El bilingüismo y el respeto a la diferencia es la única esperanza para la supervivencia de una sociedad plural y diversa como la catalana, y la única vía para asegurar la cohesión social de todo el país. (...)
Es la hora de ser libres, la libertad empieza por el respeto a la diferencia y no por intentar hacer de la sociedad algo uniforme a la imagen y semejanza del visionario de turno. Y tenemos prisa, setenta años de intentos uniformadores del franquismo y del nacionalismo catalanista son demasiados.
Ahora mismo en la escuela catalana el 10% de las horas se hacen en castellano, el 10% o más en inglés y el restante 80% aproximado en catalán.
Algunos profesores somos presionados para no utilizar el castellano ni siquiera en nuestras relaciones personales mientras estemos en la escuela, presionados para efectuar todas las reuniones de padres (colectivas o individuales) en catalán, aunque los padres nos hablen en castellano, presionados para intentar cambiar la forma de hablar de los niños en los patios, en sus actividades, en el comedor, en la ludoteca, en las excursiones…
¿No habremos dejado en nombre de supuestas buenas intenciones como la supervivencia de una lengua, que el fanantismo se haya apoderado de la educación para convertirlo en una parte fundamental, en la piedra angular del proyecto de ingeniería social necesario para caminar hacia la secesión? (...)Desliguemos la educación de la política y veremos que lo solidario, lo justo, lo equitativo, lo racional, lo legal, lo ético, lo pedagógico y en general, lo mejor para nuestros alumnos, es que en una sociedad bilingüe tengamos una escuela bilingüe." (lavozdebarcelona.com, 5 de septiembre de 2011, Daniel Perales: Sociedad bilingüe, escuela bilingüe)
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