18/4/22

Albert Soler: ¡Catalán, el ejército te llama! Existe la solución de crear una «Plataforma pro ejércitos catalanes», a semejanza de la de las selecciones deportivas... se trata de organizar guerras amistosas durante las fechas navideñas, por supuesto contra rivales de segunda fila, yo estaba pensando en Andorra, El Vaticano o –el exotismo siempre atrae público– a Gabón... Si estos ejércitos ya tienen compromisos, se puede guerrear contra La Rioja o cualquier otra comunidad autónoma. El caso es que los catalanes puedan ver a su ejército en acción, ondear las banderitas y llamar independencia en el minuto 17.14 a contar desde el inicio de las hostilidades. Las guerras de verdad son muy peligrosas, y además se suele fusilar a los cobardes, lo que, tratándose de lacistas, supondría dejar a las tropas huérfanas de mandos al poco de iniciarse... Mejor empezar con guerras amistosas, que sirven igualmente para el objetivo de colocar en buenos cargos a amigos y familiares

 "En 'Más banderas', publicada en 1942, en plena guerra mundial, Evelyn Waugh satiriza al ejército británico a través de la aristócrata y sinvergüenza Basil Seal. Éste y unos cuantos de su misma escala social, ven en la guerra y el ejército una oportunidad de trepar, a lo que se dedican con tenacidad. Por eso creo natural que, ahora que el proceso está liquidado y con él se acaba una forma de buena vida, se empiece a hablar de la necesidad de crear un ejército catalán. 

Si se trata de seguir chupando de la mama, la milicia ofrece oportunidades sin fin. La Sociedad de Estudios Militares, que será como el Instituto de Nueva Historia pero con los socios vestidos de verde oliva, se dedica a debatir sobre el nuevo ejército catalán, y próximamente lo hará incluso en una universidad, no me pregunten cuál porque todas son lo mismo y me confundo..

 En una universidad catalana no se puede celebrar un acto sobre Cervantes ni montar una carpa reclamando los derechos que a uno le corresponden, sin que vengan a boicotearlo, pero en cambio puede ir a charlar del ejército catalán. Si el busto de Millán Astray se quedó a gusto en la universidad de Salamanca, por qué no deben poder hacerlo sus sucesores lacistas, que eso de pedir la muerte de la inteligencia creen tanto que han empezado por asesinar la suya.

 Alguien podría aducir que teorizar sobre el ejército catalán antes de la existencia de la Republiqueta, es empezar la casa por el tejado. Pero estas cosas hay que prepararlas con antelación, que son muchos los lacistas que van a querer hacer carrera militar. No porque estén dispuestos a derramar una sola gota de sangre para defender algo que no sea su cartera, sino porque, como muestra Waugh, hay muchas oportunidades de negocio en un ejército para quien tiene pocos principios.

 Como sea que la Republiqueta ni está ni se le espera, y como sea que hay mucho lacista con ansia de ganar dinero fácil (la pandemia, que fue otra buena oportunidad de enriquecerse, llega a su fin) , existe la solución provisional de crear una «Plataforma pro ejércitos catalanes», a semejanza de la de las selecciones deportivas. Al igual que con estas, mientras el ejército catalán no sea oficial y pueda declarar guerras de verdad, se trata de organizar guerras amistosas durante las fechas navideñas, por supuesto contra rivales de segunda fila, no vamos a invitar a Estados Unidos oa Alemania, yo estaba pensando en Andorra, El Vaticano o –el exotismo siempre atrae público– a Gabón. 

Si estos ejércitos ya tienen compromisos, se puede guerrear contra La Rioja o cualquier otra comunidad autónoma. El caso es que los catalanes puedan ver a su ejército en acción, ondear las banderitas y llamar independencia en el minuto 17.14 a contar desde el inicio de las hostilidades.

 Las guerras de verdad son muy peligrosas, y además se suele fusilar a los cobardes, lo que, tratándose de lacistas, supondría dejar a las tropas huérfanas de mandos al poco de iniciarse. Y seguramente también de soldados. Mejor empezar con guerras amistosas, que sirven igualmente para el objetivo de colocar en buenos cargos a amigos y familiares y, a poco que uno tenga habilidades en corruptelas y trapicheos –entre el lacismo no faltan verdaderos expertos– sacarse unos buenos dinero cada semana. Las embajadas sirven también para este propósito, de hecho es lo único que tienen, pero un día u otro se acabarán los países, y entonces qué. Más vale ir preparando el futuro. 

Además, el ejército posee la ventaja de que uno puede ir nombrando cargos hasta hartarse, siempre que prometa que lo hace por la defensa de su amada Cataluña. Por no mencionar que, como va muriendo gente, ascender en el escalafón militar es mucho más fácil que en cargos políticos, basta con ver los años que ejerce el Síndic de Greuges. Como dice Basil, en lo que podría ser el principio fundamental del ejército catalán: «Ya sé lo que quiero. Quiero ser uno de los que sacaron tajada de la guerra».           (Albert Soler, Diari de Girona, 16/04/22)

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