"Cunde un interesado escepticismo sobre los resultados que traerían unas elecciones catalanas, las enésimas. (...)
Estas elecciones, bien vengan por la vía del artículo 155 bien por un
decreto del presidente de la Generalidad, sucederán en un paisaje
distinto al de la última convocatoria. La tajante diferencia es que la independencia unilateral se ha demostrado materialmente imposible. (...)
Los nacionalistas también han comprobado a qué estado de ruina les conduciría la independencia: los centenares de empresas que han abandonado Cataluña no son el discurso del miedo, sino el miedo tout court.
A todo ello hay que añadir dos lecciones prácticas sobre la calle y la
cárcel: ni los nacionalistas monopolizan la primera ni van a poder
evitar la segunda.
De modo que estos días de zozobra,
tan desagradables, han traído también la impagable virtud del realismo.
Cabe preguntarse en estas condiciones por la oferta electoral que será capaz de armar el independentismo.
¿Un nuevo referéndum definitivo? ¿Una nueva Dui? ¿Unas constituyentes
de la República inexistente?
Estos días han acabado diseñando con
precisión la Cataluña del cul de sac; y aunque nadie puede
impedir que haya quien siga dándose cabezazos contra la pared es
probable que bastantes ciudadanos, aunque solo sea por cansancio,
retiren su apoyo a las estrategias y a las personas que nos han traído
hasta aquí.
El secesionismo se ha quedado sin mercancía electoral. No por vendida, desde luego, sino por podrida." (Arcadi Espada, El Mundo, 19/10/17)
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