinación nuestra de incapacidad para dar en el clavo
en nuestros análisis y el aferrarnos a lo primero que se ha dicho sobre
algo, aunque no tenga ni pies ni cabeza, hemos atribuído al victimismo
de los nacionalistas (a quienes llamo así simplemente porque cuando se
presentaron en sociedad durante la Transición, se autodenominaron
nacionalistas) su gran baza para elaborar un discurso político que capte
votos.
Pero es justamente lo contrario. No es el victimismo, sino el
triunfalismo su verdadero punto fuerte. La gente se solidariza un ratito
con el débil. Pero no le entrega su fidelidad. Eso lo reserva para el
fuerte, el triunfador, o el que aparece como tal. Cuando ellos hablan, no se hacen la víctima.
Acusan.
De esa forma, fuerzan a iniciar el intercambio de ideas desde una
posición de preeminencia moral entre gentes a los que un mínimo de
sentido democrático les tiene que atribuir la misma respetabilidad. Eso
es un triunfo.
En lo que respecta a la política nacional, las consecuencias de este
error han sido desastrosas. Creyendo que había que correr a conjurar ese
victimismo que se suponía que tanto les beneficiaba, se les han
entregado toda clase de triunfos, generando la dinámica que realmente les ha dado fuerza durante estos 30 años. (...)
Como consecuencia de la manifestación del 11S por la secesión de
Cataluña, abundan en la prensa que se supone contraria a este paso
informaciones sobre las consecuencias nefastas que ello traería a la
economía de Cataluña. ¿Cree alguien que a los nacionalistas les importa eso demasiado?
Yo estoy seguro de que no.
Es cierto que para atraer gente a su
proyecto, han lanzado la idea de que “con la independencia nos irá mejor
económicamente”. Pero el núcleo director de este proceso lo hace porque
están convencidos de que los catalanes no pueden aparecer mezclados con
el resto de españoles.
Yo, personalmente, ante el proceso de separación de España en el que
el nacionalismo nos quiere meter, tengo infinidad de dudas.
Principalmente, si salimos de la Unión Europea y del euro, me pregunto
en qué moneda me van a pagar la nómina. La verdad es que me aterra
pensar cuál puede ser el valor real del pujolet, que seguramente será la moneda de circulación en la nueva república.
Pero supongamos que tienen razón. Que a los que vivimos en Cataluña nos vaya a ir mejor como país separado porque la inmensa riqueza generada en Cataluña no será dilapidada financiando pers
y vagos andaluces que se pasan el día en el bar (Duran dixit).
Pues no.
Yo no quiero la secesión porque desde mis principios sobre lo que debe
ser la relación individual o colectiva entre personas, me asquea la
forma de expresarse de sus partidarios.
Y no quiero la secesión porque
supone un enorme menosprecio y una enorme bofetada a gentes con las que
me siento solidario, que viven en territorios donde están mis orígenes
familiares y donde se habla la lengua que me ha dado la capacidad de
tener cultura. Por eso no la quiero y eso es previo a cualquier cálculo económico." (José Miguel Velasco, lavozdebarcelona.com, 19/09/2012)
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