"Antonio Robles escribe “si hay un hecho diferencial en Cataluña
es el de que se haya logrado que mientras todos los proyectos europeos
basados en el supremacismo nacionalista son rechazados como
ultraderechistas, el supremacismo catalán pase por democrático”. Y exactamente eso es lo que está pasando.
En el programa de TV3 del sábado 30 de septiembre, al que me
invitaron por primera vez en siete años, en el último día de campaña por
el referéndum, para fingir que era un medio de comunicación plural y
objetivo, a Suso del Toro que debatía conmigo, le pareció bien que la
campaña nacionalista presentara a los catalanes como más industriosos,
trabajadores, formales e inteligentes que el resto de los españoles. “Sí así es, conviene decirlo” me respondió.
Recordemos los mítines del famoso diputado de Unió, Durán y Lleída,
asegurando que los catalanes trabajaban para que los andaluces se
gastaran su dinero en la taberna. Y eso que al final no se decantó por
el independentismo. En el programa de Unió sólo se perseguía dinero.
Pero la identidad, la diferencia, la supremacía en resumen, es un
elemento importante para convencer a las poblaciones de la justicia de
sus reclamaciones.
Ada Colau ha enviado un sensiblero y almibarado escrito quejándose
del trato de la Guardia Civil y de la Policía a los indefensos electores
y reprochando amargamente al portavoz del PP que calificara de “nazis” a
los catalanes y catalanas que se manifestaban contra la represión
policial. Desde luego, es poco afortunada la expresión.
Pero esa señora
nunca ha dicho una palabra cuando sus socios y ahora protegidos han
tachado de fascistas a tantos cuantos nos negábamos a aceptar la
ideología supremacista, hablamos castellano y pretendemos seguir
perteneciendo a España para no enfrentar a los pueblos y a los
trabajadores entre sí.
El episodio de llamar fascista a Joan Manuel Serrat ha tenido mucha
cobertura mediática, pero cuando hace veinte años a los firmantes del
Manifiesto de los 2.000 se les pintó las paredes de sus casas con el
calificativo infamante, casi nadie lo reprodujo. Como ningún medio de
comunicación en Cataluña informa del acoso a que se somete a los
profesionales, a los maestros, a los funcionarios, que no comparten la
ideología supremacista e independentista que impone el régimen.
Ese sábado la inefable Pilar Rahola, reina de TV3, que domina el
programa ya que los tiempos de intervención no rigen para ella, y cuya
palabra es la ley de la televisión pública catalana, me dirigió una
mirada hostil acompañada de una sonrisa despectiva cuando alegué que el
Referéndum era ilegal, mientras comentaba “igual que lo que dice Rajoy”.
Si los tiempos de la televisión fueran ponderados hubiese podido recordarle dos axiomas definitivos: “La verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero” y el de Antonio Gramsci: “la verdad es siempre revolucionaria”.
Para Rahola la única forma de descalificarme ante el imbatible
argumento de que el Referéndum era ilegal, era situándome en el espacio
ideológico de Rajoy. Le pregunté si también, como Joan Manuel Serrat, yo
era fascista.
Mientras según el relato oficial de los ideólogos del supremacismo
catalán y de la independencia, entre los que se encuentran el honorable
Jordi Pujo y su esposa Marta Ferrusola, Artur Mas, su delfín, el
President Puigdemont, Oriol Junqueras y Carme Forcadell, los catalanes
son un pueblo oprimido por el Estado Español que ha ocupado Cataluña
militarmente durante seiscientos años, y que solo quieren votar
pacíficamente la independencia, los gobiernos de la Generalitat
desde 1980 han impuesto un régimen de persecución de lo no catalán con
lo que es una violencia diaria y continuada, aunque no utilicen las
armas.
La coacción, el insulto, la descalificación, la marginación contra lo “español”
han dominado la administración, la cultura, la educación, los medios de
comunicación, el ambiente social que se ha hecho irrespirable para los
sectores sociales que no son de pura cepa catalanes y que no aceptan ni
el falso relato de la opresión y el expolio por parte del Estado español
ni apoyan la independencia.
Han marginado, acosado, despreciado y humillado a maestros, jueces,
fiscales, funcionarios, hasta conseguir que se fueran de Cataluña o
vivieran en el ostracismo.
