14/10/20

El principal motivo de las elites que se encuentran al frente de los procesos nacionalistas en los territorios prósperos (por ejemplo, Baviera, Lombardía, País Vasco, Cataluña)...“es el rechazo a la política presupuestaria y fiscal del Estado, que transfiere recursos entre los ciudadanos, pero también entre las regiones”

 "No es una idea propia; solo los matices y adornos son míos. Tomo pie en el último libro de Juan Francisco Martín Seco (JFMS a partir de ahora) publicado por El Viejo Topo (véase la segunda sugerencia). De él es la pregunta, una pregunta incómoda e interesante en mi opinión.  (...) 

La unidad política implica, entre otras cosas, que todos los ciudadanos/as tienen (deberían tener) los mismos derechos y obligaciones, independientemente de su lugar de residencia, y que, por lo tanto, pueden moverse con libertad (a veces son empujados: por el pobreza por ejemplo) por el territorio nacional y buscar, dicho de un modo muy tradicional, un puesto de trabajo allí donde haya oferta… si la hubiera y sin entrar ahora en qué condiciones.

La unión fiscal, como consecuencia de la unión política y de la actuación del Estado (que presuponemos social y de derecho), a nivel personal (la idea básica tantas veces incumplida: el que más tiene, más paga y menos recibe), realiza o debe realizar también una función redistributiva a nivel regional, una redistribución que compensa en parte los desequilibrios creados por el mercado que, por supuesto y cuenten lo que cuenten los cuentistas, no es un máquina generadora de armonía, equilibrio e igualdad. De eso nada, lo contrario es verdadero.

La Unión Monetaria [UM] europea, nos recuerda JFMS, ha roto este equilibrio creando una unidad comercial y monetaria pero sin que se produzca, ni se busque por el momento más allá del parole, parole y parole, la unidad fiscal y política. Se genera así, como tantas voces críticas han denunciado (entre muchos otros, Piketty y Stiglitz por ejemplo, y el propio JFMS), una situación económica anómala que beneficia a los países ricos y perjudica gravemente a los más débiles: la unidad de mercados y la igualdad de tipos de cambios traslada recursos de los segundos (los debilitados) a los primeros (los enriquecidos) “sin que esta transferencia sea compensada por otra en sentido contrario, mediante un presupuesto comunitario de cuantía significativa.” El actual, salvo error por mi parte, ronda el 1,1% de la suma de los PIB de los países que componen la UE.

Para JFMS (y es razonable estar de acuerdo con él) esta situación anómala de la UM es la misma que ansían los soberanistas-nacionalistas-secesionistas surgidos en las regiones ricas. No se niega, JFMS no lo hace, que tras el nacionalismo puedan hallarse en ocasiones pulsiones, sentimientos, emociones, afectos, recuerdos que pueden ser totalmente lícitos.

Pero cuando se trata de países occidentales y de territorios prósperos (por ejemplo, Baviera, Lombardía, País Vasco, Cataluña), el principal motivo, al menos de las elites que se encuentran al frente de los procesos nacionalistas, “es el rechazo a la política presupuestaria y fiscal del Estado, que transfiere recursos entre los ciudadanos, pero también entre las regiones”.

Recordemos, nos recuerda el ex dirigente de IU, que la deriva secesionista de la antigua CDC se inició con el órdago acerca del pacto fiscal que Mas dirigió al presidente de Gobierno Rajoy y la negativa de este último a romper la unidad fiscal y presupuestaria de España (rota ya en parte por el concierto vasco y la situación fiscal de Navarra). Recordemos también que el “España nos roba” o “Primero Cataluña, después Cataluña, y por último Cataluña ” han sido y son lemas centrales del nacional-secesionismo .Cat.

Resulta ya evidente aunque pueda ser considerado paradójico, sostiene JFMS, que la UM, lejos de constituirse en un instrumento de integración y convergencia, se haya convertido en “un mecanismo de desunión y enfrentamiento, incrementando la desigualdad entre los países [2]. Pero es que, además (asunto más que importante), comienza a vislumbrarse (con más obviedad cada día que pasa) que propicia también las fuerzas centrífugas dentro de los Estados entre las regiones ricas y las pobres.

Las clases hegemónicas (y los grupos mesocráticos) de Cataluña o Italia del Norte pueden preguntarse, se preguntan de hecho, por qué tienen que financiar o “ayudar” a Andalucía, Extremadura o a la Italia del Sur (a cuyos ciudadanos-trabajadores suelen descalificar o insultar como coartada ideológica: gente perezosa, poco preparada, juerguistas, irresponsables, seres a medio hacer,,…) si Alemania u Holanda, por ejemplo, no lo hacen, obteniendo beneficios similares o mayores de la unión mercantil, monetaria y financiera.

Lo más contradictorio, prosigue JFMS, entre los que dicen ser nacionalistas de izquierdas, o de los que desde la izquierda coquetean con el nacionalismo (IU, Podemos, PCE), es su defensa en el ámbito nacional de lo que critican a la UE: la carencia de una visión fiscal y política. La izquierda que se opuso al Tratado de Maastricht, el caso de IU por ejemplo, fundamentaba su rechazo en los desastres que se derivarían de una moneda única sin integración fiscal y política. 

La izquierda inconsciente o acomodaticia, el caso del PSOE (también sectores “renovadores” de IU), basó su “sí crítico” en la esperanza (así lo dijeron) un tanto ingenua (¿era ingenuidad?) de que con el tiempo tal convergencia se produciría. En ambos casos censuraban la ausencia en Europa de un presupuesto comunitario de cuantía similar al que mantenían los Estados, un presupuesto capaz de corregir los desequilibrios que el euro y el mercado único iban a producir inexorablemente entre los países.

La pregunta incómoda, sustantiva: ¿cómo se entiende que aquello que se exige razonablemente y por justicia a Europa, a la UE, se desee destruir en España o en Italia? ¿Es consistente defender una UE solidaria y responsable y una Cataluña desigual (que tiene el dudoso honor de estar a la cola en gasto social y al frente en pobreza infantil), insolidaria e irresponsable?

Adenda: Una respuesta nacional-secesionista a la pregunta podría adquirir la siguiente forma: aparte de algún trasnochado racionalista ilustrado (fraternidad, libertad, igualdad) y alguna pueril alma ingenua, ¿a quién le importan, dirían, las contradicciones e inconsistencias? Lo que importa realmente es el programa de la hora, una hora nunca interrumpida, el “Todo por la Patria”, en el bien entendido que Patria refiere a Cataluña o a la construcción “Países Catalanes”. ¿A quién en su sano juicio, dirían, le puede importar un higo la situación de las clases trabajadoras de Extremadura, Galicia, Cantabria o Andalucía? ¡Que se lo monten como puedan! ¡Allá ellos, no somos sus papás ni sus mamás! Nosotros a lo nuestro: Cataluña first, Cataluña über alles."                (Salvador López Arnal, Rebelión, 10/10/20)

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