"(...) El cónclave se desarrolló con bastante retraso respecto a los tiempos
políticos reales. De hecho esta refundación hubiera sido más creíble si
se hubiera encarado en el XIV Congreso de Reus (2012), cuando se adoptó
como objetivo programático la consecución de un Estado propio y Oriol
Pujol accedió a la secretaría general del partido.
La imputación de
Oriol Pujol por el caso de las ITV (marzo de 2013) y, sobre todo, la
autoinculpación de Jordi Pujol, el 25 de julio de 2014, señalaron el
final de trayecto de una formación, confundida con la figura del
patriarca y refundador del catalanismo conservador, que había ocupado
durante casi tres décadas la centralidad política en Catalunya. De
hecho, Pujol y su delfín Artur Mas han gobernado el país durante 36 años
en los 43 de régimen autonómico.
Desde entonces el declive de CDC ha sido lento pero sostenido. El giro soberanista alimentó el crecimiento y el sorpasso de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) como formación hegemónica del nacionalismo catalán. (...)
El declive electoral ha ido unido no sólo al estallido de numerosos
casos de corrupción, sino a la ruptura de la histórica coalición y
después federación con Unió Democràtica de Catalunya (UDC), y también a
la forzada renuncia de Artur Mas, considerado el principal activo de la
formación, a la presidencia de la Generalitat tras el veto de la
Candidatura d’Unitat Popular (CUP).
El cónclave empezó con mal pie y estuvo precedido por las
manifestaciones públicas de Mas postulándose él mismo y la
vicepresidenta Neus Munté para codirigir la formación, mientras la nueva
denominación se mantenía como el secreto mejor guardado. Unos métodos
que no gustaron en amplios sectores del partido.
El malestar de los delegados al congreso estalló en forma de motín el
viernes, cuando el responsable de comunicación, Jordi Cuminal, anunció
la propuesta de la dirección para denominar al nuevo partido Catalans
Convergents o Més Catalunya. Esto levantó tal alud de críticas que
obligó a la dirección a recular y crear una comisión específica para
estudiar el tema.
La irritación de las bases explotó debido no sólo a
sus discrepancias por los nombres propuestos, sino también por los
viejos métodos autoritarios empleados por la dirección. En efecto, tras
haber anunciado a bombo y platillo que el congreso se desarrollaría de
manera transparente y participativa, la militancia comprobó cómo el
asunto se planteaba con los viejos métodos de siempre. Decimos
militancia para que se nos entienda, pues según la nueva terminología,
los militantes de la formación pasan a llamarse socios, como si se
tratase de una empresa o una entidad cívica.
Finalmente, se propusieron tres denominaciones: Junts per Catalunya
(JxC), Partit Nacional Català (PNC) y Partit Demòcrata Català (PDC).(...)
Este enfrentamiento de las bases del partido con su dirección se hizo
aún más evidente cuando éstas impusieron la definición ideológica
independentista, frente a la propuesta soberanista de Mas que permitiría
incluir a sectores no estrictamente secesionistas y partidarios del
“derecho a decidir” en la nueva formación. Del mismo modo, los delegados
impusieron el termino de “unilateralidad” del proceso soberanista en el
caso que fracase una solución pactada con el Estado español.
La misma pauta se siguió con la propuesta de conferir a la
copresidencia, a la que aspiran Mas y Munté, de poderes ejecutivos que
han quedado limitados a funciones institucionales y de representación.
También se planteó otra batalla respecto al régimen de
incompatibilidades que las juventudes del partido querían resolver a la
vasca; es decir, que fueran incompatibles los cargos institucionales con
los del partido.
Aquí, la dirección consiguió pactar una fórmula
transaccional que permitiría a Munté, pero también a Jordi Turull,
actual presidente del grupo parlamentario de JxSí y el preferido por la
actual dirección, acceder al cargo de coordinador general (secretario
general) del partido. Para orillar este obstáculo se aprobó que puedan
compaginarse las responsabilidades institucionales con las del partido,
siempre que se tenga una “dedicación preferente” al partido.
Algo
realmente extraño cuando el objetivo de los cargos electos de JxSí es
nada menos que conducir al país a la independencia. En cualquier caso, y
debido al nivel de las disensiones internas, Turull acaba de retirar su
hipotética candidatura.
En cuanto al resto de los once miembros
restantes de la dirección, éstos podrán ser diputados o alcaldes si su
municipio no supera los 100.000 habitantes, siempre que su “dedicación
prioritaria” sea al partido. El próximo 23 de julio se celebrarán las
elecciones internas para elegir a los copresidentes, uno masculino y
otro femenino, al coordinador general y los 11 miembros de la ejecutiva. (...)
La primera conclusión del cónclave es que la dirección del partido
nucleada en torno a Artur Mas ha quedado debilitada al no poder imponer
ni la denominación del partido, ni la línea ideológica “soberanista”, ni
el régimen de incompatibilidades apetecido.
Tanto es así, que según
diversas crónicas periodísticas, muchos militantes se preguntaron si la
renovación iba en serio y si era posible llevarla a cabo con la viejas
caras de siempre (léase Mas, Homs, Turull o Munté). En este sentido, no
pueden descartarse sorpresas en los comicios internos del 23 de julio.
La propaganda y la retórica renovadora calaron en una parte de la
militancia que se opuso con relativo éxito a la operación cosmética
diseñada por la dirección, de fuerte sabor lampedusiano.
En realidad, el
cónclave, más allá de su difusión mediática, no ha supuesto ningún
cambio apreciable en la formación, ni desde el punto de vista ideológico
pues se reafirma el giro independentista que arranca en el Congreso de
Reus de hace cuatro años, ni se apunta a una renovación en los
dirigentes de la formación. Incluso, la denominación que sería la
principal, por no decir única novedad, no es tampoco tan rompedora.
De
hecho, las siglas PDC (Pacte Demòcratic per Catalunya) fueron utilizadas
en las primeras generales (1977) en la coalición liderada por Jordi
Pujol (CDC) y donde participaron EDC, PSC (Reagrupament) de Josep Verde
Aldea y Front Nacional de Catalunya (FNC) de Jaume Cornudella. (...)
Ahora, cuando la sociedad catalana vuelve a girar hacia la
izquierda, dirigentes como Josep Rull propugnan una reconversión
socialdemócrata de la formación, frente al sector liberal de Germà Gordó
cuyas posibilidades de disputar la secretaría general del partido son
bien escasas dada su supuesta implicación en la conspiración urdida por
el ex director de la Oficina Antifrau de la Generalitat y el ministro
del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, para desbancar a la
dirección independentista de CDC.
En cualquier caso, difícilmente el neonato PDC podrá disputar el
espacio del independentismo de izquierdas a ERC que, a su vez está
sosteniendo una dura pugna con En Comú Podem para ocupar la hegemonía en
la izquierda catalana. Todo ello dificulta extraordinariamente que el
partido recupere la perdida centralidad política.
En septiembre, Carles Puigdemont habrá de superar una moción de
confianza que, dependiendo del voto de la CUP, podría desembocar en la
disolución de la cámara y la convocatoria de elecciones anticipadas.
Esta sería la primera prueba de fuego electoral de la formación. En este
supuesto se despejaría el papel de Puigdemont y la incógnita de si se
consolida como líder institucional en la Generalitat y con Mas como
hombre fuerte del partido, o como un simple sustituto de Artur Mas." (El Viejo Topo, Antonio Santamaría, 13-07-16)
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