6/5/19

El nacionalismo pretende la consecución de un pasado mítico. Ese es el horizonte moral al que tienden: el de la superstición. Esa fantasía también les sirve como promesa de futuro. Aseguraban que fuera de España habría “helado de postre” todos los días. Es un ficción que opera en dos direcciones: hacia atrás, como leyenda, y hacia el futuro, como utopía. Y ambas proyecciones se caracterizan por el desprecio de los hechos...

"(...) Ha sostenido que uno de los “rasgos consustanciales a todo nacionalismo es el desprecio de los hechos”.

Antes que nada, el nacionalismo pretende la consecución de un pasado mítico. Cuando organiza, por ejemplo, todos esos fastos en torno a la guerra de 1714 y exalta lo que pudo haber sido y no fue, se está refiriendo exactamente a un mito, a una leyenda. Ese es el horizonte moral al que tienden: el de la superstición. 

Esa fantasía también les sirve como promesa de futuro. Recuerde que aseguraban que fuera de España habría “helado de postre” todos los días. Así, es un ficción que opera en dos direcciones: hacia atrás, como leyenda, y hacia el futuro, como utopía. Y ambas proyecciones, sí, se caracterizan por el desprecio de los hechos.

En su opinión, Vox no es una formación de “extrema derecha”, sino “nacionalista”. ¿Por qué?

Aunque también tiene elementos populistas, para mí su rasgo primordial es el nacionalismo. De hecho, es el primer partido nacionalista español que surge en nuestro país desde 1978 con una cierta proyección o expectativa de poder. 

 Es muy gracioso, porque todos los que nos acusaban a nosotros —y con nosotros me refiero a toda una nebulosa constitucional que alcanza hasta el PSC— de poco menos que fascistas, ahora se han encontrado con un nacionalismo español férreo.  Tan férreo como ridículo, debo decir.

 Y claro, ¿cómo se referirán a partir de ahora a los que somos constitucionalistas? Esta contradicción demuestra que las categorías con las que se rige el nacionalismo catalán no funcionan para conocer la realidad. Al basarse en la mentira, nunca rinden un fruto intelectual válido.

También se ha mostrado crítico con los llamados “equidistantes”, siempre más cercanos al nacionalismo que al constitucionalismo.

Efectivamente, les llamamos equidistantes o terceristas pero es falso. Más que la búsqueda consciente de una tercera vía, lo que hay en el PSC —también en el mundo de Podemos y demás— es un temor a no participar en el aquelarre, a que por culpa de su pecado original les excluyan de según que círculos. Y es que no persiguen un espacio en el que puedan caber todas las tendencias —espacio que sí representa el constitucionalismo, pues defiende unas reglas del juego que nos amparen a todos—. 

No, de lo que trata el tercerismo es de rendir pleitesía a las reglas impuestas por la hegemonía nacionalista en Cataluña desde hace décadas. Sin ir más lejos, es lo que hace el PSC cuando no manifiesta reparos a que en algunos ayuntamientos se exhiban lazos amarillos. Esa connivencia se intenta disfrazar de apuesta intelectual, pero, como digo, no es más que miedo y sumisión. (...)

Son muchos los que señalan que, después del procés, el catalanismo político ha pasado a mejor vida. ¿Debemos alegrarnos o lamentarnos?

Alegrarnos, sin duda. El catalanismo es una expresión más del nacionalismo, y no la menos arrogante ni supremacista. Lo insólito es que el principal defensor del catalanismo haya sido Madrid, y sobre todo la prensa de Madrid.  (...)

Después de las elecciones del 28 de abril, ¿estaremos mejor o peor en Cataluña?

En Cataluña vamos a estar moderadamente mal durante al menos tres o cuatro generaciones. El constitucionalismo ha logrado contener el procés, pero el perjuicio que éste ha ocasionado no se resuelve con unas elecciones. (...)"           

(Entrevista a José María Albert de Paco (Barcelona,1969) es colaborador en medios como Vozpópuli, The Objective o Jot Down. Óscar Benítez, El Catalán.es, 01/04/19)

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