"Explica Gaziel en su gran crónica del Sis d’Octubre, un texto que
debería figurar entre las lecturas de los escolares catalanes, que en el
momento más confuso del fracasado levantamiento de la Generalitat
republicana, de madrugada, la radio se puso nerviosa y comenzó a emitir
unas proclamas cada vez más encendidas y sentimentales, intercaladas con
canciones, himnos y sonatas populares.
Puesto que la discoteca era
limitada –1934–, las piezas se iban repitiendo, mientras el ‘speaker’
anunciaba que la situación se hallaba bajo control de la Generalitat,
cuando en realidad Lluís Companys ya estaba negociando la rendición con
el general Batet, y el conseller de Governació, Josep Dencàs, el hombre
de la ‘estelada’, preparaba la fuga. (...)
A lo largo de la jornada de ayer, algunas cuentas de la red social
Twitter, el dispositivo digital que mejor canaliza la excitación
política –también el ingenio, también el delirio–, parecían reproducir
en formato posmoderno las horas alucinantes que el mejor periodista
catalán de todos los tiempos vivió pegado a un aparato de radio en su
casa de Vallvidrera una noche de octubre de hace más de setenta años.
Proclamas, consignas inflamadas, moralina, mucha moralina, reproches,
algunos insultos, llamamientos urgentes, “volem acord, volem acord!”,
mientras la legislatura que tenía que proclamar la independencia de
Catalunya en sólo 18 meses giraba en el remolino del desagüe.
Hubo anoche algunas manifestaciones para apremiar el acuerdo y en la
que tuvo lugar frente a la catedral de Barcelona reapareció el personaje
más característico de los últimos diez años en Catalunya. El ‘català
emprenyat’. (El catalán cabreado). Unos manifestantes pedían acuerdo a
secas. Otros exigían que Artur Mas dé un paso atrás.
Primeras
escaramuzas electorales. Todos coreaban: “Volem acord, estem
emprenyats!”. Escena mediterránea. Melodramática, teatral, con toques
dalinianos. En las embajadas extranjeras en Madrid están sorprendidos.
Algunos se lo habían tomado al pie de la letra.
En esta hora confusa hay mucha gente de buena fe en Catalunya que se
halla sinceramente dolorida. Quisieron creer que las fronteras
interiores de la Unión Europea pueden ser modificadas en un ambiente de
fiesta mayor.
Bastaría con cuatro manifestaciones, magníficas, enormes y
admirables, sin un cristal roto, para remover los lindes de un imperio
en crisis, amenazado por la versión más salvaje del terrorismo islámico,
con una guerra silente que ya ha costado más de seis mil vidas en el
frente oriental (Ucrania) y con un serio riesgo de deserción en el
frente occidental (Gran Bretaña).
No podía ser, no ha podido ser y no va a poder ser. Hubo gente que lo
advirtió, sin insultar a nadie. No va a poder ser, porque la mayoría de
la sociedad catalana no está convencida de ese camino, como quedó de
manifiesto el 27 de septiembre. Después del espectáculo de estos días,
todavía menos. Son horas tristes para mucha gente que no ha actuado con
cinismo.
Hoy en Barcelona se pelea por no aparecer como el culpable del
fiasco. Y pronto empezará el más espeso combate de judo entre CDC y ERC.
De hecho ya ha empezado. Tema: mantener o no la coalición Junts pel Sí
ante la repetición electoral de marzo.
Catalunya tiene fuerza para sacudir la política española, no para
romperla. No hay mayoría en Catalunya para romper nada; sí la hay para
suscitar un gran debate en España. (...)" (Regresa el ‘català emprenyat’, de Enric Juliana, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 08/01/16)
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