El ejemplo del comercio de bienes resulta paradigmático: el volumen de comercio de Catalunya con el resto de España es sólo ligeramente inferior que con el resto del mundo dada la mayor proximidad en la dimensión geográfica, cultural, administrativa y económica. (Véase el mapa de las exportaciones de Catalunya.)
El efecto frontera entre Catalunya y Francia, que mide la intensidad relativa del comercio interregional respecto al comercio internacional controlado por el producto interior bruto y la distancia, se ha reducido desde mediados de los años noventa a la mitad, pero parece haberse estancado cerca de veinte.
Este sesgo implica que la integración económica no reduce del todo las barreras al comercio que supone una frontera —barreras que resultan incluso más difíciles de superar en sectores de servicios, más sensibles a la distancia—.
Si analizamos el comercio internacional a la vez que con el resto de las comunidades de España, apreciaremos hasta qué punto es importante la dimensión regional para la economía catalana.
En el ranking de los doce primeros socios comerciales (por exportaciones) aparecen siete comunidades autónomas y cinco países, siendo Aragón el primer socio y Francia el segundo. Dividiendo estos flujos por el PIB de las áreas que reciben productos de Catalunya, se observa que la intensidad de comercio con Aragón es entre cinco y seis veces la intensidad con el resto de España.
Ampliando el espectro, la ratio asciende a veinte cuando comparamos la intensidad del comercio entre Catalunya yel resto de España con la del comercio entre Catalunya y el resto de la UE.
Los datos del 2007, último año anterior a la crisis, revelan un déficit comercial (internacional) de 30.000 millones que queda prácticamente equilibrado cuando se añade un superávit en la balanza interregional de más de 20.000 millones.
De hecho, sectores como el de procesamiento alimentario, que parece a priori un lastre para el comercio en Catalunya, adquiere gran relevancia (en términos de competitividad) cuando se añade el comercio regional dado su amplio superávit comercial con el resto de las comunidades.
Ejemplos como este revelan que Catalunya ejerce un importante papel como nudo de importación para España, importando del exterior para vender al resto del país.
En función de los datos mostrados acerca de la estrecha relación comercial entre Catalunya y España, cabe preguntarse qué repercusión tendría el levantamiento de una frontera entre ambas.
El comercio bilateral entre la República Checa y Eslovaquia en los años posteriores al divorcio de terciopelo,en 1993, cayó un 75%. Basado en este y otros estudios, Jeffrey Frankel, profesor de Harvard, concluye que estadísticamente dos empresas situadas a ambos lados de una frontera comercian entre un tercio y dos tercios de lo que lo harían si esa frontera no existiera.
Si trasladamos estos cómputos al contexto de Catalunya en el 2007, una reducción del comercio interregional a un tercio de su nivel actual provocaría una caída de la balanza comercial (total) de un —4% del PIB a un— 13%, con una correspondiente caída del PIB mismo de hasta un... ¡un 7%! (...)
A pesar de ser cálculos orientativos, sus magnitudes deberían tenerse en consideración e integrarse en el debate sobre el futuro de Catalunya. " (Pankaj Ghemawat, Profesor del Iese, Universidad de Navarra, 'Coste comercial de la separación', La Vanguardia, 28/06/2011)
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