21/7/08

Lo de tratar de ser "una nación de ciudadanos libres e iguales" molesta mucho a Montilla y a Botín

“A Félix Ovejero Lucas, escritor y profesor de Economía, Ética y Ciencias Sociales y de Metodología de las Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona, autor de “Contra Cromagnon. Nacionalismo, ciudadanía, democracia”, le parecen “tramposas” las “explicaciones que atan cuatro hechos, aquí y allá, y los interpretan como síntomas de algo más profundo”. siempre me parecen tramposas”. Respecto al “Manifiesto por la lengua común” niega la acusación de ciertos sectores del nacionalismo que intentan ver una conspiración detrás de los impulsores: “la conspiración requiere una unidad de decisión que coordina y un programa, que se despliega a través de mil acciones, como hacen los nacionalistas: que si las lápidas, el uso horario, las selecciones nacionales, los papeles de los archivos, las embajadas, las matrículas, etcétera. Conviene reparar en la secuencia: a la mitad de los que llenan los estadios cuando juega la selección catalana, el fútbol les trae sin cuidado. En el caso de España el curso ha sido el contario: como resultado de que se juega bien, de que se degusta el fútbol, el mecanismo normal de identificación, espontáneo, opera. Pero, al menos desde Barcelona, la espontaneidad ha requerido de ciertos catalizadores. La gente parecía sentir vergüenza de sentir lo que sentía. Las primeras victorias apenas eran saludadas por algunos, pero eso relajó a los siguientes, que reforzaron a los primeros. Era una suerte de clandestinidad. Todo ello se vio favorecido porque era la 4, Prisa, la que gestionó la difusión: si era Prisa, no podría ser reaccionario pasear con la bandera. Una vez puestos en marcha ese tipo de mecanismos funcionan solo. La endeblez de los argumentos nacionalistas, de ese raca-raca identitario, que se habían convertido en una suerte de superyó, que prohíbe sin razones, se hace más evidente cuando se pueden mirar de frente y ver que no hay argumentos. Eso es particularmente claro en el caso del manifiesto. (…)

El problema no es el futuro del español, sino los derechos de los españoles. El que muchos mejicanos hablen español, y que por tanto el futuro de la lengua no esté en peligro, no puede ser lo que decida la política educativa de los catalanes. (…)

El problema que tienen los nacionalismos es que les incomoda encontrase enfrente a un “nacionalismo” que se precisa de un modo tan austeramente identitario como “una nación de ciudadanos libres e iguales”. Nuestros nacionalismos han establecido una secuencia en unos cuantos pasos, todos tramposos: hay una identidad asentada en una lengua “propia”; la identidad nos convierte en una comunidad política aparte; esa comunidad política es una unidad de decisión legítima....A partir de ahí es normal recalar en que cada conflicto político se resuelve en soberanía. Si hay un problema con los trenes de cercanías, el problema no es el ministerio correspondiente, sino que no lo gestionamos nosotros...La formulación más depurada es el cuento del expolio fiscal, como si todos los catalanes pagáramos impuestos en una declaración compartida y no cada uno según sus ingresos. Según eso Marbella es la más expoliada. Pero claro, una vez se nos ha descrito como una unidad familiar va de suyo la trampa de la declaración conjunta. Por supuesto, impide plantearse la distribución dentro de la familia. Y naturalmente, tampoco se pueden lavar los trapos sucios. (…)

En ese sentido, que los españoles puedan celebrar juntos el triunfo de la selección y eso no conduzca a escamotear las trampas, no impida que al día siguiente unos y otros se critique y nadie se refugie en la bandera para vetar las críticas. O que resulte patético y tramposo quien quiera hacerlo, revela una salud envidiable. Lo otro es el nacionalismo de Franco....”. (ALFONSO ARMADA: Otra España. Atisbos de un nuevo patriotismo. ABC.es, 04/07/2008)

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