24/7/07

Durante 30 años ha mirado para otro lado, o sea, franquismo puro y duro, durante 30 años.

“Durante 30 años, en Hernani todos han mirado hacia otro lado. Ante la violencia y la exclusión. Unos por miedo, otros por convicción. "No, a los niños no se les ha adoctrinado en las ikastolas; todo ha sido más sencillo. En la clase de tus hijos había compañeros que tenían a sus padres y hermanos y primos en la cárcel y les enviaban cartas y pulseritas que compartían con todos los chavales y les tocaba a todos. Ninguno se quedaba fuera. Por pena y solidaridad, los chavales se iban metiendo en ese mundo. Los profesores no les animaban a militar en Jarrai (las juventudes de HB), pero tampoco condenaron nunca los atentados en clase. Ha sido un silencio cómplice. Cuando moría un etarra, había huelga; nunca cuando moría un guardia civil. En las ikastolas se ha llegado al punto de defender los derechos humanos y las causas solidarias en todo el mundo; la ecología, la igualdad de sexos, la integración de los inmigrantes y el matrimonio homosexual, y no condenar nunca la violencia de ETA; si el que asesinaba un vasco no era lo mismo que si el que asesinaba era un moro".

Continúa otra madre de Hernani: "Era una secta. Les decían a los chicos que si sus padres no estaban en la onda del MLNV (Movimiento de Liberación Nacional Vasco), no les contaran nada de sus actividades. Les decían los periódicos que debían leer y las radios que debían escuchar. Luego, llegaba la iniciación. Mandaban a los chavales a comprar los botellines de Radical Fruit para hacer los cócteles, luego la gasolina... y ya estaban dentro. Y muchos padres eran los primeros que daban dinero a sus hijos para que se fueran a las manifestaciones en San Sebastián que terminaban con la quema de autobuses. Todos sabíamos quiénes eran los violentos; iban con la cara tapada con el pañuelo palestino, pero les conocías por las playeras; eran los amigos de tus hijos. Y no decías nada".

Un ertzaina destinado en Hernani recuerda aquellos años de fuego: "Todos sabíamos quiénes eran; los mismos, un día y otro. Siempre muy jóvenes, siempre los más jóvenes, con menos de 20 años. Pero cuando ibas a por ellos, te las tenías que ver con los padres y la gente mayor del pueblo. Y de pronto tenías 200 personas a por ti. Y no los ibas a pegar un tiro... Salías por patas de allí". (JESÚS RODRÍGUEZ: El silencio de Hernán; El País, El País Semanal, 22-07-07, pp. 42)

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