27/10/17

Es más que sorprendente que el gobierno de Junt Pel Sí así como la CUP no conocieran ni predijeran que su estrategia de confrontación con el Estado español conduciría a la destitución de todo el Gobierno Junt Pel Sí

 

"(...) Es más que sorprendente, que el gobierno de Junt Pel Sí así como la CUP (y los movimientos sociales independentistas que ellos influencian, como la ANC y Ómnium Cultural) no conocieran ni predijeran que su estrategia de confrontación con el Estado español conduciría a una situación en la que el Estado Central destituiría a todo el Gobierno Junt Pel Sí, y que la Generalitat de Catalunya pasaría a ser gobernada desde Madrid por el gobierno del Partido Popular, un partido que obtiene un apoyo electoral muy minoritario en Catalunya (solo un 8% del electorado).

 Tal estrategia podría incluso conducir a la detención del President Puigdemont y otros dirigentes de su gobierno, en caso de que se declare la independencia unilateral en el Parlament de Catalunya. Cada uno de estos pasos que serán enormemente negativos para Catalunya (y para España) podrían haberse predicho fácilmente.

Se me dirá -como ya se me ha dicho-, que gran parte de los dirigentes del movimiento independentista sí que eran conscientes de que todos estos hechos podrían ocurrir, lo cual aceptaron pues creían que la predecible represión por parte del Estado Central crearía olas de simpatía hacia su causa y peticiones al gobierno Rajoy por parte de gobiernos extranjeros estimulándole a que se sentara y dialogara con el Gobierno Puigdemont.

¿Era posible que tal estrategia fuera exitosa? La credibilidad limitada del argumentario independentista

Hay varios datos, que sin embargo cuestionan la sabiduría de esta estrategia. El primero es que en contra de lo que anunciaba el Sr. Puigdemont, en su carta al Presidente Rajoy, él no tenía un mandato del pueblo de Catalunya, expresado en el referéndum del 1º de octubre, de declarar la independencia. 

Además de que tal referéndum no ofrecía las garantías democráticas necesarias para que se pudiera aceptar como válido (y no me estoy refiriendo solo a si era o no legal, sino a otras garantías que no fueron respetadas), el hecho es que la mayoría del pueblo catalán no participó en el referéndum (votaron solo el 43% de un censo poco fiable). 

No había pues un mandato popular para declarar la independencia. Es más, el Sr. Puigdemont añadió en su carta al Presidente Rajoy un par de datos para subrayar que este 43% del electorado que había votado en el referéndum del 1 de Octubre (1-O) era un porcentaje de participación válido y suficiente, para atribuirse un mandato popular, pues tal porcentaje era superior al que había tenido el referéndum en la Gran Bretaña que condujo al Brexit, lo cual no era cierto. 

La tasa de participación fue en aquel referéndum un 72,2% (un porcentaje mucho mayor que el 43% del 1-O) Y el otro dato que Puigdemont presentó, también en la carta al Presidente Rajoy, creyendo erróneamente (intentando justificar que el 43% que se había obtenido el 1-O era suficiente) que el número de participantes en el 1-O era superior al que aprobó el Estatuto de Autonomía del 2006, lo cual tampoco es cierto, pues el número de votos fue de 2.286.217 en el 1-O del 2017 (un 43%) un número menor al conseguido en 2006, 2.594.167 votos (un 48,85%).

 En realidad, según una encuesta reciente, la mayoría de catalanes (60%) no creen que el referéndum del 1-O reuniera las garantías necesarias para considerar vinculante su resultado y el 55% no cree tampoco que con los resultados del referéndum del 1-O el Parlamento está legitimado para declarar la independencia (El Periódico, 21.10.17). Por tanto, nunca hubo el mandato para declarar tal independencia. Y la población lo sabe.

La mayoría del pueblo catalán nunca ha votado ni por la independencia ni por los partidos independentistas. Su mayoría en el Parlament no corresponde con la mayoría de votos, y ello como consecuencia del sesgo de la Ley electoral que favorece las zonas rurales y conservadoras a costa de las áreas urbanas y progresistas, situación que ocurre también en el resto de España. 

Es más, lo que es también muy importante es que el apoyo al independentismo varía según la clase social de la población catalana. En las grandes ciudades como Barcelona, los votos a favor de partidos pro-independencia son más elevados en los barrios por encima del nivel de renta promedio de la ciudad que los que están por debajo, dato también confirmado por los datos provenientes por la agencia de análisis sociológico y demográfico del Gobierno de la Generalitat de Catalunya (barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), Julio 2017).  (...)"                                     (Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 25 de octubre de 2017, en www.vnavarro.org, 25/10/17)

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