Se han ido de Cataluña 14.000 profesores en
los últimos 10 años, y notarios y escritores y actores, perseguidos con
el infamante calificativo de fascistas, o españolistas, que para ellos
es sinónimo. Estamos viendo como se lleva a los niños a las
manifestaciones y en las escuelas se insulta a los hijos de los guardias
civiles.
Los gobernantes de la Generalitat durante 37 años se han apropiado
del dinero para sus cuentas en Andorra y en Suiza, y para financiar a
sus colegas, acólitos, clientes y paniguados que han vivido durante casi
cuatro décadas de la prevaricación, la apropiación indebida, las
comisiones y dádivas que partían de la Generalitat hacia sus fieles.
Dinero que también ha servido para financiar la espuria campaña
independentista, con todos los medios de que dispone, que desde hace
siete años intoxica el ambiente de Cataluña. Sólo en esta última
etapa la Generalitat ha gastado 98.000.000 millones de euros en la
campaña de la independencia mientras 19.000 niños estudian en barracones
porque no tienen escuelas.
No lo digo yo, lo explicó Jiménez Villarejo
en el mitin del Foro de las Izquierdas No Nacionalistas. Otro
fascista, supongo, para Pilar Rahola, ya que se atrevió a pedir el
procesamiento de Jordi Pujol cuando la quiebra de Banca Catalana.
Los supremacistas catalanes tienen adoctrinadas a tres generaciones de jóvenes, y se permiten incumplir no solo las leyes del Estado sino el propio Estatut por el que tanto han
llorado; cambian las leyes al mismo tiempo que las aprueban dándole a la
oposición dos horas para presentar enmiendas cuando el reglamento del
Parlament establece 15 días, impiden hablar y debatir a la oposición, y
luego lanzan a sus fieles como zombis a la calle para que les pegue la
Guardia Civil. Ese Parlament del que Pilar Rahola dice sentirse tan
orgullosa.
Toda esta operación de largo alcance está organizada para que la casta
que domina el Govern y los ayuntamientos y asociaciones a ella vinculada
pueda quedarse impunemente con el dinero de todos, catalanes y
españoles, supongo que con el patronazgo de Israel, Estado que tanto les
gusta, especialmente a Pilar Rahola.
Para dividir España, enfrentar a
los trabajadores y a las mujeres entre sí, a mayor beneficio de esa
mafia que gobierna Cataluña, formada por la burguesía tradicional y la
de arribada por su complicidad con el franquismo. (...)
Lean Resumen Latinoamericano que es muy ilustrativo de cómo los piquetes estaban organizados para ir de colegio en colegio a insultar y pegar a la policía. Todos
los golpeados por la policía no eran viejecitas, madres embarazadas y
niños como explica el almibarado mensaje de Ada Colau.
Quienes
agredieron a los policías y destrozaron los coches de la Guardia Civil
eran mozos aguerridos, vociferantes, cuyas expresiones de rabia y golpes
sobre los automóviles hemos visto en las imágenes repetidas por la
televisión.
Imposible que votaran 2.200.000 personas cuando la gran conurbación
de Barcelona estaba vacía. Las cifras de heridos son absolutamente
falsas, dado que sólo hay 4 hospitalizados. La señora a la que le
rompieron los dedos “uno a uno” ha explicado después que no fue
así sino que tiene una capsulitis en uno solo.
Nadie ha perdido un ojo,
quien sí lo perdió fue una señora llamada Quintana a la que los Mossos
dispararon una bala de goma en las manifestaciones contra los recortes
de hace cinco años. El señor de Lérida no murió, afortunadamente se
salvó del infarto que le acometió.
Y, por supuesto, ninguno de los heridos han sido ni Puigdemont ni
Junqueras ni la Forcadell, que no estaban a la cabeza de las tropas de
liberación nacional. Y tampoco les hemos visto visitando a los cientos
de heridos en los hospitales.
Como epílogo de esta mini crónica de un debate, Pilar Rahola me espetó con desprecio que hablar
de clases y lucha de clases era un discurso tan viejo como del siglo
XIX, y nadie me dio la oportunidad de recordarle que precisamente el
discurso del XIX es el de los nacionalismos, que ocasionó millones de
muertos entre los siglos XIX, XX y XXI." (Lidia Falcón. Presidenta del Partido Feminista, Crónica Popular, 11/10/17)
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