"(...) Oficialmente, el Barcelona defiende el derecho a decidir. Y,
oficialmente también, el club divulgó un comunicado el miércoles en que
condenaba los registros judiciales de las consejerías catalanas, sosteniendo que habían sido coartados la democracia, la libertad de expresión y los derechos.
Se demostraba así que el club ya se había actualizado con las novedades
de la trama independentista. Y que consolidaba su papel cómplice,
estimulante y hasta inductor del discurso político (...)
La contradicción se antoja elocuente: el Barça se ensimisma en la
independencia, en la fortaleza identitaria tanto como aspira a colocarse
en la órbita planetaria y aspira a seguir jugando en la Liga española. (...)
“Se produce la reunión de la fe del fútbol con la fe de la
política”, explica Manuel Mandianes, antropólogo del CSIC (Centro
Superior de Investigaciones Científicas). “Y no se trata tanto de un
plano ideológico como de un plano emocional. Son las pasiones las que se
alimentan entre sí, de tal forma que el estadio aloja ambas —fútbol,
política— y recrea un escenario de manipulación. La clase política
catalana, porque estamos hablando de ella ahora, utiliza el fútbol.
Se
sirve de él, no con discursos elaborados, sino con la fuerza de las
imágenes, de la iconografía, del sentimiento”.
Sabe de lo que habla Mandianes porque ha escrito toda clase de ensayos sobre la “metafísica” balompédica. El último se titula El fútbol (no) es así
(ediciones Sotelo Blanco) y abunda en la dimensión religiosa del
fútbol, cuya influencia en la sociedad no sólo se reconoce en haber
sustituido los credos tradicionales y sus liturgias, también explica la
apropiación que ejerce la clase política en la idea primaria del
populismo.
“Y el Barça se ha convertido en el gran brazo de propaganda
de la causa independentista, valiéndose de la credibilidad de sus ídolos
y de un lenguaje de resistencia y de victoria que se mimetiza con la
causa política”.
Se explicaría así el tuit en el que el president Puigdemont equiparó la remontada del Barça ante el Paris Saint-Germain con la proeza
que le aguardaba a la causa soberanista. Artur Mas había llevado a
parecidos extremos las alegorías político-balompédicas, pero las
sobreactuaciones tuiteras de su heredero provocan cierta estupefacción
en la grey blaugrana porque nunca se le había visto a Puigdemot en los
ambientes fervorosos del Camp Nou, demostrándose, si hubiera dudas, el
oportunismo con que ha puesto a rodar el balón cuesta abajo.
“El Barcelona siempre ha sido un reflejo de la sociedad
civil”, explica Mandianes, “y ha exteriorizado de una manera u otra la
posición predominante de los humores políticos”. “Pero ha habido dos
extremos muy interesantes.
Uno, pasivo. Es decir, los 22 años que Josep Lluís Núñez,
reacio a la injerencia de Jordi Pujol, desconectó al Barça de la
política (1978-2000). Y el otro, activo y militante, el periodo en que Joan Laporta (2003-2011)
abusó del club como una expresión propia del independentismo, hasta el
punto de fundar un partido.
El Barça ya no era un simple termómetro más o
menos recalentado, sino un partido político cuyo presidente, Laporta,
venía del antisistema y cuyo entrenador, Guardiola, se convirtió en
referencia de la causa”, añade.
Hay líderes políticos blaugranas, como Inés Arrimadas (Ciudadanos),
a quienes repugna la manipulación del Barcelona como expresión de
propaganda . Y hay figuras mediáticas, como Xavier Sardà, que anunciaron
incluso públicamente la decisión de borrarse del equipo.
“Era una
respuesta racional a la impresión negativa que me produjeron las últimas
elecciones del club, porque los cuatro candidatos que aspiraban a la
presidencia se hicieron fotografiar con la estelada. Y me pareció una
imagen obscena. Tan obscena, que proclamé mi ruptura, aunque la verdad
es que sigo siendo del Barça. No desde la razón, pero sí desde los
sentimientos”.
La implicación política del Barcelona ha perjudicado mucho
del fervor que antes despertaba en sus desplazamientos peninsulares.
Gerard Piqué canaliza toda la aversión tanto como Iniesta la matiza,
aunque el principal problema que engendra el hipotético escenario de
independencia consiste en que el Barcelona —y de carambola, el Espanyol y
el Girona— quedaría excluido de la liga española.
Desaparecería de tal manera la dialéctica de rivalidad con el Madrid. Y
aspiraría el club a contrastarse en las competiciones internacionales,
perseverando en la captación de fieles intercontinentales que atrae la
idolatría de Messi, de Suárez, de Paulinho.
“No creo que esta concepción identitaria del Barça
perjudique tanto su credibilidad. El Barcelona, como la independencia,
representa un espacio de integración social”, explica Xavier Sardà. “Los
inmigrantes que vienen o las personas que quieren asimilarse en la
sociedad, saben que el Barcelona es un camino, como lo está siendo la
causa indepententista para quienes la abrazan.
Es un espacio de
identificación que logra abolir las clases sociales y que cultiva no la
razón sino los sentimientos”, concluye el periodista y escritor
barcelonés." (Rubén Amón , El País, 24/09/17)
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