"(...) Tras la proclamación de la república mucha gente se echó a la calle.
Un joven al pasar ante la comisaría de la Policía Nacional se despedía
de la veintena de agentes fuertemente protegidos que guardaban el
edificio. “Adióóóósss”, les decía con sorna. (...)
"Estoy eufórico. Vivo a 50 kilómetros al norte de Barcelona y he venido para esto. Estuve el otro día cuando Puigdemont la suspendió. Hoy, mucho mejor", explicó Félix, que siguió la jornada del Parlament desde las pantallas gigantes de la calle. (...)
Chari Gálvez, profesora de instituto que colabora con Sociedad Civil Catalana,
lo vio a través de su televisión. “Es terrible. No sé qué celebran. Hoy
cinco personas me han dicho que van a pedir el traslado. Muchos se irán
y otros nos quedaremos en plan resistencia”. (...)
Josefina Díaz pertenece a la mitad contenta. "Jamás hubiera dicho que iba a vivir esto. Ahora esperamos que nos den una oportunidad y nos dejen crecer como país", explicaba en una manifestación, y advertía que quedaban días de mucha calle: "Esto no se acaba aquí. Llevamos desde el 20-S en la calle y habrá que seguir. Contamos con ello". (...)
Un joven empresario
que no comulga con la independencia siguió la jornada por televisión:
“Estoy que echo fuego. Espero que mañana se me pase, pero ¿qué esperan? Es un brindis al sol,
no tienen reconocimiento internacional pero les da igual todo”. Este
lleva la inseguridad al terreno práctico.
“Estoy empezando una pequeña
obra para hacer apartamentos y alquilar. Ahora me planteo qué hacer.
¿Paro la obra y mando la gente a la calle? Son detalles que a ellos no
se les pasan por la cabeza”. Y explica que se siente doblemente molesto.
“Yo no pienso colgar una bandera de España, así que es una frustración
brutal”.
Un funcionario de la administración de justicia explica que su temor es que todo acabe en violencia. “A ver cómo se aplica el 155”. A ver…" (Rafael Méndez, El Confidencial, 28/10/17)
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