"La portavoz del Govern, Meritxell Budó, ha declarado que en una
Cataluña independiente se habrían producido menos contagios y menos
fallecidos porque, en su opinión, la Generalitat habría actuado antes de
lo que lo hizo el Ejecutivo central.
En esta misma línea se ha
pronunciado el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Joan
Canadell, al asegurar que “España es paro y muerte”, mientras que
Cataluña, “vida y futuro”. La coincidencia de ambas declaraciones revela
que la propaganda independentista dispone de una nueva consigna para
perseverar en la estrategia de siempre: contraponer una realidad, sobre
la que sus líderes proyectan más sombras que las que tiene, a una
fantasía, que pintan con los más risueños colores.
Es la ventaja que tiene fantasear con que se gobierna una especie de
ínsula cervantina, bajo la forma de república inventada, y no unas
instituciones autonómicas. En el mismo territorio imaginado, el máximo
responsable de la Cámara de Comercio pudo alzar una voz entre
tremendista y miserable, y la portavoz del Ejecutivo autónomo, manejar
una contabilidad recreativa, pero no menos tremendista ni menos
miserable.
En realidad, uno y otra se han quedado cortos en la
comparación entre España y la Cataluña independiente. Dado que uno de
los términos es solo una quimera, ¿por qué no haberlo pintado con
colores todavía más idílicos, todavía más sublimes que los empleados por
Budó y Canadell? Gozaban de la inmunidad que proporciona, desde que el
mundo es mundo, cualquier promesa de un paraíso derramando hidromiel,
concebido por fanáticos y defendido desde el fanatismo, sin tener que
pasar por el contraste de los hechos.
Aun así, los hechos de que se dispone a estas alturas apuntan en una
dirección radicalmente contraria de la anunciada por estos dos heraldos
que no cesan de proferir insultos. Coincidiendo con los supuestos 15
días en los que una Generalitat independiente habría adelantado el
confinamiento decidido por el Gobierno central, el president
Torra peregrinó a Perpiñán con una nutrida representación de su partido y
de su Ejecutivo para realizar las salutaciones a un prófugo con
ademanes de profeta, animando, de paso, a una concentración masiva en su
honor.
A continuación, exigió confinar una localidad de Cataluña con el
mismo dramatismo con el que después exigiría que se desconfinara, sin
que la situación sobre el terreno aconsejara ni una medida ni la
contraria. Y ello por no hablar de iniciativas como el cierre de
fronteras o los pasaportes de inmunidad, con las que, después de
intentar vías irlandesas, kosovares o lituanas, el president Torra y los suyos parecían apostar astutamente por una vía sanitaria a la independencia.
Descendiendo por una vez desde la ínsula independentista a la plaza
de Sant Jaume, la Generalitat anuncia que multiplicará en breve el
número de pruebas de coronavirus. Será una gran noticia que lo consiga,
que celebrarán incluso quienes soportan que cada decisión de la
Generalitat, errónea o acertada, contenga siempre una ofensa.
No contra
las decisiones contrarias, sino contra la dignidad de todas cuantas
personas están padeciendo el infortunio de la pandemia. Catalán o no
catalán, independentista o no independentista." (Editorial de El País, 24/04/20)
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